En los pasados días, cientos de personas migrantes se concentraron en la frontera entre Bielorrusia y Polonia con la intención de cruzarla para solicitar asilo en algún país de la Unión Europea (UE). El evento provocó tensiones entre varias partes, escalando drásticamente y colocando a personas en riesgo. ¿Cómo puede leerse este movimiento?
De acuerdo con los reportes, cientos de personas migrantes provenientes del Medio Oriente se han agrupado en la frontera de Polonia y Bielorrusia para arribar a la UE. El evento ha sido enfatizado por el gobierno polaco como una crisis, descripción que también comparte la Comisión Europea (CE), pero que además ve en ella una clara intención del gobierno de Aleksandr Lukashenko por poner en jaque al conglomerado europeo de 27 naciones.
Parte de esta interpretación se obtiene del hecho de que, según algunos testimonios del grupo de personas migrantes, ellas fueron transportadas por las mismas autoridades bielorrusas a la frontera con Polonia, y se les impulsó a traspasarla. La situación hizo que el país miembro de la UE respondiera desplegando 12 mil elementos de seguridad para evitar a toda costa la entrada ilegal de personas.
No es la primera vez que el gobierno de Lukashenko realiza un movimiento de esta naturaleza contra la Unión. En los pasados meses, Polonia, Lituania y Letonia han reportado varios intentos de traspasar sus fronteras por parte de personas migrantes provenientes de Bielorrusia. Por ello, es comprensible la interpretación que Úrsula von der Leyen, presidenta de la CE, le otorga a esta situación.
El gobierno autoritario de Lukashenko, apoyado por el Kremlin, ha sido centro de mucha crítica doméstica e internacional, especialmente por parte de la UE, puesto que ha adoptado una serie de acciones y comportamientos que han lastimado a la población, instituciones, democracia y Estado de derecho bielorrusos. Por ello, y otras razones, el conglomerado europeo de 27 naciones ha impuesto reiteradamente una serie de sanciones, entre ellas económicas, a la administración del exmilitar bielorruso.
De esta manera, la acción de Bielorrusia de mandar a personas migrantes a la frontera con Polonia para desencadenar una crisis, no sólo para el país sino para toda la Unión, es vista como una medida de retaliación, aunque ello signifique desproteger a las personas migrantes y hacerlas aún más vulnerables.
No obstante, la operación de Lukashenko también puede interpretarse como una medida en la que coloca a las personas migrantes como arma, con el objetivo de crearle un conflicto a toda la UE y sea más fácil entablar una negociación con ella, en la cual Bielorrusia tenga ventaja. Lo anterior no es descabellado, sobre todo porque un movimiento de este corte ha sido apreciado en otros momentos con otros países. Es una estrategia que han utilizado Estados como Turquía tras los años más delicados de la Primavera Árabe, o incluso países más “rebeldes” dentro de la misma Unión, como Hungría.
Lo que se espera es que la UE imponga nuevamente sanciones severas contra el gobierno de Lukashenko, mismas que buscarán cambiar su comportamiento, pero con el apoyo de Moscú detrás se ve difícil que el objetivo se pueda cumplir. Invariablemente, el punto medular es el deleznable empleo que Bielorrusia ha llevado a cabo con las personas migrantes.
Ellas saben que en un país tan autoritario como lo es Bielorrusia su calidad como extranjeras las vuelve aún más desprotegidas contra la represión del Estado. Al dejarse trasladar a la frontera con Polonia, las personas migrantes sabían que fungían como parte de un plan orquestado por Lukashenko contra la UE, pero bajo sus condiciones no había muchas opciones disponibles para tomar. Podrá haber sido un movimiento muy ruin de Bielorrusia, pero la UE debe mostrar su liderazgo internacional y ayudar a las personas migrantes que hoy en día pasan el otoño frente a la frontera con Polonia.
