El viernes pasado se sostuvo una significativa reunión entre funcionarios de México y de Estados Unidos de América (EUA), celebrada en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el marco del Diálogo de Alto Nivel de Seguridad (DANS). La conversación fue fructífera y conllevó nuevos entendimientos de cooperación en materia de seguridad entre ambas naciones. ¿Qué desarrollos se obtuvieron y cómo modifica la dinámica de la procuración de la seguridad entre la Ciudad de México (CDMX) y Washington?
La relación bilateral entre México y EUA es sólida y así lo ha sido por varias décadas. Es cierto que ha atravesado por momentos con tensiones, como lo ocurrido en la pasada administración estadounidense, pero en muchos ejemplos se puede apreciar la colaboración entre los dos Estados, atrayendo beneficios que no tendrían de actuar individualmente.
Aquí puede resonar la famosa frase “EUA no tiene amigos, sino intereses”, expresión que es certera y se ha evidenciado en múltiples ocasiones en la historia, pero es también preciso el hecho de que la relación bilateral entre la CDMX y Washington se ha consolidado en los últimos tiempos. Lo anterior ha sido producto de varias razones, entre las que destaca la creciente necesidad de enfrentar los retos y problemas en común que atañen a ambos países, como puede ser la inseguridad.
En este contexto se inserta el DANS, en el que se anunció un nuevo entendimiento de colaboración en materia de seguridad entre la CDMX y Washington, titulado Acuerdo Bicentenario México-Estados Unidos. El acto diplomático trae consigo varias implicaciones de importancia. La más evidente es el abandono de la Iniciativa Mérida, instrumento creado en 2008 en la primera mitad del gobierno de Felipe Calderón y la recta final de la administración de George W. Bush.
Entre sus varios compromisos, la Iniciativa Mérida buscaba combatir el narcotráfico y el crimen organizado en general, centrándose en la detención o eliminación de los capos de la droga como forma me medición del éxito del programa de cooperación. No obstante, también incorporaba el fortalecimiento de las instituciones de procuración de la justicia que, si bien son esenciales en una estrategia de seguridad, resulta más complicado ver materializados los efectos en comparación de lo que podría ser la captura de los líderes de los cárteles.
Las consideraciones nuevas que incorpora el Acuerdo Bicentenario, nombre acuñado para celebrar los 200 años de relación bilateral entre México y EUA, son –de modo muy interesante– la prevención del delito, lo que fortalece una línea de trabajo de la Iniciativa Mérida, así como impulsar las oportunidades de desarrollo. Este último aspecto ha sido el punto medular de la cooperación mexicoestadounidense en los últimos años, sobre todo en Centroamérica, región que ha presentado inestabilidad y elevados niveles de inseguridad, que se han traducido en migraciones a América del Norte y el incremento del crimen organizado.
Por otra parte, un elemento nuclear en el Acuerdo Bicentenario que revoluciona la comprensión de la seguridad es el cambio del éxito basado en la captura y eliminación de los capos de los cárteles por la reducción de la violencia y el consumo de drogas. Este segundo y actual entendimiento tiene amplias conexiones con algunas de las áreas de atención de la Seguridad Humana, cuyo objetivo final es que los individuos gocen de su desarrollo propio sin tener necesidades ni miedos.
Parece que los encuentros entre los funcionarios mexicanos y estadounidenses han rendido frutos para incentivar a un nivel mayor la cooperación bilateral y atender los problemas en común entre México y EUA. En el marco de la gobernanza global, es un claro ejemplo de la soberanía responsable que los países alrededor del globo deben utilizar para solucionar problemas mayúsculos entre varias naciones. Se percibe promisorio este nuevo esfuerzo en materia de seguridad, ya habrá tiempo para analizar su recorrido en los siguientes años.