Este martes 26 de octubre se realizó la tercera sesión del Parlamento Abierto organizado por la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados Federal, para revisar la propuesta de Proyecto de Egresos de la Federación (PEF) para el Ejercicio 2022 enviada hace unas semanas por el titular del Poder Ejecutivo Federal. En este caso, tocó el turno a los rubros relacionados con el paquere de Desarrollo Económico, entre los que se cuentan a la asignación para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. En este sector en particular un análisis histórico realizado por el doctor Fernando Fabián Rosales Ortega, integrante del colectivo Red ProCienciaMx, nos permite identificar la difícil realidad que actualmente enfrentan los científicos y tecnólogos de México.
Rosales encuentra que, si bien nominalmente el presupuesto para CTI propuesto para el 2022 muestra un aparente incremento del 4 % respecto del correspondiente al 2021, alcanzando la cifra de 93 mil 544 millones de pesos, que le coloca como el más alto en de los últimos seis años, en realidad éste sigue distando mucho del dinero asignado durante el trienio 2014-2016 y, lo que es más importante, en realidad –después de descontar inflación acumulada— resulta ser el más bajo de la última década como porcentaje del PEF, pues representa apenas el 1.3 % de éste. Y si lo medimos como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) de México, la asignación propuesta para CTI en el 2022 es del 0.33 % en recursos fiscales y 0.4 % en el total; lo que resulta ser sustancialmente menor al 1 % del PIB que la actual Ley de Ciencia y Tecnología mandata como asignación mínima para este sector; y lo aleja muy por debajo del promedio asignado por los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Pero igualmente importante a la asignación del presupuesto suficiente, lo es también el hecho de que esta inversión en CTI se ejerza adecuadamente. En este aspecto también tenemos una enorme oportunidad de mejora. Para muestra, algunos de los resultados presentados por el primer mandatario en su reciente tercer informe de gobierno. En dicho reporte se pueden destacar cuatro rubros que reflejan fehacientemente el castigo presupuestal que la ciencia, la tecnología y la innovación han acumulado en la primera parte del presente sexenio.
Lo primero que llama la atención es que el presupuesto asignado al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) durante estos tres primeros años se ha mantenido constante en 0.42 % del PEF, mientras que la inflación se ha acumulado al alza en el mismo periodo; además de que tal porcentaje representa un mínimo histórico en los más recientes 11 años. Las consecuencias de este estancamiento son ya evidentes, pues, por ejemplo, ha provocado que la inversión en proyectos de investigación científica y desarrollo experimental haya registrado en este 2021 su nivel más bajo de la última década y media, con una reducción del 32 % respecto del máximo histórico de 2015.
Igual de preocupante resulta la disminución del 14 % en la cantidad de personal dedicado a las actividades científicas y tecnológicas en nuestro país –investigadores, técnicos y personal de apoyo— durante el periodo de 2018 al 2021. Esta pérdida se amplifica si se compara con la acumulada durante el mismo periodo en la inversión para formación de talento especializado, en el que las becas de posgrado que ofrece el Conacyt han caído un 19 % en promedio, pero en mayor porcentaje aquellas para la realización de estudios en el extranjero, que han pasado de las 5 mil 406 que se asignaron en el 2015 a tan sólo 2 mil 521 de este 2021.
Es por toda esta debacle en CTI, que el Parlamento Abierto podría recomponer la tendencia negativa, si los diputados de la LXV Legislatura Federal deciden hacer caso de las opiniones expresadas por los participantes en la sesión de este día y volverlas vinculantes, por ejemplo, mediante la construcción de un PEF alternativo.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.