Andrés Manuel López Obrador tiene muy claro su objetivo frente a la oposición: dividirla, golpearla, y si es posible, dejarla sin vida política; romper cualquier posibilidad de que se coaligue, a fin de reducir el riesgo de que frenen sus proyectos y, sobre todo, de que llegue a arrebatarle la elección presidencial de 2024. Por eso es que permanentemente se esfuerza para frenarla.
Así, en ocasiones ataca a personajes o partidos con singular virulencia; en otras, los “consiente”, hasta trata de cooptarlos para su proyecto político y, en unas más, usa la justicia para emprender una furibunda persecución con el ánimo de acabar políticamente con el personaje atacado.
LA LÓGICA DEL PRESIDENTE
Quizá los casos más representativos de lo que aquí apunto –aunque con desenvolvimiento diferente– son los de Rosario Robles Berlanga y de Ricardo Anaya Cortés.
A ambos políticos opositores los intentó acorralar para destruirlos políticamente. A ella, militante de la izquierda desde su época de estudiante en la UNAM, la mantiene en la cárcel a pesar de que el delito del que supuestamente se le acusa no contempla la privación de la libertad durante el proceso. Rosario fue detenida al momento en que se presentó a declarar, es decir, le tendieron una trampa.
Con esa experiencia, el panista Ricardo Anaya decidió no proceder igual y defenderse vía las redes sociales. No sé a ciencia cierta si son o no culpables de lo que se les acusa, lo que sí me queda claro es que en ambos casos la justicia se ha utilizado de forma facciosa en aras de castigarlos o de frenarlos.
Luego vino la ofensiva en contra de dos gobernadores: el de Querétaro, Francisco Domínguez Servién, y el de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, ambos evaluados de manera positiva en su actuar como mandatarios y ambos, también, perfilándose como potenciales candidatos presidenciales de la oposición a Morena.
Como apunté en las primeras líneas, López Obrador también ha optado por actuar benevolente, incluyente y plural, acercándose a políticos de otros partidos para invitarlos a sumarse a su gobierno.
Es los casos del exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y del también exgobernador pero de Nayarit e integrante del Partido Acción Nacional (PAN) Antonio Echeverría García.
Vale la pena destacar que el presidente López también mencionó que invitará al exgobernador de Querétaro, el panista Francisco Domínguez Servién, a quien primero le lanzó una ofensiva acusatoria de delitos y ahora lo trata de atraer.
Con la iniciativa de ley de reforma energética que presentó al Poder Legislativo para su estudio e intento de aprobación ha dado un paso más. Para lograr que su propuesta pase, requiere que las cámaras la voten con mayoría calificada, para lo cual es menester sumar a diputados de oposición.
López Obrador ha hecho un llamado público al PRI para que se sume a su propuesta. De lograr los votos de los legisladores priistas, no solamente impondrá su propuesta de reforma sino que también romperá la alianza PAN-PRD-PRI.
LOS PLANES RUMBO AL 24
Andrés Manuel López ataca por dos frentes. Uno es este que acabo de describir. Otro es al interior de Morena. Siguiendo la tradición priista de ser el presidente de México quien abra la carrera por su sucesión, Obrador ya lo hizo y dejó en claro que su “delfín” es la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Y para “amarrar” el proyecto, ha considerado incrementar el presupuesto de 2022 en rubros asistenciales como lo son sus programas de apoyo a jóvenes y adultos mayores a quienes seguirá entregando dinero en efectivo.
Su visión es consolidar una base confiable de potenciales electores de Morena, que contemple a la jefa de gobierno de la capital como su candidata, y de paso, que se refuerce la visión de que la oposición ha sido, es y seguirá siendo corrupta… salvo excepciones que tratará de integrar a su gobierno. No es broma. Es en serio.
