Los espacios públicos son los principales articuladores de una ciudad; en ellos sucede, o debería suceder, la vida pública, donde las personas tienen oportunidad no sólo de pasar por ahí, sino de un sinfín de actividades que pueden llevarse a cabo en solitario o interactuando con otros: sentarse bajo la sombra de un árbol a leer el periódico o un buen libro, platicar con conocidos y desconocidos sobre el clima o asuntos profundos, tomar un café sentado en una terraza, comer garnachas, manifestar ideas que deben conocer los demás, jugar a la pelota o a las escondidas, ejercitarse y un largo etcétera que permiten mantener la cohesión social de una comunidad.
La crisis sanitaria que en la que estamos inmersos ha hecho que repensemos los espacios públicos y las maneras en que interactuamos, sin embargo, el valor primordial sigue siendo el mismo: articulador de la ciudad, de las relaciones sociales y de las distintas actividades que suceden.
La vida pública debe sentirse segura, cómoda y variada. Cada día es más común ver plazas y jardines que no cuentan con los elementos necesarios para convertirse en espacios exitosos. Entre otras cosas, debemos asegurar que alrededor de ellas existan usos de suelo adecuados y diversos, como edificios importantes o comercios con grandes ventanales que le den “ojos a la calle”.
Es importante que no sólo se tengan plazas o jardines aislados en la ciudad, sino que formen parte de una red de espacios públicos conectados por calles seguras, accesibles, con sombra y mobiliario urbano adecuado, por las cuales el peatón pueda moverse fácil y cómodamente. En otra ocasión hablaremos de las calles como el espacio público por excelencia y que ha perdido su estatus al convertirse solo en líneas de asfalto por donde se mueven “cómodamente” los automóviles.
Los espacios públicos deben ser conscientes de su función social y deben diseñarse para cumplirla cabalmente. Son, en resumen, el principal catalizador para la cohesión de la ciudadanía.
Desde aquí hago un llamado para que las nuevas administraciones públicas que comienzan sus funciones no pierdan de vista lo que se considera como el origen de muchas ciudades, el espacio que permite que éstas sean más justas, resilientes, equitativas y sostenibles.
