1
Siempre discute sobre la absolución del enriquecimiento. Y Carlos Slim es el centro de sus deturpaciones.
—¿Por qué el objetivo de un hombre —se pregunta ofuscado— puede estar sólo basado en acumular dinero pensando en cómo sustraerle pesos de más a la ciudadanía con la máscara de la bonhomía mediática?
No puede creer este hombre (el contrariado con Slim, no Slim) que el sueldo mensual del dueño de Telmex esté tasado, aproximadamente, en 600 millones de dólares y que algo de su inmenso poder económico únicamente lo comparta con otros millonarios bajo la bandera de la simulación disfrazada de donaciones altruistas.
—En 2010 cuando era el hombre más rico del mundo, sus ganancias por hora oscilaron en más de 2 millones de dólares —asegura, enfático, tomando el dato de las punzantes redes sociales.
… Pero cuando se le pregunta a este impugnador del empresario dónde puede uno depositarle una cifra simbólica para su activismo enjundioso contra la cruzada financiera monopólica, con humildad nos revela su modesta cuenta registrada en el Banco Inbursa.
2
Una mujer me dice que no hay nada peor en un hombre que su evidente misoginia, y subraya esta palabra porque, según ella, hay mujeres misóginas (“muchas más de las que podrías tú pensar, Roura”, me dice bajando un poco la voz para evitar ser oída, quizás, por alguna feminista que estuviera pasando casualmente cerca de nosotros), ya que es inaceptable, y recalca el término, “la aversión a las mujeres o la falta de confianza en ellas a estas alturas del siglo veintiuno”, y gestualiza con sus manos (sí, a veces se gestualiza con las manos aunque la correcta lexicografía nos haga señales reprobatorias por este abusivo uso de su connotación) la insoportable tensión que esto le causa.
—¡Y todavía hay quien, descaradamente siéndolo, quiere aparentar no serlo! Como si no se supiera la clase de hombre cuando se es un canalla misógino. Una los nota a la distancia, no basta con sólo oírlos…
Y finaliza su perorata con esta declaración de principios:
—¡Si no lo sabré yo, que vivo con uno en casa!
Bonita relación amorosa la suya, entonces.
3
Siempre tiene una palabra envilecedora para los actos de corrupción. No da crédito a los descaros tanto de los corrompidos como de los corruptores. Se ha reído, diríase permanentemente, de los corruptos. Como periodista, los políticos le causan fobia por sus prácticas, asevera, “simuladamente corruptas”. Por eso los denuncia, no se cansa de ello. Pero cuando le pregunto por sus colegas, entrañables amigos suyos, que reciben chayotes o mordidas por encubrir a tal personaje o por silenciar tal asunto me dice, alterado, que de esas cosas nada sabe.
—¡Roura, perro no come carne de perro, por favor! —casi me grita.
Y cuando es invitado, en un periodo priista, a estar al frente de la agencia del Estado se enriquece a carta cabal responsabilizando de los pormenores periodísticos a la directiva sindical, la controladora no sólo de los manejos oficiosos de la información sino de los presupuestos gravitatorios de la empresa.
—El dinero me llegaba de manera transparente, yo no iba tras él de modo indeseable —dice con humildad creíble.
Y muchos están de su lado.
4
De súbito, dos cineastas deciden apoyar generosamente a los pequeños videoastas con un programa que circulará en todos los estados de la República, el cual servirá para difundir los trabajos de la gente creadora. Los institutos regionales se aprestan, con celeridad, a respaldar tal énfasis altruista. Los cineastas filántropos son exaltados en demasía y su presencia es dimensionada en la sociedad, pero cuando sale a la luz, varios años después, la filtración de los millones de pesos que para tal actividad recibían de los gobiernos anteriores… la supuesta caridad es puesta en duda por numerosos ciudadanos, apresurándose los cineastas a no negar el hecho sino a decir que ellos no han tomado un solo peso de las aportaciones oficiales a su asociación civil
—¿De veras hay quien crea que los famosos ponen un quinto de sus bolsillos para cuestiones caritativas, aunque sean culturales? —se pregunta un indignado cuya asociación civil cultural no ha recibido nunca un peso de ninguna institución empresarial dedicada a apoyar estas acciones ciudadanas.
5
El Museo del Estanquillo exhibe una nueva exposición y la curadora de la misma dice, tajantemente, que en los objetos “inservibles” de Carlos Monsiváis se aprecia el gusto musical del intelectual, fallecido a los 72 años de edad en 2010. Además, aseguró que entre sus preferencias no estuvo incluida gente como Luismi, José José o Juanga: reflejo de su inclinación por la calidad musical, no por la inducción musical.
—Pero, vamos, ¿acaso no fue este crítico de la música el que le abriera las puertas de Bellas Artes de par en par a Juanga por ser su incondicional fan?, ¿o ya este flirteo verídico pasó al olvido para devolverle razonamiento artístico al cronista cuyo nombre está fijado al alimón del Estanquillo, recinto convertido hoy en museo, por cierto obsequio de Carlos Slim al irrefutable intelectual? —se pregunta un cantante de folclor en la espera inútil de recibir una donación en el Centro Histórico para construir un museo dedicado a las tradiciones y costumbres mexicanas.
6
Se dice sorprendida porque a su hombre lo han llevado preso, acusado de asesinato, investigación que muy pronto se multiplicaría para convertirlo en asesino serial con más de medio centenar de crímenes, pero su esposa se niega a creerlo.
—Es tan lindo conmigo —dice su mujer, empañada en lágrimas—, siempre es tan cariñoso, incapaz de matar una mosca. Los cargos en su contra son evidentemente falsos. Sí, alguna vez henos reñido, como en cualquier matrimonio bien avenido, incluso golpes pequeños, naturales, tal vez provocados por mis enojos, pero nada insano. ¡Yo lo amo, es el padre de mis hijos! —enfatiza la esposa mirando cómo se llevan esposado, valga la redundancia, a su marido.
El amor, en efecto, enceguece los sentimientos.
7
El periodista, calificado de progresista y perdóneseme la espontánea rima, entrevista en su programa radiofónico al líder sindical —sin interrumpirlo ni cuestionarlo— sobre la huelga sostenida en su sitio laboral abocado a ofrecer información cotidiana. El líder habla de despidos injustificados, violencia contra los derechos humanos, usurpación de funciones y otras jerigonzas mal nacidas, según el desbocado líder sindical.
El periodista progresista —y sigue la rima dándonos sobresaltos soeces— lo escucha, atento, para concluir que su lucha —la de los sindicalistas, no la suya propia, la cual desconocemos— es legítima, que los acompañará en sus penurias.
Dos días después un colega, que escuchó desconcertado su programa radial, le pregunta si conoce el trabajo del líder sindical con el que conversara plácidamente. El progresista niega con la cabeza.
—Con razón no sabías cómo hilar la charla —dice el colega al progresista—, pero ojalá la empresa que representas contrate a los huelguistas para que conozcas de cerca su trabajo. Ya me dirás luego los resultados. Yo creía que siempre te informabas acerca de tus entrevistados…
Y ríen ambos, camaradas que son del oficio.
8
El director habla en público acerca de su digno ejemplo incorruptible, dice que acabará con ese mal que tiene al país en la lona moral, que todo acto inmoral debe denunciarse, que nadie debe callar, que ya es hora de que la ciudadanía haga valer su voz.
Los aplausos son estrepitosos, pero en ese momento en la alcaldía que gobierna una burócrata dice a una señora que le hace falta un papel por lo que ya no le es posible recibir el apoyo económico en un principio ofrecido, porque, ¡y es una lástima corroborar el crucial hecho!, precisamente este es el último día de la admisión de documentos.
La señora se muestra sorprendida: esta es la sexta vez que acude, puntual, a la cita, y nadie, nadie, le notificó el requisito de tal acta, pero dice que en una hora la traerá, que la espere tantito, mas la burócrata niega con la cabeza: ¡qué lástima, pero ella ya se retira de la oficina!
Y le dice, con desesperación, que su turno se ha terminado, que por favor pase a retirarse, so pena de llamar al equipo de seguridad.
Ya en el pasillo de salida, un funcionario menor que la acompaña hasta la puerta principal, le dice que no se preocupe… que hay todavía manera de salvar el tropezón de su irresponsable maniobra documental… que pase a verlo mañana… que siempre hay caminitos de solidaridad compasiva, sólo que en lugar de los cinco mil pesos de la ayuda inicial comprometida, ahora se reducirán a únicamente la mitad a través de un resuelto manejo de papeles y su firma de aprobación.
La señora se retira de la alcaldía llena de esperanza para su retorno al siguiente día.
9
Las muchachas se hallan a lo largo de la calle de San Pablo, son jóvenes, apenas acaso rebasan los veinte años de edad, algunas incluso se aprecian más jóvenes, minifaldas que exhiben piernas sinuosas, caderas prominentes, las más de ellas de rostro bonito, o lo que la belleza nos ha dado en calificarlo de ese modo, escotes atrevidos, todas sonrientes, se miran alegres, cuerpos sinuosos, o ya nadie contempla a los hombres pasar, todas ellas irradian contentura mirando, con arrobo, sus celulares, vaya uno a saber qué miran o qué escriben mas su concentración las muestra felices, o con algo de felicidad en sus vidas.
Un hombre se acerca preguntándole el costo por estar con ella y ella, sin dejar de contemplar la pantalla de su teléfono móvil, le responde una endeble cifra.
Los tiempos están cambiando, efectivamente.
10
Llega Belinda en un suntuoso helicóptero a Michoacán para ir a una actividad de gala, pues ha sido invitada especial del gobernador, así como han llegado veintenas de artistas televisivos a lugares por demás sofisticados para regodearse con los millones de pesos que luego podrán tener en sus respectivas billeteras aduciendo, por supuesto, obedecer a sus “éticas artísticas” que les impone presentase en los sitios —sin importar cuáles son— donde los acuerdos son solventados correctamente porque, dicen, su trabajo es para las audiencias capacitadas de airear sus finanzas sin prejuicio alguno. Por eso los artistas han ido, y siguen yendo, a entretener incluso a los grandes capos de la droga sin medir las consecuencias porque, aseguran enfáticos, su labor es justamente la de complacer a la gente sin mortificarse por la clase social de donde provengan los dineros ya que los artistas, ¡por Dios!, no se alimentan de ilusiones.
De ahí que gente como Belinda se alce de hombros cuando ahora el ex gobernador michoacano es señalado de corrupto.
Ella qué, a ella —con su fama mediática ganada a pulso, que le da derecho a hacer lo que le venga en gana expropiando económicamente su propio estigio—… a ella esas minucias no le van ni le vienen, a ella que la dejen en paz.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE #OFICIOBONITO, DE VÍCTOR ROURA, EN LALUPA.MX
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