El “mar de fondo” que tiene las aguas revueltas en las playas de la Costa Grande de Guerrero, y el alto porcentaje de contagios y muertes que está dejando el Covid-19 en su población, no es el drama mayor que hoy tiene ese estado. Los lugareños saben bien que el alto oleaje provocado por tormentas marinas, y que se ha “comido” gran parte de las playas de la bahía de Zihuatanejo y de otros balnearios naturales cercanos, es un fenómeno pasajero. O, por lo menos, esperan que no sea esto un efecto permanente del cambio climático y que una vez terminadas las lluvias de temporada todo vuelva a su aún razonable cauce. En cuanto a la pandemia y sus estragos entre la población, saben que tendrán que ingeniárselas para aprender a sortearla o convivir con ella; sobre todo en los lugares turísticos, cuya economía se sostiene con la derrama económica que les deja este rubro.
Es otro el asunto que resulta más inquietante para los habitantes del estado, sumido hace años en la constante amenaza que representa la presencia y avance del crimen organizado que asola a la región y que mantiene en tensión a la población de Guerrero y Michoacán, estados colindantes. Es ese el drama mayor que tienen años padeciendo en la región y que ha corroído su vida.
La chicha calma que a simple vista se ve en zonas turísticas como Acapulco, Zihuatanejo, Ixtapa y pueblos cercanos es ficticia; la notoria precariedad que se ve en sus pueblos delata una vida en suspenso por la presencia del grave problema no atendido a tiempo y que ya ha invadido a todo el país, pero con sus particularidades en esa región donde sigue avanzando.
Poblaciones con puertas cerradas, poco movimiento a determinadas horas en las calles, miradas lánguidas, desesperanza ante una situación que empeora por la inseguridad. Se saben indefensos ante lo que significa la presencia de grupos armados que quieren cobro de cuota. Esa es una realidad de la que nadie quiere hablar, pero que está presente.
Eso es lo que está ocurriendo en toda la Costa. Y no parece haber voluntad política para dimensionar el tamaño de lo que significa para la población transitar en ese clima de tensión contenida que los somete a angustias inimaginables. La realidad que se sabía presente en la zona montañosa y Tierra Caliente del estado está ya activa en todo el territorio. Las extorsiones no son solamente a negocios grandes o medianos, incluso los dueños de rubros pequeños que aprovechan el turismo de temporada para ofrecer servicios que les ayuden a conseguir el sustento del día lo padecen.
Y en los poblados alejados de la zona playera la situación es similar. Sus habitantes, de por sí mermados en su economía por la pandemia y el abandono en que los diversos gobiernos a lo largo de su historia los han tenido, están también a merced de grupos de extorsión.
Apenas el pasado sábado 10 de julio, desde su cuenta de Twitter, el periodista
@IrvingPineda, documentó: “Unas 300 personas de nueve comunidades de Zihuatanejo huyeron de sus pueblos por amenazas de un grupo armado que pretendía cobrarles una “especie de renta”.
Los desplazados no ocultan su amargura de haber puesto la esperanza en un gobierno que durante su campaña y en el momento que ascendió al poder prometió acabar con la guerra contra el narcotráfico y la tensión sembrada en extensas regiones del país. No pueden evitar aludir con cierto desdén e ironía la frase por él repetida una y otra vez: “Abrazos y no balazos”, al tiempo que –dicen– deja a la población a merced de esta violencia en ascenso.
ACTIVIDADES SEMIPARALIZADAS
“Es entre ellos la pelea”, era la respuesta que la ciudadanía daba antes a manera de explicación a las disputas entre bandos, dando por hecho que eso era asunto lejano a los lugareños. Creían que lo único que tenían que hacer era tratar de no estar o no pasar por lugares donde se pudiera desatar una trifulca y que, si acaso llegara a suceder la de malas de estar en el momento y lugar equivocados, tener la suerte de que no les alcanzara una bala perdida. Hoy saben que no es así. Cualquiera está a merced de los caprichos de los que han sembrado miedo y el caos paralizante y que mantiene en suspenso a sus habitantes. Quienes conocemos la vida de esos lugares podemos sentir la pesadez del ambiente que se vive. A determinada hora de la tarde-noche, la gente procura ya no salir, no vaya a ser la de malas…
Es el mayor drama que viven los habitantes de ese estado que tomará a su cargo un gobierno morenista a través de la imagen impostada de quien, sabemos, es la hija de Félix Salgado Macedonio, la figura que –se dice y con razón– será la que en verdad gobierne a la entidad que colinda en su parte norte con el caótico Michoacán, cuyos grupos se disputan el lugar. Una guerra que tiene años y que al paso del tiempo se ha tornado más virulenta.
La distancia entre Zihuatanejo y La Unión (así se llama el lugar que divide a Guerrero y Michoacán) es de 56 kilómetros por carretera. Recorrer esa distancia en auto es de una hora máximo. El pueblo que sigue es Lázaro Cárdenas, después de allí está Aguililla. Por ahora toda esa zona guerrerense se mantiene constantemente vigilada. Camionetas con policías estatales armados recorren los lugares, cuidando el “buen orden”. Simulación pura.
El Cartel Jalisco Nueva Generación pasea orondo por esos lugares su artillería de alto impacto, haciendo retroceder a los grupos más pequeños que, agrupados entre sí, parecen perder terreno, ha documentado la prensa que aborda el tema. La misma Secretaría de Seguridad Pública ha reportado brutales enfrentamientos registrados en los siete municipios de Tierra Caliente. Señalan la presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Cárteles Unidos, este último opera como un conglomerado de los cárteles de Tepalcatepec, de Los Reyes, de Camaleón y de La Nueva Familia Michoacana.
Cualquiera que transite por la zona de Nueva Italia o sus alrededores puede ver el paisaje de horror que irrumpe entre su generosa vegetación, pero que la claridad del día expone a la vista. Tumbas, cementerios con figuras grotescas de culto, fetiches que estremecen a cualquiera que pasa por esa zona donde Servando Gómez, “la Tuta”, otrora líder de los Caballeros Templarios, fincó su imperio del narco y se apropió de la extracción del hierro de las minas cercanas. Nueva Italia es territorio codiciado por ser estratégico por su acceso a ciudades importantes y llegar al puerto Lázaro Cárdenas y su vía marítima.
GUERRERO Y SU NORTE, SUR, ESTE Y OESTE… Y NORESTE
Es verdad que lo que sucede en Guerrero y Michoacán no es privativo de esos estados. El deterioro económico y moral está en la mayor parte del país. Pero los problemas ancestrales que han aquejado a estas dos entidades se extienden y profundizan con el caos provocado por las disputas de espacios entre los grupos de la delincuencia.
En el caso de Guerrero, la precariedad avanza más rápido, carcomiendo no solamente la geografía física de sus pueblos, sino el alma de sus habitantes, mermando el espíritu otrora dicharachero costeño, que ahora hace malabarismos por sobrevivir entre el comercio menguado y la escasa derrama económica del turismo de temporada. Hay tensión. Hay temor. Hay dolor que se proyecta de muchas maneras y en voz baja, o de plano evadiendo el tema del que nadie quiere hablar: población con alto rezago educativo y cada vez más violentada en la zona costera de Guerrero. Las actividades de esparcimiento y recreativas tienen su mayor expresión en la música y el canto que se comparten en eventos cívicos o escolares. Pero no se cultiva el gusto por otras actividades. Por ejemplo, la lectura es una actividad que no encuentra eco por allá. Las iniciativas llevadas a cabo a través de las escasas casas de cultura que se han construido no han tenido éxito.
Los cursos sobre la lectura como disfrute o reflexión no existen y los pocos esfuerzos de acercamiento a la lectura que otros lugareños han intentado llevar no han avanzado en lo más mínimo. El poderoso acto de libertad y encuentro con la imaginación y extensión de la riqueza del lenguaje no se impulsa en esos poblados. En algunos lugares, las casas de cultura están abandonadas y/o son utilizadas para otros menesteres que nada tienen que ver con el fin para el que fueron creadas.
Grosso modo esta es la desesperanzadora realidad que se vive en un estado donde sus habitantes, además de padecer un alto índice de afectación por Covid-19, no ven puerta de salida a un conflicto que tiene años mermando sus esperanzas ante la indiferencia gubernamental y la brutalidad de los enfrentamientos entre grupos. Imposible saber hacía dónde irá el proceso de Guerrero. Su suerte geográfica tampoco es favorecedora. Su colindancia con estados en circunstancias similares no promete salida en corto tiempo a su problema.
Por hoy, su desesperanza desemboca en la parte oeste con sus aguas del mar, al norte limita con su propia indefensión y la de Michoacán, al sur con la pobreza que lo hermana con Oaxaca y al este con el muro de la soberbia del gobierno de Barbosa y con Morelos, gobernado por la ignorancia de Cuauhtémoc Blanco, cuya única habilidad está en los pies y su fama de futbolista lo llevó a ser colocado en un lugar que no merece.
Y un poco más allá de Morelos, hacia el noreste donde está CDMX, se encuentra con el muro de indiferencia de un palacio habitado por quien en 2018 prometió soluciones a un problema que hoy evita enfrentar. Y en el mismo noreste, Guerrero colinda con esta periodista y ciudadana invadida por unas ganas inmensas de llorar al ver el peso de un pasado ancestral que no se ha podido convertir en libertad y esplendor de su estado, sometido siempre a los caprichos de cacicazgos, agios, revanchismos, apatía, hasta llegar a este brutal sometimiento en el que se encuentra.