Autoría de 3:40 pm #Opinión, Vox Populi

Una nueva era de cooperación para el desarrollo y las instituciones internacionales – Brenda Olvera

Introducción

La intención de este ensayo es argumentar el papel de los Estados y de las instituciones en la cooperación internacional para el desarrollo (CID), comenzando por el análisis de sus orígenes, medios y consecuencias. Así mismo, se busca demostrar, desde una perspectiva realista, que la noción de desarrollo no responde a la supuesta solidaridad dentro de la comunidad internacional, sino a los intereses propios de las potencias, las cuales han transformado los proyectos de desarrollo en mecanismos de control e imposición completamente occidentales y capitalistas, que acrecientan los niveles de desigualdad en el escenario internacional.

Considero que se deben analizar los acontecimientos alrededor del mundo, pues los discursos pueden plantear visiones utópicas que en la realidad aparecen como todo lo contrario. En el caso de la CID, es necesario cuestionarse el concepto mismo de desarrollo, sobre sus motivos y objetivos, e ir más lejos de la superficie, que muestra una colaboración solidaria entre naciones, ya que detrás de ese telón se esconden problemas más profundos, como las verdaderas causas del rezago de los países subdesarrollados. La condición de estas regiones no se debe atribuir a la capacidad de su población, como comúnmente se hace, sino que se debe ver más allá; posicionarse a un nivel macro que permita observar que la razón principal por la que los países subdesarrollados se encuentran así es debido al sistema internacional, el cual funciona a base de la superioridad de algunos países a costa de la mayoría. Cuestiones como esta no son tomadas en cuenta al momento de plantear los objetivos oficiales, tanto de la cooperación internacional como de las organizaciones internacionales en general. El discurso de desarrollo pretende dar una imagen de ayuda y colaboración, al tiempo que trata de esconder que los países que “ayudan” a los Estados subdesarrollados son los mismos que obstaculizan su progreso.

Antecedentes y el papel de la CID en la construcción del orden internacional

Al término de la Segunda Guerra Mundial, la cooperación para el desarrollo comenzó a cobrar fuerza debido a la necesidad de recuperarse de la crisis posguerra. Posteriormente, la CID fungió como mecanismo de alianza política durante la Guerra Fría; época en la que la visión eurocéntrica fragmentó el mundo, dando etiquetas a cada nación, distinguiéndose de esta manera las naciones desarrolladas de las subdesarrolladas.

Es en ese contexto en el que los Estados vencedores comenzaron a formar instituciones internacionales más fuertes, cuya función era expandir los modelos occidentales por todo el mundo, tales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), entre otras construidas bajo la misma visión. De tal forma que las principales potencias occidentales, a través de sus instituciones, moldearon el orden internacional a su conveniencia, enfocándose en la transformación de las sociedades no occidentales y subdesarrolladas.

Dichas instituciones y organizaciones internacionales en primera instancia pueden percibirse como esfuerzos en materia de gobernanza global (GG) para lograr un entendimiento común y dar respuesta a los problemas globales. No obstante, a diferencia de lo que dicen los discursos oficiales, las instituciones y la misma CID esconden motivos egoístas que derivan de los intereses propios de cada nación, principalmente, de las potencias occidentales, las cuales se han encargado de establecer el orden y la estructura mundial.

Análisis del concepto de desarrollo y su relación con la cooperación

La CID enmascara relaciones históricas de poder, por lo que es necesario analizar el discurso de desarrollo, ya que este, al tener un carácter económico, se encarga de legitimar la explotación, la desigualdad y claramente no beneficia a quien debería. Es de carácter urgente cuestionarse el concepto mismo de desarrollo, para quién y desde quién está pensado.

El desarrollo es un concepto histórico que a lo largo de los años se ha transformado, en consecuencia, su significado es impreciso, aun así se puede decir que: “desarrollar es el proceso por el cual una comunidad progresa y crece económica, social, cultural o políticamente” (Pérez 2015, párr. 1). Los huecos que existen en su definición hacen que la interpretación de “desarrollo” sea ambigua, lo cual en la ejecución genera más problemas que resultados, ya que por años el desarrollo se ha centrado sólo en el crecimiento económico, dejando de lado las verdaderas condiciones de la población.

Implicaciones de la CID en la estructura del sistema internacional

Con la CID las potencias dan una imagen de apoyo cuando en realidad lo que hacen es perpetuar condiciones de desigualdad y poner a su disposición al resto de los países, dado que el sistema internacional está diseñado de modo que la división entre centro y periferia sea necesaria para que pueda funcionar.

La estructura internacional está organizada en dos polos; por un lado, están los Estados ganadores, y por el otro los perdedores. En el caso de América Latina, Asia y África, su papel es claro, son regiones encargadas de satisfacer necesidades ajenas. Como afirma Galeano (1971), América Latina es la “sirvienta” de las grandes potencias mundiales, y el mismo principio aplica para Asia y África, ya que se encuentran subordinadas y en un nivel de inferioridad bajo el control de las potencias hegemónicas.

Así mismo, la supuesta cooperación para el desarrollo otorgada por las potencias crea una condición de dependencia en los países receptores. El presupuesto que las potencias otorgan a los países “subdesarrollados”, ya sea en calidad de inversión o de ayuda en cierto grado, representa una forma de control, pues la mayoría son condicionadas; un ejemplo de ello es la imposición del modelo neoliberal o los privilegios que se les dan a las empresas transnacionales en esos territorios.

De esta forma, la noción de desarrollo, al igual que las principales instituciones internacionales, surgen de una perspectiva totalmente eurocéntrica, capitalista y colonial, que consolida a occidente como superior y único modo de vida, pensamiento y cultura. Así mismo, impone al resto del mundo una forma de saber y hacer a la cual aspirar. Sin embargo, la idea de que el desarrollo es un proceso por el cual las naciones pobres o subdesarrolladas, con mucho esfuerzo, pueden llegar a ser potencias y tener las mismas condiciones de vida, es errónea, pues la estructura mundial está pensada de forma en que la desigualdad persista. “El subdesarrollo no es una fase previa al desarrollo, sino que es su producto, y en buena medida es el resultado del colonialismo y del imperialismo” (Gudynas 2012, p. 24). Por lo que seguir los modelos que las potencias imponen no acerca a los demás países a su posición, al contrario, se convierten en peones al servicio de sus intereses, en países dependientes.

Es evidente que el discurso de “desarrollo” ofrece un panorama atractivo para los Estados “emergentes”, no obstante, dicho discurso esconde grandes consecuencias, ya que se plantea desde un contexto muy distinto, por lo que alcanzar estas condiciones es casi imposible y su camino implica sacrificar cultura y naturaleza. A diferencia de lo dice el discurso, la CID no es efectuada por motivos de solidaridad ni mucho menos se trata de una cooperación horizontal; al contrario, es vertical y con una inclinación hacia los beneficios del país emisor, puesto que la decisión de “cooperar” sólo se lleva a cabo después de considerar que los resultados sirven a los intereses del emisor, sin importar sus consecuencias en el país receptor. De modo que puedo aseverar que el presunto proceso de “desarrollo” se hace a cuestas de la destrucción cultural y natural mediante la industrialización y mercantilización excesiva.

Aspectos negativos de la CID en su ejecución y del concepto de desarrollo

Como se ha podido entrever en párrafos anteriores, el fracaso del desarrollo es claro, a pesar de tantos años de esfuerzos de los países subdesarrollados y del presupuesto otorgado en nombre de la CID por parte de las potencias, estas naciones siguen sin superar sus carencias e incluso algunas se han acrecentado. Debido a esto han surgidos críticas en torno a este tipo de cooperación; en respuesta ello, las grandes organizaciones internacionales como la ONU se han esforzado por mejorar, y hacer frente a tales críticas, implementando nuevas metas como las expuestas en los objetivos del milenio y posteriormente en los objetivos de desarrollo sostenible. Pero vale la pena tomar en cuenta que, como argumenta Quintero (2013, p. 77), “la Organización de las Naciones Unidas es una entidad política reguladora de los conflictos globales y protectora de los intereses imperiales tras una apariencia democrática”, al igual que muchas de las instituciones internacionales. De manera que, aunque la CID trabaje en disfrazar sus verdaderas intenciones de explotación e imposición, los hechos, de la mano de la estructura asimétrica internacional, exponen su realidad como instrumento político y económico de dominación occidental y por ende capitalista.

Actualmente el desarrollo es concebido como crecimiento económico y una expresión del capitalismo, pues su finalidad es la acumulación mediante la explotación, tanto de recursos naturales como de seres humanos. La noción de desarrollo no considera otras variables, dada la falsa idea de que el resto de los problemas sociales, como la hambruna y la salud, se resolverán al aumentar el nivel de industrialización y el producto interno bruto (PIB), el cual es entendido como el valor total de los bienes y servicios producidos en un país por un periodo determinado.

El desarrollo representa un pretexto que los Estados de primer mundo utilizan para persuadir a los Estados del tercer mundo de aceptar enormes sacrificios, y legitimar la destrucción de formas de cultura, con el fin de explotar y progresivamente destruir el medio ambiente, al igual que justificar formas de dependencia que refuerzan el carácter predatorio del sistema productivo (Gudynas 2012). El discurso del desarrollo ha insertado una falsa ideología en las poblaciones de países subdesarrollados, la cual dicta que es necesario acumular sin importar las consecuencias. Tal convicción representa un grave riesgo para la diversidad que las regiones poseen, puesto que el discurso tradicional de desarrollo requiere de la uniformidad social y por ende de la destrucción de todo lo diferente, de esta forma, la multiculturalidad se convierte en un asunto del pasado.

Así mismo, el desarrollo funge como un mecanismo de clasificación eurocéntrica por medio del cual se mide al resto de las naciones, comparándolas con el parámetro que las potencias occidentales han impuesto. De esta manera es posible percibir la idea de “desarrollo” como la continuación del proceso de dominación por parte del centro hacia la periferia a través de la imposición de modelos occidentales que procuran la estructura actual del sistema, es decir, buscan mantener la desigualdad entre Estados. Como apunta Quintero (2013, p. 74), “si el desarrollo ha logrado ‘desarrollar’ algo a lo largo de su historia, ha sido la desigualdad y la asimetría a nivel global”.

Desde la perspectiva realista, el sistema internacional no es justo, mucho menos pacífico ni cooperativo, los Estados se encuentran en una continua competencia con el afán de tener más poder, en la cual cada una de sus acciones es motivada por intereses propios y no por el bienestar de la comunidad internacional. Manteniendo la perspectiva realista, el desarrollo no es más que un discurso de imposición y control que asegura el orden mundial a favor de las potencias, creando relaciones asimétricas entre naciones.

Conclusión

Es evidente que el sistema internacional está transformándose, el contexto actual exige reformas para mejorar la capacidad de respuesta a problemas globales. Los cambios en la distribución del poder dentro del sistema internacional hacen que la balanza se incline hacia probar y adoptar nuevos enfoques, los cuales han ganado mayor relevancia en el escenario internacional, en contraste con el enfoque occidental, que está en declive y que cada vez pierde más legitimidad. Parece inminente el fin del mundo dominado por una sola hegemonía y el retorno de la estructura multipolar; por esta razón, las instituciones internacionales, y en general la GG, debe reformarse y adaptarse al momento actual, para hacer frente de manera adecuada a los problemas más apremiantes, como el medio ambiente, la pobreza y la desigualdad.

El fortalecimiento de instituciones y organizaciones internacionales es clave; para ello pueden apoyarse los procesos de regionalización, ya que como asegura Herz (2014), estos no sólo impactan en las regiones en las que se encuentran, sino que trascienden a otras zonas. Por lo que pueden ser aprovechados por las instituciones internacionales, puesto que están mayormente enfocadas en el bienestar de las poblaciones y en incentivar su desarrollo en cuanto a calidad humana, no sólo enfocándose en el crecimiento económico, cualidades que sin duda se deben adoptar.

Además, otro aspecto que enriquece las reformas de las instituciones son los diferentes enfoques que han surgido como consecuencia de la insatisfacción del resto de los países con el sistema occidental que rige el mundo, ya que este se ha encargado de perpetuar las desigualdades al mantener estructuras jerárquicas que posicionan a los países occidentales como superiores y dejan de lado la distribución de los bienes globales por el afán de satisfacer sus propios intereses. Dicha occidentalidad ha tenido consecuencias graves tanto en sociedades como en el medio ambiente, lo que ha generado la fragmentación en la GG y descontento alrededor del mundo. Por esta razón, dichos enfoques son valiosos; ayudan a conocer las diferentes perspectivas y necesidades alrededor del mundo.

Las instituciones internacionales formadas en la posguerra bajo la óptica occidental han mostrado múltiples veces ser ineficientes en la resolución de problemas globales, a pesar de lo que sus discursos oficiales dicen. Parte de esas fallas radican en que son muy laxas. Al no representar una verdadera obligación para los Estados, estos actúan como mejor les parece. Aunque la comunidad internacional apoya el gobierno global, cada Estado sigue protegiendo su poder y velando por sus propios intereses, especialmente las potencias. Por lo que surgen críticas hacia ellas, una de las más fuertes argumenta que las instituciones internacionales responden a los intereses de las potencias más poderosas y no a intereses globales. Sólo dan una imagen de cooperación cuando en realidad no hay ningún compromiso confiable (Gordenker 2014).

Si bien, la mayoría de los Estados están de acuerdo en cooperar, gran parte de dicha cooperación está condicionada, se otorga sólo cuando se consideran los beneficios que obtendrá de ello el donador, o simplemente se trata de dar una imagen, lo que ocasiona que sea poco efectiva. Por este motivo es preciso centrarse en los problemas globales y no sólo en los propios. La globalización y los retos que plantea el contexto actual hacen inviable seguir con ese comportamiento egoísta, por lo que la GG, a través de diferentes instituciones, cobra especial relevancia para emprender esfuerzos colectivos para identificar, comprender y abordar problemas mundiales que van más allá de la capacidad de un Estado.

Finalmente, al reflexionar sobre las consecuencias del supuesto “desarrollo” considero que se debe salir de la dinámica mundial del capital para no vivir subordinados a las potencias. Así mismo, es necesario buscar alternativas al desarrollo y otro tipo de economías que consideren la naturaleza y la cultura como elementos de suma importancia, que deben conservarse. Siguiendo esta línea, los objetivos de desarrollo sostenible representan un primer paso hacia un mayor bienestar global, pero no basta con modificar los objetivos, sino que se requiere cambiar las estructuras de las instituciones internacionales que intervienen.

Los cambios en el sistema internacional requieren coordinación y cooperación de todos los actores, promoviendo la participación en igualdad de condiciones, para que de manera conjunta y desde diferentes perspectivas se juzgue lo que se debe conservar, modificar o incluso eliminar de la actual GG, incluyendo sus instituciones. Además, se deben emprender esfuerzos conjuntos para conservar la estabilidad, la paz y la seguridad a nivel mundial (Cerutti 2012), pasar del marco de acción nacional y comenzar a pensar a un nivel internacional para lo cual el papel de las instituciones internacionales es imprescindible.

La actual crisis ha impuesto grandes retos para la comunidad internacional, obliga a repensar el futuro de la CID, el de las instituciones y el de la gobernanza en general, reflexionar sobre lo que se está haciendo, las fallas y las áreas de oportunidad que se pueden aprovechar, todo esto con el propósito de mejorar.

Referencias

  • Cerutti, F. (2012). Two Global Challenges to Global Governance. Global Policy, 3(3): 314-323.
  • Galeano, E. (1917). Introducción: ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta, En Las venas abiertas de América Latina (México: siglo XXI Editores).
  • Gordenker, L. (2014). The UN System. En Wilkinson, Rorden & Thomas Weiss, International Organization and Global Governance, New York: Routledge, 209-222.
  • Gudynas, E. (2012). Debates sobre el desarrollo y sus alternativas en América Latina. En grupo permanente de trabajo sobre alternativas al desarrollo más allá del desarrollo. Fundación Rosa Luxemburg/ediciones Abya-Yala.
  • Herz, M. (2014). Regional Governance. En Wilkinson, Rorden & Thomas Weiss, International Organizaiton and Global Governance, New York: Routledge, 236-250.
  • Quintero, P. (2013). Desarrollo, modernidad y colonialidad. Revista de Antropología Experimental nº 13, 2013. Texto 5: 67-83. ISSN: 1578-4282. Universidad de Jaén: España.

BRENDA OLVERA ES ESTUDIANTES DE SÉPTIMO SEMESTRE DE LA LICENCIATURA EN RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO (UAQ)

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Last modified: 30 diciembre, 2021
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