El lunes se registró una serie de movilizaciones en Sudán que entretejen un escenario obscuro para la democracia en el país africano. Tras semanas de tensiones palpables en la administración del primer ministro AbdallaHamdok, el Ejército sudanés asestó un golpe de Estado, arrestando a varias figuras de alto nivel en el gobierno y tomando control del país, a pesar de las manifestaciones pacíficas de miles de civiles. ¿Por qué está ocurriendo este acontecimiento? ¿Qué impacto internacional abriga?
Así como muchos otros países en África, Asia y Oceanía tras la Segunda Guerra Mundial, Sudán logró su autonomía máxima en el proceso de descolonización motivado, con mayor prominencia, por Estados Unidos de América (EUA), la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). No obstante, su independencia del Reino Unido (RU) no le garantizó terminar con los pasajes caóticos.
Tras su independencia en 1956, Sudán experimentó una guerra civil que paralizó al país por los siguientes 16 años. Pero no fue la única. En 1983 una segunda guerra civil emergió, coyuntura que el general Omar al-Bashir usó para su conveniencia cuando en 1989 lideró un golpe de Estado que lo instauró como presidente del país africano en 1993.
En los siguientes diez años al-Bashir gobernó sin mayores complicaciones hasta que en 2003 la violencia brotó de manera vertiginosa en las calles y regiones del país africano, detonando un conflicto que culminó en la partición de Sudán. A pesar de que en 2005 se llegó a un acuerdo entre las partes involucradas en el conflicto, permitiendo la creación de Sudán del Sur en un periodo de seis años; la campaña militar del líder sudanés había provocado, de acuerdo con la ONU, un estimado de más de 300 000 personas asesinadas.
Luego de una investigación, la Corte Penal Internacional (CPI) formuló una orden de arresto contra al-Bashir por los cargos de genocidio y crímenes de guerra durante la campaña militar de 2003 a 2008. Sin embargo, ningún éxito se consiguió. Finalmente, en 2019 un golpe militar removió a al-Bashir del poder, quien fue luego encarcelado en el país por crímenes de menor gravedad. Así, un gobierno provisional civil-militar fue instaurado.
Este nuevo gobierno, liderado por Hamdok, anunció en agosto del año en curso que entregaría a al-Bashir a la CPI. La situación llevó a que militares aún leales al anterior líder sudanés intentaran un golpe de Estado en las pasadas semanas, fallando en el intento, pero ahora el acto de hace un par de días ha sido más exitoso. La situación podría escalar al grado de que la nueva junta militar pueda establecer ley marcial, además de otras imposiciones que limiten las libertades del pueblo sudanés.
Otra acción muy previsible sería poner en libertad a al-Bashir, reinstaurándolo en el poder y regresar a un régimen más autoritario que el que encabezó hasta hace un par de años. De entrada, el golpe de Estado efectuado en Sudán ha traído la mirada de la comunidad internacional y ha sido condenado por varios actores importantes, como EUA, RU, la Unión Europea, la Unión Africana y la ONU, entre otros.
Por ende, si el escenario efectivamente escala al grado de retornar a un régimen más autoritario generará descontento social en el país y en la comunidad internacional. Ambas situaciones son delicadas; en el primer caso la respuesta del régimen supondría una actitud de represión contra la población, lo que sería motivo de sanciones y, dependiendo de los intereses en el país y la voluntad de la comunidad internacional, una intervención de la ONU.
En cualquier caso, un golpe de Estado siempre es un evento delicado que debe revisarse con la atención necesaria por parte de la autoridad internacional. Habrá que seguir muy de cerca la serie de eventos en Sudán para evitar otro derramamiento de sangre; esa es justamente la responsabilidad de la comunidad internacional, la interrogante de siempre es: ¿lo hará?