Como cada quincena, sigo recibiendo tus dudas e inquietudes para apoyarte como psicoterapeuta y sexóloga. Mándame tus preguntas a intza69@yahoo.com
PREGUNTA:
Mi nombre es Santiago y tengo 45 años. Mi esposa y yo tenemos 20 años de casados. Desde hace algunos años notamos que no nos daba ganas de tener relaciones sexuales, sin embargo, lo hacíamos forzadamente.
Algunas veces mi esposa ponía pretextos algunas otras veces era yo. Hasta que hace un año lo platicamos y coincidimos en que ninguno de los dos quiere. Desde entonces es como si mi esposa fuera mi roomie.
Fuimos a terapia y nos dieron algunos ejercicios pero no cambiamos casi en nada. No mantengo la erección y cuando la llego a mantener eyaculo muy pronto, estoy pendiente por si ella llega al orgasmo y ella nunca llega. Soy una calamidad.
Sabemos que nos amamos pero ya no queremos sexo.
¿Podemos recuperar la energía sexual o de plano tendremos que renunciar totalmente a las relaciones sexuales?
RESPUESTA:
Hola Santiago. Muchas gracias por la confianza. Lo que acabas de exponer es un monstruo de 7 cabezas y no es suficiente tratarlo con ejercicios, aunque sí puede ayudar.
En primer lugar no es justo ni sano que te responsabilices por los problemas con tu desempeño sexual, tampoco eres responsable de los orgasmos ajenos. Es importante tomar en cuenta a nuestra pareja sexual, pero no para estar pendiente de su orgasmo, eso puede inhibir, precisamente, lo que deseas.
Recuerda que para tener sexo se requieren dos, muchas personas le pasan toda la responsabilidad a los hombres por no tener una erección o mantener un coito. Sin embargo, la sexualidad es más que eso, debe haber mucha imaginación, los cuerpos disponibles para el deseo, caricias, besos, fajes, juegos, juguetes, ambiente, etc.
El deseo se modifica con el tiempo, sin lugar a dudas, y hay que hacer muchos malabares para tenerlo con alguien con quien se ha vivido 20 años. Ese puede ser un motivo de entre muchos por los cuales no les apetezca.
Cuando nosotros amamos a alguien lo queremos cuidar, proteger y atender y nos olvidamos de la parte salvaje, impulsiva, divertida y hasta a veces brusca que es nuestra parte erótica.
Entonces tenemos amor, pero no deseo.
La tensión entre la seguridad (el amor) y la aventura (el deseo) es una paradoja que tenemos que aprender a manejar y no un problema que solucionar.
Es por eso que no lo pueden solucionar ya que no es un problema.
Las parejas necesitamos pasión y amor, pero no al mismo tiempo.
Hagan los ejercicios que les recomendó su terapeuta, jueguen roles en donde algunas veces son los fieles esposos amorosos y otros unos totales desconocidos que se acaban de conocer en el transporte y que uno invita al otro a su casa para tener sexo. Sean creativos y arriésguense. Vean cómo se siente jugar en esos dos lugares pero no al mismo tiempo.
Ojalá les funcione esto y si no se modifica sigan investigando que otras cabezas pueden cortar de ese monstruo que amenaza su disfrute sexual.
“El desafío de la intimidad sexual es llevar el erotismo al hogar”.