El cohete funcionó a la perfección, sólo que cayó en el planeta equivocado.
– Wernher von Braun, ingeniero alemán responsable de la creación de los cohetes V2.
En 1942, durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, Wernher von Braun diseñó el primer misil balístico de combate, con la capacidad de hacer vuelos largos, incluso de llegar a alturas suborbitales. Cuando el ingeniero alemán hizo el primer prototipo, soñó con que llevaría a la humanidad al espacio; sin embargo, los más de 5 mil cohetes que fueron lanzados contra objetivos civiles y militares en Reino Unido y Bélgica llevaron bajo tierra a unas 10 mil personas.
Una piedra, un palo, un cuchillo, una pistola o un explosivo no son más que herramientas sin un propósito claro; popularmente se dice que las armas no son las que matan, sino la gente. Por lo tanto, al hablar de ellas, lo más relevante deben ser las intenciones e intereses que existen detrás.
El mercado internacional enfocado en el diseño, transportación y venta de armas es igualmente problemático: sin importar si se trata de comercio legal o mercado negro, ambos se caracterizan por conjugar intereses, dinero y poder.
Desde el argumento anterior se asoma uno de los principales defectos del comercio internacional de armas: la regulación. Si bien el mercado negro es, por naturaleza, imposible de regular, pues su objetivo es la magnificación de sus ganancias, evadiendo procesos de seguridad en la fabricación, así como los impuestos y aranceles o los filtros de selección de clientes, tampoco el mercado legal, por estar inscrito dentro de las normas locales e internacionales, ha resultado más sencillo de controlar, al contrario: el negocio armamentístico es billonario y en el confluyen intereses de empresas y gobiernos por igual, por lo que difícilmente responde a otras demandas que no sean las de sus compradores.
Esta falsa dicotomía se retrata a la perfección en los modelos de venta de armas más comunes en el mundo, el redondo y el directo. El primero consiste en no limitarse a la venta de armas, sino incluir capacitaciones, entrenamientos, asesoría y servicio, elevando el precio y la capacidad de control sobre el cliente, una vez realizada la transacción; este modelo fue desarrollado por EE. UU. y algunos de sus aliados después de la IIGM. Por su parte, el modelo directo es por el que han optado potencias armamentísticas emergentes como China o India, que sólo venden el producto, haciéndolo accesible para el comprador y difícil de rastrear. A pesar de que ninguno de los modelos anteriores es considerado ilícito, ambos tienen amplias zonas grises, que resultan ser sus mayores fortalezas.
Justo en ese sentido, actualmente México libra un debate jurídico y político en contra del comercio de armas desregulado en Estados Unidos, que ha provisto a las organizaciones criminales del país durante las últimas décadas. Por un lado, la cancillería mexicana –desde su presidencia temporal– presentó la urgencia de regulación y monitoreo en el Consejo de Seguridad de la ONU hace unas semanas; por otro, la representación diplomática en la Unión Americana emprendió acciones legales en contra de 11 compañías fabricantes de armamento, que no sólo comercializan sus productos sin miramientos morales, sino que han creado toda una línea diseñada para el mercado mexicano. Tal es el caso de la Colt .38 Super “Emiliano Zapata 1911”, que ostenta la frase “Es mejor morir de pie que vivir de rodillas” en el cañón, y que fue utilizada para asesinar a sangre fría, frente a su hijo, a la periodista Miroslava Breach en 2017.
Es evidente que, incluso en el mercado legal de armas, la regulación es un reto; no sólo para quienes tratan de instaurarla, sino para los que desean evitarla. El control en el comercio de armas tiene raíces en las negociaciones y sanciones (comerciales y diplomáticas), con cientos de ejemplos a lo largo de la historia. Sin embargo, la realidad es que los mejores esfuerzos en la materia tienen menos de 30 años en formulación, todavía menos en funcionamiento: ni el Arms Trade Treaty (ATT), ni el United Nations Register of Common Arms (UNROCA) han conseguido conjugar los intereses de las naciones armamentistas para hacer lo más mínimo, es decir, un registro de las armas comercializadas en el mundo.
Pensar en un mercado de armas regulado –al menos en ciernes– permite abordar otros obstáculos, como lo son las cadenas diferidas de compraventa de insumos para la producción de armas utilizadas por grupos terroristas y pequeños gobiernos; o la prohibición de ciertos artefactos, pero todo comienza con el registro y el control.
Frente a este panorama, pareciera que la única vía para una verdadera regulación es el incremento de capacidades coercitivas de las instituciones responsables; eso también incluye al derecho internacional, que debe buscar crear acuerdos, leyes y sanciones bajo el precepto de igualdad ante la ley, por ejemplo.
La cruzada multidimensional de México para impulsar un comercio armamentístico más estricto, específicamente en el ámbito internacional, no busca de ninguna forma intervenir en el derecho constitucional estadounidense, que es un tema delicado; más bien, exigir al gobierno norteamericano regulaciones claras sobre sus empresas –legalmente constreñidas– para evitar que sean estas las que provean a organizaciones criminales, sin importar el ingreso que les representen. En incontables ocasiones, países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU han propuesto y llevado a cabo sanciones –con motivaciones políticas– a naciones que producen o venden armas; sin embargo, con frecuencia esos países cometen faltas y no reciben las mismas sanciones. O ninguna en lo absoluto.
Finalmente, legal o ilegal, es complicado abogar por las intenciones de los productores y compradores de estos productos; si el único propósito que se le da a las armas es dañar, incluso en defensa propia, ninguna finalidad es benigna. La regulación, en el mejor de los casos, al menos dejará ver quién es quién.