Autoría de 9:55 pm Víctor Roura - Oficio bonito

Nuevos insultantes fusilamientos – Víctor Roura

1

Para la gente enfadada y ensoberbecida (¿hay gente ensoberbecida que no esté enfadada con algo?), todo lo que uno escribe tiene una finalidad contraria a la suya; por consiguiente, uno se convierte en un reiterado blanco de fácil acceso para todo aquel que mira a los moros portando tranchetes cuando sólo llevan consigo bolígrafos.

Una persona, para no descalificarse en la feria de los adjetivos, me ha llamado “perro de Sanjuana” por haber emitido, yo, una opinión sobre la desatada ira periodística que hoy en día promueven diversos informadores que antes de este sexenio nunca tuvieron la oportunidad de confrontar a un presidente de la República. Y de inmediato saltan los que creen que, acaso como ellos, uno no posee una voz propia aunque no pertenezca a mafia o grupúsculo alguno. Desde julio de 2019, en que acepté la invitación de Rosario Manzanos y de Sanjuana Martínez para dirigir la sección cultural de Notimex, me han nacido enemigos gratuitos y otros que ya estaban instalados, iracundos, en mi entorno buscando, vaya uno a saber por qué, tres pies al gato a sabiendas de que anda, el gato, en cuatro patas. Porque el oficio de la escritura, por una suerte de azaroso amasijo de vertebradas mezquindades, las más de las veces no invita, al ser ése su propósito fundamental, a la cavilación individual sino a la inmolación… ¡del que ha escrito dicha reflexión! Y si bien este efecto irredento no es algo nuevo, sí ha marcado, en los tiempos recientes, círculos arbitrarios de tiza parcializadora.

Lo vuelvo a decir, aunque les duela el estómago a los que no dependen de su cerebro para actuar solos en esta vida: no puede un sindicalista que se diga honorable estar en contra de otros trabajadores, como él, por el solo hecho de no compartir sus puntos de vista, pues su propia condición laboral lo debiera delatar como un ente no fronterizado sólo atenido a sectas y cotos donde pueda insertarse o ser insertado de acuerdo a sus muy particulares intereses, privacía que lamentable y corrosivamente ocurre a plena luz del día y delante de numerosos infractores comunes agremiados. Podría decirse, incluso, que estos actos corruptivos, o corrompibles, son ordinariamente amparados por la gente que los acata, o acepta, siempre en su beneficio. Y ay de aquél que se atreva a contradecir sus privilegiados o acomodados principios (¿o inducidas teorías?, ¿o inamovibles pareceres?, ¿o imperdibles categorizaciones?, ¿o autoritarias imposiciones? (¿Pero no una imposición es de antemano ya autoritaria?)

Sanjuana Martínez.
2

La nueva adjetivación a mi oficio escritural (“el perro de Sanjuana”) más que incomodarme a mí retrata a la perfección al alterado discutidor que cree, repito, ver en cada alegato ajeno un altercado en contra suya. Porque la volubilidad se desangra sola, a veces. Todo parece afectar al subsumido en engranajes recién desarticulados. Pues, de otra manera, ¿qué puede provocar la furia del iracundo si no la asertividad de un planteamiento que no colinda con el suyo o, peor, que no entiende del todo inculpándose de su santa ignorancia? Porque, por supuesto, es más sencillo defenestrar con insultos que usar el raciocinio para contestar, a la altura, un cuestionamiento supuestamente adverso. Pues es claro que es menos complicado pisarle la cola al gato cuando la trae descuidadamente suelta que cuando, atildado, la luce pertinentemente recogida.

¿Por qué el agresor dice que Víctor Roura es un “perro de Sanjuana”, no un “perro” a solas, no un can mordiente que se expresa débilmente en su pobre individualidad, no un perro sarnoso o adquiriente de la rabia por sus años de enjundia solitaria, sino precisamente un “perro de Sanjuana” para indicar una especie de lacayismo o cierto páramo de servidumbre?

Porque, simplemente, el insultador cree que todos están cortados con la misma tijera con la que él ha sido previamente recortado. Porque, acaso como él, cree que los otros son también incapaces de hablar por sí mismos. Y al subrayar “perro de Sanjuana” entonces entiendo que el colérico, el ingenioso adjetivador de tan untuoso calificativo, es favorecedor de los sindicalistas en huelga (o él mismo sindicalista en huelga) de Notimex que insiste, apesadumbrada la visión, en mirar como enemigo a quien no coincide con su protesta social. Porque como los huelguistas, por lo menos los de Notimex, no posee cada uno una voz distintiva sino sólo meramente grupal, creen tal vez, a pie juntillas, que, como ellos, una persona como Víctor Roura también carece de una voz definida personal… equivocándose, una vez más, drásticamente con sus graciosos (grasientos, gráciles) adjetivos peyorativos.

Y me causan gracia —porque me sonrojan dadas sus nefandas u abyectas intenciones— en vez de provocarme, como probablemente sea ese el objetivo (¿ojetivo?) central, un disgusto o una caterva de prosaicas lubricidades hacia sus personas, asunto pérfido que, a diferencia de sus comodinas bajezas, me mantiene a una prudente distancia de mis fines absolutamente periodísticos, que es lo que me importa, no las disolutas ambigüedades del insultante cretinismo.

3

Bonita invención la de las (“benditas”, según el cariñoso calificativo lopezobradoriano) redes sociales que permiten, en un gesto supuestamente democrático, responder con filos venenosos (y también ignaros) que provienen no de la argumentación reflexiva sino a través de los espasmos airados, ocurrentes, ponzoñosamente aleatorios, y alevosos, con el fin de lograr el quebranto de la sensibilidad ajena o, simplemente, de socavar el respeto de los que asumen —según las ideáticas opiniones de los airados— como enemigos públicos. Porque las redes sociales poseen la virtud —si de alguna forma hemos de llamarla— de visibilizar a los invisibles enemistados.

La adulteración de la inteligencia pervive en aquellos que, sin saber exactamente los motivos de su impulsiva reacción, adolecen de falta de tacto lingüístico para saber expresarse con dignidad, como aquel sujeto que ha respondido diciendo que Víctor Roura no sabe redactar porque no es una persona pulcra… ¡aduciendo que no acostumbro bañarme! O como mi ex amigo Jorge Meléndez (¡cuántos años juntos en El Financiero tras su expulsión de Excélsior!) que ahora dice que yo soy un “sicario” más de Sanjuana Martínez cayendo, él también, en la gratuidad de las ofensas sin aportar nada a esta discusión del sindicalismo mexicano donde lo de menos es el análisis y la ponderación y lo de más la combustión hervida de la ira y la denostación al alcance de la mano. Por ejemplo, el sindicato de Notimex de inmediato quiso desacreditarme exhibiendo un video donde se observa cómo un editor del área de fotografía, Joel Santana, da un empujón por la espalda al huelguista Ricardo Blancas sin que los integrantes de dicho sindicato admitan que, segundos antes de dicha agresión, el mismo agraviado propinó un empellón a Isaías Hernández, fotógrafo de Notimex… provocación que, finalmente, consiguió su aviesa meta al desquiciar a los que molestaba incautamente.

Pero así, me dicen, son estas cosas de las guerras laborales, donde los trabajadores se enfrascan con otros trabajadores sin importarles sus derechos humanos (pues los únicos que importan son los de los levantados en paro), como eso de afirmar que yo estoy incumpliendo con las reglas al cobrar para Notimex… ¡siendo que yo no soy agremiado del sindicato en huelga, sino sólo ellos!, sin contar que lo único que están haciendo, porque lo saben muy bien, es ahorrar su dinero durante todo este tiempo de su desacuerdo con la nueva directiva. Porque al final de cuentas van a recibir su salario, se incline o no a su favor la balanza resolutiva. Y tal vez, si ellos se agencian de nuevo de la agencia, valga la infeliz redundancia, Víctor Roura, para su júbilo indecible, ya no estará más con ellos sino en la ruta del desempleo periodístico, cosa que les alegrará enormidades porque, como ya se ha visto, en estas contiendas lo de menos es la solidaridad gremial: sus insultos, sus ofensas, sus agravios, sus injurias, sus impertinencias, sus groserías, sus bravuconadas, sus bajezas, sus barbaries son la clave de sus martirios desgranados.

Pero nada dicen, ni nadie dice, del reposado financiamiento que los hace sobrevivir, tal vez mejor que yo incluso, gracias al sostenimiento económico de diversas asociaciones y sindicatos que desean la muerte de Notimex como una dulce metáfora del doblegamiento de este sexenio al que no se le permite un solo yerro, a diferencia de la campante aquiescencia con administraciones anteriores. Porque, queriéndolo o no, este gabinete presidencial está exhibiendo la real cara de la prensa mexicana.

Otros tiempos. Cuando nadie hablaba de «sicariato» ni de «mala redacción». Víctor Roura, José Antonio Gurrea, José Luis Martínez S. y Jorge Meléndez Preciado celebrando el aniversario XXI de la sección cultural de El Financiero en la desaparecida cantina Dos Naciones, en la CDMX. Foto: Alejandro Meléndez.
4

El 1 de febrero de 2019, en La Jornada de Oriente, Jorge Meléndez publicó el artículo de opinión intitulado “Notimex: sindicalismo corrupto”: “Frente al caciquismo, la impunidad y la corrupción existente en Notimex, la propuesta para encabezar dicho sistema de noticias, la muy reconocida compañera Sanjuana Martínez tiene un asunto grave que enfrentar pero sabe que cuenta con el apoyo de los periodistas mexicanos para borrar del mapa un cáncer que ahoga la libertad de información y difusión”.

El mapa del cáncer corruptor aún no ha sido borrado, aunque varios periodistas ahora se hagan de la vista gorda o quieran mirar dicho mapa con otro ánimo según la conveniencia lo haya sorprendido en la feria.

Y en el portal web Periodistas Unidos (que antes había sido el periódico conocido como Unión de Periodistas, presentado públicamente a finales de octubre de 2016), dirigido por mi ex amigo Jorge Meléndez Preciado, figuran siete textos míos correspondientes a mi etapa como director de Cultura en Notimex. Los escritos originales fueron publicados entre 2019 y 2020.

Pero de pronto, casi de la noche a la mañana, hempiezs a escrevir vaztante mal, extrabiado de la sintacsis y de las reglaz hortograficas.

¿Será acaso porque no acostumbro bañarme a diario?

5

Leo un mensaje del periodista José Antonio Gurrea, director del portal noticioso LaLupa, a Jorge Meléndez Preciado: “En @LaLupa tienen cabida todas las opiniones. Ojalá te animes a volver a compartir tu #Botica en este espacio, como lo hiciste por más de 1 año. Extrañamos tus reflexiones, tan lejanas de adjetivos como los que ahora usas contra Víctor Roura… Por cierto, un colega que, por varios lustros, te dio un espacio en @ElFinanciero_Mx. En aquel entonces, cuando presentabas sus libros, Víctor ni era sicario ni tenía pésima redacción. Esperemos, por el bien del periodismo, que pronto regrese el George reflexivo y académico”.

Pero el receptor de esta carta ha guardado un cauteloso, o resentido, silencio. Porque la ira enceguece, a veces, hasta a los supuestos mejores periodistas.

6

Y sé que después de leer este texto, si es que lo leen entero, me lloverán nuevos adjetivos insultantes extraídos de sus dificultades lingüísticas al no saber cómo contraargumentar mis disquisiciones contra sus pesarosas leperadas de ahogamientos insomnes.

Aquí les dejo más parque para que de nuevo se solacen en mi fusilamiento.

(Visited 24 times, 1 visits today)
Last modified: 13 septiembre, 2021
Cerrar