REPORTAJE: AMÍLCAR SALAZAR/LALUPA.MX
350 mil pesos cobran Los Gutiérrez (banda de polleros del mar) por cada migrante que llevan desde las playas de Rosarito, Baja California, hasta San Diego, California, utilizando diminutos barcos pesqueros, pangas o hasta simples balsas.
Tres “ayudantes de pollero” conforman cada una de las células que trabajan para dicho clan de traficantes de personas, considerado por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) como el más poderoso de la región californiana.
En la comunidad rosaritense de Popotla, un vigía nocturno descarta la presencia de elementos de la Secretaría de Marina (Semar) y ordena a un numeroso grupo de indocumentados el momento preciso de abordar un barquito motorizado.
Luego, un lanchero que presuntamente es ducho para conducir –apenas bajo la luz de la Luna– un navío sobrecargado con 30 pasajeros, emprende un viaje de 74 kilómetros sobre las aguas gélidas y turbulentas del Océano Pacífico.
Finalmente, en las inmediaciones de la playa californiana de Point Loma, San Diego, el chofer de una camioneta con placas estadounidenses aguarda el arribo de los “pollos-mojados”, los cuales después serán distribuidos en barrios de la costa Oeste.
La banda de los Gutiérrez opera desde hace al menos una década y, de acuerdo con un reporte judicial de la CBP obtenido por lalupa.mx, paga a sus colaboradores hasta mil dólares por tareas de alto riesgo y alrededor de 300 por ayudantías.
QUERETANA AHOGADA EN ALTAMAR
Difícilmente puede una organizada red de polleros garantizar que todos los pasajeros de una barcaza lleguen con vida al final del viaje.
El domingo 2 de mayo de 2021, la cocinera queretana de 41 años, María Eugenia Chávez Segovia, no tuvo la suerte de alcanzar con vida su sueño de trabajar en un restaurante de comida mexicana en California.
Originaria de la comunidad de San Idelfonso Tultepec, en Amealco, la jefa de familia no sabía nadar y ni siquiera conocía el mar. Quizá por ello no sobrevivió al naufragio en el que falleció estando a pocos metros de tocar las costas de San Diego.
Los bañistas que a las diez de la mañana ocupaban aquella playa presenciaron el hundimiento y posterior colapso contra las rocas de un barco pesquero que trasladaba a 30 pasajeros y a un capitán-pollero, al parecer procedentes de Rosarito.
Si bien sobrevivieron al accidente 26 migrantes nacionales y uno guatemalteco, la violenta marea que ahogó a la queretana causó la muerte de otros dos mexicanos: Víctor Pérez Degollado, de Zacatecas, así como Maricela Hernández Sánchez, de Oaxaca.
Los cuerpos de los tres mexicanos –de 41, 29 y 35 años, respectivamente– recibieron infructuosos primeros auxilios por parte de miembros de la marina estadounidense, quienes vacacionaban junto a sus familias en el momento en que el barco apareció hundiéndose frente a una zona rocosa de Point Loma.
POLLERO ADICTO A LA HEROÍNA
La policía de San Diego ubicó y arrestó al pollero que comandaba la embarcación, quien preliminarmente simuló ser una de las víctimas del naufragio.
Se trataba del estadounidense Antonio Hurtado, de quien se dijo –poco antes de ser llevado a los tribunales– que había soltado el timón debido a que “se quedó dormido” o bien que “sufrió un ataque de ansiedad”.
Aparentemente, Hurtado era adicto a la heroína negra, un alquitrán de uso común en la región californiana y que suele causar delirios y alucinaciones, además de paranoia.
Al momento de ser arrestado, el pollero golpeó con su rodilla el rostro de un agente de la Patrulla Fronteriza cuando este intentaba esposarlo de los tobillos.
La autoridad retuvo como testigos del caso a los propios migrantes, muchos de los cuales denunciaron al pollero no sólo por ser el capitán del barco, sino por presuntamente ejercer conductas violentas y erráticas durante la travesía.
Dos mujeres lo acusaron además de ejercer violencia sexual en su contra, ello desde el día en que lo contactaron (a través de un intermediario no identificado) para abordar el barco.
Entre los 27 migrantes que sobrevivieron, estaban dos mujeres adolescentes de 15 años, así como un niño de 9 y una niña de 8.
El grupo de migrantes fue puesto bajo protección consular, al margen de que todos los adultos quedaron bajo arresto para que testifiquen en el juicio contra Hurtado y/o se aclaren los pormenores del suceso.
Presentado este 9 de julio ante el juez federal Michael S. Berg, el pollero se declaró como inocente de cargos y dijo estar dispuesto a enfrentar un juicio por contrabando de personas y triple homicidio en segundo grado.
CRUCES POR MAR AL ALZA
Aún tratándose de una ruta peligrosa, dada la velocidad del viento y la baja temperatura de las aguas, la franja del Pacífico se utiliza desde hace muchos años para cruzar ilegalmente la frontera Tijuana-San Diego.
Sin embargo, el riesgo de utilizar barquitos pesqueros se ha venido subestimando debido a las mayores restricciones impuestas en EU para cruzar por tierra, ello tanto por la existencia del conocido muro fronterizo como por los cierres aduaneros derivados de la pandemia.
Sólo en el área de Point Loma, los cruces marítimos aumentaron un 92 por ciento en el último año, sumando un total de 309 navíos detectados por la Patrulla Costera entre mayo de 2021 y mayo de 2020. En contraste, durante 2019 se detectaron 109 y sólo 49 durante 2015.
El dato anterior concuerda con el significativo aumento en el número de migrantes que fallaron en su intento (por mar y tierra) de llegar ilegalmente a San Diego, cifra que hasta mayo de 2021 sumaba 14 mil 542 personas, mientras que en mayo 2020 era de apenas tres mil 311, según datos de CBP.
Pero el auge de los cruces marítimos ha causado alarma entre los grupos de rescatistas, dado que los casos de barcos que se hunden o quedan con migrantes a la deriva –abandonados por el capitán– están por llegar a la inusitada periodicidad de un incidente diario.
Si bien la policía de San Diego cuenta con sistemas de vigilancia con drones, cámaras nocturnas y lanchas que triplican la velocidad de las pangas, los polleros no modernizan sus medios, sino que los hacen aún más precarios, lentos y silenciosos, navegando sin motor y absolutamente a obscuras, para eludir la tecnología de los estadounidenses.
Las redes de polleros cobran a los migrantes (sobre todo a sus familias estadounidenses) entre 15 y 18 mil dólares por un cruce en altamar, cantidades tan elevadas que duplican el costo de los cruces por tierra.
Considerando la magnitud del cobro así como el mínimo gasto requerido, los cruces náuticos resultan bastante redituables para las bandas traficantes de personas.
A los organizados polleros del mar les basta con una simple lancha y un lanchero enloquecido, presto para abandonar la nave en caso de emergencia y dejar al pasaje a la deriva.
DE SAN DIEGO A AMEALCO, VIA LOS ÁNGELES-CDMX
La tierra que cubre la tumba de María Eugenia Chávez se encuentra floja, porque apenas han pasado tres meses desde que muchos de los habitantes de San Idelfonso Tultepec, en Amealco, se dieron cita para sepultarla.
La muerte de Maru atrajo la atención en esta apartada comunidad queretana, porque el traslado de sus restos desde el UC Medical Center, de San Diego, donde intentaron salvarla luego de haber sido víctima de ahogamiento, estuvo a cargo de personal de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER), actuando en coordinación con autoridades de Estados Unidos.
El despliegue logístico de una casa funeraria de California –primeramente llevó el cuerpo de Maru hasta el aeropuerto de Los Ángeles, luego lo envió a la ciudad de México y finalmente lo trasladó por tierra hasta este pueblo situado a 88 kilómetros de la capital queretana– despertó interés hasta del gobierno municipal, mismo que desplegó personal de apoyo y vigilancia hasta las puertas del panteón.
SAN IDELFONSO, ENTRE ABUELOS Y NIETOS
Pocas personas en esta comunidad de origen otomí con 3 mil 632 habitantes podrían decir que no cuentan con algún familiar que actualmente trabaje (o intente trabajar) en Estados Unidos.
Adultos mayores que cuidan a los nietos es un esquema familiar común en San Idelfonso Tultepec, donde gran parte de los hombres y mujeres en edad productiva se ven obligados a emigrar a EU por falta de mejores oportunidades de trabajo que las que ofrece una alicaída cantera, la única fuente laboral del pueblo.
De acuerdo con el Censo 2020 del INEGI, sólo el 48 por ciento de la población adulta de San Idelfonso dijo estar ocupada, al tiempo en que apenas 868 viviendas se encuentran habitadas de entre un estimado de mil 500.
Más allá de la zona céntrica, donde en un día domingo la muchedumbre se arremolina en los alrededores de la iglesia y el mercado callejero, las calles empinadas de San Idelfonso lucen casi solitarias, con gran cantidad de casas vacías, dispersas entre enormes áreas verdes no cultivadas y casas bajo autoconstrucción.
Mary, mujer de 67 años que atiende una tiendita, dijo a lalupa.mx que cuatro de sus cinco hijos residen en California y Arkansas, mientras que el quinto labora en una fábrica de El Marqués, Querétaro, donde debe quedarse a dormir en una casa de trabajadores porque no le alcanza el sueldo para ir y venir diariamente hasta la comunidad.
Es así que Mary, además de atender su local, el cual fue construido con remesas recibidas desde el país del norte, funge como jefa de familia de cuatro de sus nueve nietos.
Omar, herrero jubilado y quien con la ayuda de su esposa se encarga de cinco nietos, lamenta que los niños estén creciendo sin ver a sus padres, ya que estos residen desde hace siete años en Houston, Texas, donde se dedican a fumigar plagas en apartamentos.
Tanto la hija como el nuero de Omar no pueden venir a visitarlos, porque “los gringos los tienen amarrados”, según dice, explicando que los muchachos ingresaron a EU sin papeles, de modo que si salieran no podrían volver a entrar.
“Es un volado irse para los estates: yo también me fui y por eso los entiendo, pero ya tuve con los 26 años que pasé por allá, no me quedaron ganas de volver”, concluye el abuelo, quien cumplirá 70 años en diciembre.
MUJERES MIGRANTES Y POLLEROS: “ALIANZA ESTRATÉGICA”
La experiencia de viajar junto con un pollero no resultó placentera para ninguna de las 80 mujeres migrantes que fueron entrevistadas por el equipo del doctor en sociología Simón Pedro Izcara Palacios, quien realizó un estudio sobre las complejas relaciones que se tejen entre polleros y mujeres que migran a Estados Unidos.
“Viajaron escondidas en vehículos de doble fondo, donde tenían dificultades para respirar; todas sufrieron hambre, sed y mucho cansancio; sin embargo, la mayor parte de las entrevistadas hablaban bien de los polleros y estaban satisfechas de la forma como fueron tratadas”, reportó este investigador de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y doctorado en la Universidad Complutense de Madrid.
Corroborando una tesis del sociólogo estadounidense David Spener, quien llevó a cabo un trabajo previo, Izcara Palacios habla de una singular “alianza entre coyotes y migrantes”, y describe el coyotaje como “un elemento central de la resistencia hormiga de los migrantes frente al apartheid global impuesto en la frontera mexicano-estadounidense”.
De este modo, afirma Izcara Palacios, “coyotes y migrantes participan en una alianza estratégica para confrontar a un enemigo común: el Estado, que los persigue por igual.”
Lo anterior –se explica en la investigación–, no significa que las mujeres migrantes no reportaran sufrir abusos, inclusive de tipo sexual, por parte de polleros, pero sí refleja que en las condiciones de desesperación en que se ve envuelta alguien que enfrenta un riesgo de vida para ingresar clandestinamente a Estados Unidos, resulta lógico que busque entablar buenas relaciones con los traficantes de personas.
En el trabajo de Izcara Palacios los relatos de mujeres migrantes difieren entre aquellos donde las protagonistas corrieron con la suerte de localizar a “polleros buenos”, como las de quienes enfrentaron a “malos polleros”:
“Le pagué al pollero para que me pasara, si no pago no me pasan; son bien cabrones, primero les pagas y si no traes dinero te piden otra cosa, te piden que te acuestes con ellos, o a veces hasta te agarran” (Clementina).
“A mí, gracias a Dios que no me han hecho lo que les hacen a muchas de las mujeres centroamericanas que pasan a México, no a todas les pasa; pero algunas sí las llegan a violar, si no los polleros, los compañeros que vienen a México, al fin hombres, pues abusan de su poder” (Francisca).
“Son buenas personas que hacen este trabajo llevando gente, y los acusan de traficantes de personas, pero son buenos” (Isabel).
“Usé mis encantos y me pasó a México con mis hijos y mis hermanos, él me trajo de Guatemala a México, me dejó en Chiapas, y de ahí busqué quien me trajera a Chihuahua” (Begoña).
“Los polleros que me han ayudado han sido buenos, se han portado bien; la segunda vez que venía y traía a mi hija me la quisieron quitar y el pollero nos defendió” (Estela).
“Yo le propuse pagarle así, yo sé cómo se hacen las cosas con los hombres, es cuestión de envolverlos y se consigue lo que se quiere, viniendo de Chiapas aquí, al D.F., me vine en un camión y al chofer le hice lo mismo, me acosté con él y me trajo” (Fausta).
Excelente