HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Fátima recuerda que, en su quinto cumpleaños, su hija mayor cerró los ojos y pidió que su padre regresara a casa. A año y medio de que su esposo, el médico Uriel Elías Guzmán, falleciera con síntomas de Covid-19, las cosas se han vuelto complicadas. Con doble trabajo para sostener a sus dos hijas y sin los seguros que les prometieron, la familia apenas alcanza a salir adelante.
Uriel era el principal sostén económico de la familia cuando falleció al contagiarse de Covid-19 en su trabajo como médico legista en la agencia del ministerio público de la alcaldía Miguel Hidalgo en la Ciudad de México, pero al no tener una prueba que confirmara el virus, no recibió el seguro que anunció el gobierno federal para las familias de los médicos fallecidos en la primera línea de atención de la pandemia.
Aunque el caso llegó a las autoridades federales y el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell anunció que se daría seguimiento al tema, los apoyos nunca llegaron para Fátima. Sus hijas recibieron una despensa cada una y la beca Leona Vicario para estudiar.
A una de las niñas le depositan únicamente la mitad de la beca porque estudia en una escuela del Estado de México, a 20 minutos de la casa donde viven en la Ciudad de México “y la beca es sólo para escuelas dentro de la Ciudad de México, pero es la escuela que nos queda más cerca”.
Antes de la muerte de Uriel, Fátima trabajaba los sábados y domingos de 8 de la mañana a 8 de la noche y el resto de la semana atendía a su familia. Al quedarse sin el principal aporte económico, ahora también tiene un empleo entre semana, de 10 a 3 de la tarde mientras dure la pandemia y deberá trabajar posteriormente la jornada completa.
“No hago más que resistir, más que otra cosa, tengo que ver primero por ellas, por mis niñas, preocuparme de ellas, no he tenido ni el tiempo para llorarle a mi esposo y ellas reclaman que pase poco tiempo porque conseguí un segundo trabajo. Todo se quedó en promesas de te vamos a ayudar”, lamenta Fátima.
“Es complicado, pero ahí vamos”
En mayo de 2020, la muerte de Uriel dejó al descubierto la vulnerabilidad laboral de miles de médicos en el país. Hugo López-Gatell afirmó en aquel momento que había cerca de 98 mil trabajadoras y trabajadores de la salud en condiciones precarias de contratación, bajo el esquema de honorarios y algunos, tenían más de 18 años en esas condiciones.
El colectivo “SOS, Héroes Caídos Sector Salud” exigió la regularización y protección del personal médico, porque de acuerdo con sus propias cifras, medio millón de trabajadores en el país no tienen derechos laborales ni prestaciones. Hasta la primera quincena de mayo de 2020, se tenían 111 fallecimientos del personal de salud y el 25 de agosto de ese año el gobierno federal informaba que se tenían mil 320 fallecimientos positivos a Covid-19 y 36 sospechosos.
En mayo de 2021, la Secretaría de Salud federal dio a conocer que sumaban tres mil 885 defunciones del personal de salud por la pandemia de Covid-19 y 185 muertes sospechosas por el mismo virus. Hasta ahora no se tienen datos precisos de cuántos trabajadores contaban con seguridad social.
Durante más de una década, Uriel trabajo en el mismo sitio y no consiguió una plaza. Fátima recuerda que en la Secretaría de Salud de la Ciudad de México le explicaron que por el tipo de contratación en el que se encontraba Uriel, a ella no le correspondía “absolutamente nada” y le exigieron el acta de defunción para darlo de baja.
Al principio, cuando ella denunció la situación que enfrentaba su familia, todos le prometieron apoyos, pero nunca se concretaron: “daban un número, al principio respondían bien, después decían es que yo no puedo ayudarla en eso, o simplemente dejaron de contestar”.
Un ejemplo fue el pago de marcha, el pago al que tiene derecho la familia para cubrir los gastos funerarios de los trabajadores. “Me dijeron que lo tenía que ver en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), pero ahí dicen que no tienen nada qué ver, que no es con ellos, que era en la alcaldía donde estaba, en la alcaldía decían que no porque no era personal de la alcaldía, sino personal de Salud y así estuvimos sin lograr nada”, señala.
Tampoco consiguió apoyo de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS). “Ahí dijeron que me darían un seguro para los deudos por parte de los bancos, pero me lo negaron, me dieron que no me lo podían dar por no estar casada con él, tengo un acta de concubinato, pero por no ser esposa, pues nos lo negaron, se decía que le podían pagar a los hijos, así que metí los papeles de mis hijas, pero dijeron que no se podía porque debe ser una persona mayor de edad”.
Sin dinero y sin más ayuda que la de su propia familia, Fátima le compró a un tío una tumba familiar para enterrar a Uriel y todavía la paga, “de poco a poco porque no tengo para un solo golpe, la pago en mensualidades, un mes le di solo la mitad de lo que acordamos porque no me alcanzó y me dijo que no me preocupara”.
Fátima acepta que el último año fue complicado, “pero ahí la llevamos. Lo único que nos dieron fueron las becas y una despensa a cada niña y listo, debo sobrevivir el resto de la vida con dos despensas”.
“Que papá regrese a casa”
La hija mayor de Fátima quiere ir a la playa y aunque sabe que su papá falleció, no pierde la esperanza de que su papá regrese. “Hace unos días fue su cumpleaños, cumplió 5, le hice un pastel y sándwiches, le compré un disfraz de Mulán y cuando apagó su vela fue muy fuerte para mí escuchar que en su deseo diga ‘que papá regrese a casa’. Escucharla fue un golpe muy fuerte, aunque sabe que él está con papá dios”.
Una de sus mayores preocupaciones es el poco tiempo que pasa con sus hijas por tener dos empleos para sostenerlas. “Mi mamá me ayuda a cuidarlas en la mañana, mi papá se jubiló para atenderlas. Tengo mi trabajo los fines de semana, donde conocí a mi esposo y donde trabajo desde hace diez años y entré a trabajar como administrativo entre semana. Me quedan dos días de descanso entre semana que aprovecho para limpiar, lavar, estar con ellas, darles tiempo”.
Las niñas le reclaman que ya casi no está con ellas y le duele, peo trata de explicarles que necesita ganar dinero para que estén bien, “para darles sus gustos, la mayor dice: llévame a los tacos, quiero ir a la playa, para eso se necesita dinero”.
Cuando Uriel murió, Fátima pidió el apoyo de una psicóloga para explicarle a sus hijas que su padre no regresaría. Desde el inicio les platicó que un virus “atrapó a papá y que era un virus muy fuerte, que lo lastimaba” pero siempre tuvieron la esperanza de volverlo a ver.
Sabe que no puede rendirse, “tengo dos pequeñas por las que debo salir adelante, por ellas trabajo de sol a sol, lo estoy haciendo por ellas, lo que gano es para solventar los gastos y de vez en cuando darles sus gustos, es bien absurdo, pero hasta el pagar unas papitas implica un gasto”.
“Me siento traicionada y muy decepcionada, porque como lo hablé con los jefes de Uriel: yo tengo la fuerza para trabajar, no estoy pidiendo nada para mí, yo me lo gano, lo que he pedido siempre es por ellas. Si me dicen: no te vamos a dar un solo peso porque lo vamos a meter en una cuenta para la universidad, no tengo problema, que me aseguren la educación de ellas, yo sé trabajar mi puedo trabajar mis hijas, pero esto ha sido muy difícil”, agrega.
Desafortunadamente en México se comercializa con la medicina. Los médicos son mal pagados y en su mayoría no se les reconoce su extenuante labor.