Nuevamente, Corea del Norte ha lanzado un misil balístico, pero esta vez el blanco ha cambiado, permitiendo incrementar las tensiones en la región del este asiático. Para un país que cuenta con poderío nuclear, una acción de esta naturaleza no se puede tomar a la ligera. ¿Cómo se puede comprender este movimiento ordenado por Kim Jong-un? ¿Para quién es el mensaje?
Desde que alcanzó la etapa más exitosa de su programa nuclear hace tres lustros, logrando el desarrollo de armas nucleares, Corea del Norte ha tomado un rol más trascendental en el escenario internacional. Poseer armas de destrucción masiva, además de desarrollar armas sofisticadas de alto alcance, le otorga al país asiático una posición que le permite negociar de manera más coercitiva con otras naciones en el globo.
A este contexto se inserta el hecho de que desde 1950 oficialmente mantiene una guerra con Corea del Sur, misma que se ha pausado gracias a un armisticio, pero continúa al no contar con un acuerdo de paz entre las partes. Al Estado surcoreano lo han asistido varios países, entre ellos Reino Unido y, más prominentemente, Estados Unidos de América (EUA). A pesar de que ha existido una serie de contactos entre los gobiernos surcoreano y norcoreano, las tensiones no se detienen entre los países de la península.
Esta capacidad coercitiva de Corea del Norte, que le concede su poderío nuclear, la ha utilizado para generar presión contra Corea del Sur y, por extensión, EUA, al lanzar misiles balísticos a su enemigo oficial. Los estudios de paz no justificarían esta acción, pero el realismo político sí, puesto que en un estado de guerra, como el que persiste entre las dos Coreas, garantizar la supervivencia del Estado es lo más importante y se debe realizar cualquier acción para conseguir tal meta.
Pero en esta ocasión el blanco ha sido diferente. El objetivo de la disuasión, de la presión, o de la medida coercitiva directa, no ha sido Corea del Sur, sino Japón. La situación trae consigo problemas para Kim Jong-un, ya que el lanzamiento del misil implica una acción hostil contra otro país que no se encuentra en estado de guerra formal contra el Estado comunista norcoreano. Es un evento inusual, pero el movimiento no sólo ha provocado esta dificultad.
La inteligencia surcoreana y japonesa identificaron que no sólo fue un misil, sino dos los lanzados a órdenes de Pyongyang. Ambos fueron balísticos, es decir, un tipo de misil cuyo uso ha sido prohibido por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por lo que haberlo empleado en este caso traería, al menos, nuevas sanciones económicas a Corea del Norte.
Al final de día, es una situación delicada la que ha puesto en la mesa el gobierno de Kim Jong-un con el aumento de tensiones en la región, y uno podría pensar que la acción aleja la reanudación de las pláticas de paz con Corea del Sur. Pero no es así. El uso coercitivo de misiles balísticos ahora contra Japón también coloca presión a Washington para reanudar las negociaciones con Pyongyang, por lo que el mensaje no va dirigido contra los países del este asiático, sino contra el de las barras y las estrellas.