La atención plena, más conocida como Mindfulness, es un ejercicio de respiración consciente para traer la mente donde está el cuerpo, ¿cómo se logra esto? A través de un entrenamiento constante, perseverancia, disciplina, actitud y una buena dosis de voluntad. Entre los beneficios de vivir en consciencia se encuentran: la disminución del estrés y la agresividad, se realiza mejor el trabajo, se cometen menos errores, prospera la capacidad inter e intrapersonal, se desarrolla la empatía y la resiliencia, crece la estabilidad emocional, mejoran los niveles de memoria, etcétera.
Una primera práctica de consciencia plena, quizás la más utilizada, es elegir un espacio tranquilo y colocarse cómodamente (aunque acostarse es cómodo, no se recomienda porque la persona podría quedarse dormida), sentarse en una silla con la espalda recta o sentarse sobre un tapete para yoga con las piernas entrecruzadas, cerrar los ojos y concentrarse en un objeto que, en un primer momento, puede ser la respiración. Lo que ocurre cuando se realizan los primeros intentos de esta práctica es que la mente se distrae o se dispersa. Para volver es necesario observar la respiración: cómo entra el aire y sale por la nariz, cómo se infla y desinfla el abdomen. Con la práctica, cada vez será más fácil concentrarse en la respiración y dejar pasar los pensamientos.
De hecho, para el ejercicio se puede empezar por observar la variedad de pensamientos. Ayuda imaginarse a sí mismo conduciendo por una carretera de dos carriles. El carril más lleno son los pensamientos, ¿qué estamos pensando?, ¿en los pendientes del día?, ¿en las deudas?, ¿los problemas del hogar o del trabajo? Al caer en cuenta de nuestros pensamientos, podemos cambiar al carril más fluido. Es muy seguro que regresaremos al carril lleno, porque los pensamientos siempre están ahí. Nuestra tarea será darnos cuenta y volver de manera consciente al carril ligero.
Si por alguna razón no se tiene el espacio, o el ajetreo del día a día dificulta el ejercicio de la atención plena, se pueden aprovechar otros espacios y convertir la práctica del Mindfulness en un hábito. Lo primero es elegir una actividad rutinaria, por ejemplo, comer, bañarse, lavar la ropa, estudiar o conducir. Si estamos comiendo, se practica Mindfulness al concentrarse en las texturas, los colores y los olores de los alimentos: ¿qué sabores distinguimos?, ¿masticamos suficiente?, ¿resalta algún color?, ¿qué siente el cuerpo al probar esos alimentos? Si vamos caminando, ¿qué sonidos percibimos?, ¿sentimos los rayos del sol y cómo queman nuestra piel?, ¿percibimos cómo el viento recorre nuestra cara?
Hacer conscientes los pensamientos y sentimientos a través del Mindfulness facilita la toma de decisiones y actuar de manera más eficaz en situaciones complejas.