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Tailandia: la securitización de la prostitución en la capital del sexo turismo – Mónica Rodríguez

Introducción

El trabajo sexual se encuentra estrechamente ligada con el capitalismo y el patriarcado, convirtiéndose en uno de los trabajos más antiguos en la historia. Es el resultado de diversos factores estructurales, como lo son la desigualdad social, política y económica de la mujer, así como su rol en la sociedad. Diversos estudios de género cuestionan este tema: ¿debe regularse o abolirse? Por lo tanto, resulta relevante analizar este fenómeno en la capital del sexoturismo: Tailandia. La cuestión con la prostitución en Tailandia parte de que “El cuerpo de las mujeres tailandesas se convirtió en una de las principales bases del crecimiento de la economía tailandesa” (Brody, 2006). Este impacto tuvo como resultado la legitimación de esta práctica desde un ámbito cultural, religioso, legal, político y económico.

Contexto de Tailandia: causas del alto índice del trabajo sexual

Se estima que entre el uno y el nueve por ciento de la población en Tailandia trabaja en el sexo servicio (Kelley, 2015). Lo anterior es resultado de diversas causas. Una de estas es el rol que tiene la mujer en el budismo, considerando que aproximadamente el 93% de la población practica esta religión[1]. En Tailandia domina el Budismo Theravada, el cual perpetúa y refuerza prácticas patriarcales, además de no condenar ni estigmatizar la prostitución.

Específicamente, Thista (1980) desarrolla algunas de estas prácticas patriarcales.  Explica que el budismo establece una jerarquía de género que devalúa y condena a la mujer debido a que se considera que nace con un karma “insuficiente” por el simple hecho de ser mujer. Por esta razón, la mujer debe trabajar aún más para aumentar su karma para renacer como hombre en su próxima vida. Adicionalmente, se establece que las mujeres deben ser el sustento económico de la familia, lo que tiene como consecuencia la entrada al ámbito laboral a muy temprana edad, mientras que los hombres son orientados hacia los estudios.

Una segunda causa para el aumento de la prostitución en Tailandia fue la Guerra de Vietnam, debido a que Tailandia se convirtió en un “paraíso de descanso y Relajación” (en inglés denominado The R & R industry) para los soldados estadounidenses (Brody, 2006). Lo anterior generó, entre la década de 1960 y 1970, un aumento en la migración de las mujeres en zonas marginadas hacia las bases militares americanas, dando como resultado el desarrollo del sexoentretenimiento en Bangkok y el inicio del sexoturismo (Kinney, 2013).

Una tercera causa es el alto flujo de migración irregular debido a las condiciones políticas y económicas de los países vecinos, como lo son: guerras civiles, altos índices de pobreza, represiones políticas y persecuciones de diversos grupos étnicos, específicamente en Laos y Myanmar.

Adicionalmente, y tomando en cuenta lo anterior, es necesario mencionar que en el marco legal la prostitución es ilegal, aunque en la praxis es completamente aceptada. El Acta de Prevención y Eliminación de la Prostitución de 1996 se enfoca principalmente en la penalización de la prostitución de menores y en penalizar a los padres que venden a sus hijos para estos trabajos. Sin embargo, la prostitución opera en un margen de corrupción y de completa permisividad ya que la criminalización del trabajo sexual resulta contradictorio a la agenda del turismo tailandés (Kelsey, 2015).

La securitización en Tailandia

Una vez mencionado algunos antecedentes, es necesario analizarlo desde una perspectiva de seguridad. La prostitución tailandesa está estrechamente relacionada con el tráfico de personas, la explotación, la venta de menores y la migración irregular. Adicionalmente se relaciona con temas de salud pública, como lo es la propagación de VIH, abortos forzados, transmisión de enfermedades, etc. Es necesario mencionar que Tailandia tiene una de las prevalencias de VIH más altas en Asia y el Pacífico, representando el 9% de la población total de personas que viven con el VIH en la región[2] (UNAIDS, 2018). Es, por tanto, un tema de seguridad; pero ¿qué tipo de seguridad?, ¿seguridad individual? ¿seguridad nacional? ¿seguridad social?

Entonces, para poder reconocerlo como un tema de seguridad la pregunta partiría de ubicar qué tipo de seguridad es y si el gobierno debería securitizar la prostitución, entendiendo la securitización como un concepto de la Escuela de Copenhague que explica que:

“Se refiere al procedimiento de presentar una amenaza existente que requiere medidas y justifica acciones fuera de los límites normales del procedimiento político”[3] (Buzan, Waever, Wilde, 1998, p. 24).

Por ende, la securitización se refiere a establecer un reconocimiento y una priorización en la agenda política del Estado de una amenaza existente. Lo anterior se logra a través de un proceso discursivo (speech act) (Emmers, 2013). Por lo tanto, la securitización significa la movilización y la intervención del gobierno en recursos, programas, leyes y en el uso de las fuerzas armadas. La Escuela Copenhague reconoce cinco tipos de seguridad: militar, económica, política, ambiental y social.  Una vez entendido el concepto de securitización, considero que el Estado tailandés no cuenta con la capacidad para realizar dicho acto por dos razones: el resultado de securitizaciones de otras amenazas previamente y el Dilema de Seguridad de La Sirenita.

Ejemplos de securitización en Tailandia: la guerra contra el tráfico de personas y la guerra contra las drogas

En 2004 el primer ministro Thanksin Shinawatra declaró la guerra contra el tráfico de personas, lo cual puede servir como ejemplo para ubicar el impacto y las medidas que la securitización de un tema puede tener en Tailandia. Kinney (2013) en su texto Securitizing Sex, Bodies, and Borders: The Resonance of Human Security explica cómo las intervenciones implementadas por el gobierno tailandés en esta guerra causaron una amenaza, y no una promoción a los derechos y a la seguridad de grupos vulnerables del tráfico y de la explotación. Lo anterior se puede observar en la revictimización de las mujeres rescatadas de la trata, ya que posteriormente se les acusó de prostitución o de migración irregular[4], como fue el caso de mujeres y niñas birmanas en burdeles tailandeses ya que las autoridades arrestaron a las víctimas, las detuvieron sin cargos, ni juicio, y abusaron de las mujeres y las niñas detenidas antes de deportarlas de regreso a Birmania (Kinney, 2013). En otros casos, las víctimas eran detenidas por meses o años mientras esperaban sus juicios o la repatriación, privándoles de su libertad, lo que representa otra violación a sus derechos humanos.

Otra consecuencia de la securitización fue el aumento de la xenofobia y la repatriación de minorías étnicas que eran perseguidas en su país de origen, lo cual implicaba su retorno a zonas activas de guerra, específicamente en Laos y Birmania (Kinney, 2013). Lo anterior provocó que el “rescate” de la policía representará un riesgo mayor, haciendo que los flujos de migración fueran más peligrosos e irregulares. Como resultado, la guerra contra el tráfico de personas resultó una política que atentó directamente contra la seguridad de las y los migrantes.

En cuanto a la prostitución, esta guerra generó una contradicción en la postura del gobierno, pues se observa que en el Acta Anti-Tráfico se vela por la protección de las trabajadoras sexuales en situaciones abusivas. Sin embargo, en el Acta de la Eliminación de la Prostitución se criminaliza la prostitución. Esta contradicción entre las leyes ocasionó el fracaso del gobierno tailandés para poner ambas actas en práctica, provocando que ambas resulten ineficaces en sus propios objetivos. En otras palabras, las mujeres migrantes que se dedicaban al sexoservicio y que llegaron al país como víctimas de trata eran, dentro del sistema, tanto víctimas como criminales, ya que no se contaba con un protocolo de distinción entre víctima-criminal en estos casos. Adicionalmente, relacionado con el interés de controlar los flujos migratorios, el gobierno realizó diversas restricciones a la libertad de tránsito de las mujeres tailandesas. Por ejemplo, si querían viajar era necesario un permiso de su marido y, en caso de tener menos de treinta y seis años, pasaban por diversas entrevistas acerca de su trabajo y sus ingresos (Kinney, 2013).

Otro ejemplo es la guerra contra las drogas que se llevó a cabo en 2003 en Tailandia con Shinawatra. El principal objetivo era la eliminación del cultivo de amapola, la cual era vital para comunidades tribales que dependían del cultivo y el comercio de esta. Con la guerra y sin condiciones para adaptarse a otro campo laboral (debido a su marginación) se generaron nuevos tipos de inseguridades, lo que terminó provocando que las mujeres de las comunidades empezaran a ejercer la prostitución (Kinney, 2013).

Lo anterior es un ejemplo de cómo las dinámicas contradictorias en estas “guerras” generan que la securitización de un tema pueda crear nuevas inseguridades en otros. La razón de esto se debe a que se busca resolver con militarización un problema sociológico que a final de cuentas es estructural pues existe una ausencia de la definición y el estudio del objeto referente a securitizar, sin considerar todos los fenómenos sociales que convergen en este. Entonces, el primer paso para evitar este círculo, es la comprensión y el estudio sobre qué tipo de seguridad es y con ello saber si la securitización sería la respuesta.

¿Qué tipo de seguridad es?, y el Dilema de la Sirenita

Inicialmente, se debe rechazar el tema de Seguridad Nacional ya que este, junto con el interés nacional se basa en la protección de los intereses militares, económicos y diplomáticos del estado, en lugar de asegurar y proteger los derechos de la población (Kinney, 2013). Así mismo, la Seguridad Individual resulta insuficiente para abarcar todos los ámbitos de este fenómeno ya que la principal víctima (mujeres) es el 51% de la población[5]. Considero que ni siquiera es un tema de seguridad social, ya que esta se basa en la identidad de una sociedad y como se ha mencionado anteriormente, la identidad tailandesa perpetúa prácticas y posturas que justifican y promueven la prostitución.

Por consiguiente, los principales tipos de seguridad resultan insuficientes al abordar este tema ya que se debe abordar desde un enfoque con perspectiva de género. Esta ausencia de una perspectiva de género en los estudios de seguridad presenta otro reto en el proceso de securitización de la prostitución en el Estado tailandés. Sin embargo, el Dilema de seguridad de La Sirenita proporciona una herramienta para abordarlo. Este dilema explica que existen amenazas que no son tratadas como tema de seguridad debido a la ausencia de voz-discurso del actor referente aun cuando reflejan visualmente su inseguridad a través de su cuerpo. Este dilema fue desarrollado por Lene Hansen (2000) como crítica a la Escuela Copenhague por la ausencia de la consideración del género como objeto referente, y lo explica de la siguiente manera:

     “El dilema demuestra que con la ausencia de la voz, el príncipe falla en descubrir quién es La Sirenita en realidad. Su silencio la previene de la materialización ….Su silencio le impide materializarse completamente como un sujeto encarnado, y le impide hacerle saber cómo su construcción de su subjetividad la pone en peligro fundamentalmente.”[6] (p. 1)

Dentro de este dilema la autora plantea dos premisas. La primera es la “seguridad como silencio” que ocurre cuando la inseguridad no se puede expresar, cuando plantear algo como un problema de seguridad es imposible o incluso puede agravar la amenaza que se enfrenta. Y la “seguridad englobada ” (submission security), que surge porque las amenazas de seguridad de género a menudo implican una íntima vinculación entre la identidad de género del sujeto y otros aspectos de la identidad del sujeto, por ejemplo, nacional y religiosa (Hansen, 2000).

En el contexto tailandés, la prostitución aparece como un tema de “seguridad englobada” debido a la legitimación y normalización de esta práctica fundamentada en cuestiones culturales, religiosas, económicas y sociales. Es decir, en el budismo, en las Actas o con el hecho de que la prostitución es una práctica tan común que, a pesar de su ilegalidad, opera en centros de masajes, bares, restaurantes, salones de belleza, cafés, casas de té, discotecas, a través de agencias de escort y en hoteles (Brody, 2006). De igual manera se puede observar la normalización de esta práctica en los sex-tours y el sexoturismo.[7]

Por lo tanto, resulta imposible determinar como amenaza un fenómeno que no es considerado un peligro para esa sociedad en particular. Sin embargo, eso no significa que se deba pasar por alto la inseguridad que viven las mujeres que lo practican. No se puede ignorar el tema cuando hay mujeres que brindan servicio de 10-18 horas al día, 25 días al mes y atendiendo a más de 15 clientes por día (Asia Watch Women’s Rights Project, 1993).

Tomando en cuenta lo anterior considero que no se debe securitizar la prostitución, sino la desigualdad de género. El objeto referente para la securitización es la vulnerabilidad de las mujeres y de sus derechos humanos. El Dilema de Seguridad de La Sirenita explica por qué debe incluirse al cuerpo como un enfoque epistemológico específico. La inseguridad puede ser expresada a través del cuerpo, es decir, que la normalización social y política de la venta de los cuerpos como atracción turística puede invisibilizar la voz/discurso pero no los cuerpos. Las mujeres tailandesas no trabajan en condiciones laborales sino en condiciones de explotación que se refleja en sus múltiples vulnerabilidades, específicamente las mujeres víctimas de trata, las migrantes y las niñas. No se puede determinar a la prostitución per se como la amenaza ya que es un fenómeno social complejo y multifacético. Considero que la verdadera amenaza es la invisibilización de la violencia, el mal abordaje institucional y estructural en torno a la prostitución, la falta de oportunidades para mujeres y niñas migrantes, el acceso limitado a la educación para mujeres, la presión social, la inactividad o actividad desviada del gobierno y, principalmente la ausencia de la consideración de la desigualdad de género como una amenaza.

Conclusiones

El tema de la prostitución resulta muy amplio en diversas áreas de ciencia social, y abundan diversas teorías acerca de cómo abordarla. Considero que por más normalizado que esté, no es posible separarla de la explotación debido principalmente a que, en casos como el tailandés, está estrechamente ligado con el tráfico de personas y la migración irregular. La prostitución como elección voluntaria laboral está lejos de ser posible en un contexto con tanta desigualdad y violencia de género. Es necesario hacerle frente, sin embargo, para eso se debe determinar correctamente cuál es la amenaza antes de securitizar y así evitar lo sucedido con el caso de la guerra contra las drogas o la guerra contra el tráfico de personas, ya que en esta última el objetivo principal fue “proteger a la mujer, no a sus derechos” (Millero, 2004), cuestiones que no pueden deslindarse.

La prostitución ha estado presente en casi todas las culturas y las religiones, sin importar la percepción que tenga la sociedad. Considero que el error está en el fundamento de criminalizar la prostitución, ya que se criminaliza y castiga legal y moralmente a la mujer, quien, en muchos casos, es en realidad una víctima. Por ello, se vuelve tan pertinente la seguridad englobada, para entender el tema de la prostitución como un tema de seguridad de género. En una sociedad que legitima el consumo de cuerpos de mujeres (con múltiples vulnerabilidades) a través de discursos legales, religiosos, políticos y económicos resulta imposible considerarlo una amenaza.    

 Sin embargo, El Dilema de la Sirenita ofrece una alternativa: cuando no se puede hablar de la amenaza a través del discurso, es posible ver la inseguridad que reflejan los cuerpos. Por lo que mi propuesta parte de una “guerra contra la desigualdad de género” enfocándose en programas sanitarios y educativos, oportunidades laborales, y programas sociales que den apoyo financiero. La “guerra contra la prostitución” generaría una nueva criminalización de las víctimas provocando inseguridad alimentaria, la pérdida de ingreso de mujeres que tienen que mantener a sus familias, así como el rechazo por parte de la sociedad tailandesa. Las armas no resuelven ni el tema de salud pública ni la violencia de género, ya que estas no apuntan al gobierno ni a los dueños de burdeles ni a traficantes, sino a mujeres, a mujeres migrantes, a mujeres víctimas del tráfico de personas, a mujeres vulneradas por el propio sistema que debe asegurar su supervivencia.

Referencias

Asia Watch Women’s Rights Project (1993) A modern form of slavery: Trafficking of Burmese women and girls in brothels in Thailand, New York: Human Rights Watch. Disponible en: https://www.hrw.org/reports/1993/thailand/

AVERT Global Information and Education on HIV and AIDS (sf), HIV AND AIDS IN THAILAND, consultado en: https://www.avert.org/professionals/hiv-around-world/asia-pacific/thailand

Banco Mundial (2018) Population in Thailand, consultado en: https://data.worldbank.org/indicator/SP.POP.TOTL.FE.ZS

Brody A. (2006) Chapter: Prostitution in Thailand: perceptions and realities, International approaches to Prostitution: Law and policy in Europe and Asia, Bristol University Press, recuperado en: https://www.jstor.org/stable/j.ctt9qgxs0.13

Buzan B., Waever O., Wilde J. (1998), Security: A New Framework for Analysis, Lynne Rienner Publishers, ISBN:1555877842, 9781555877842

Emmers R. (2013) Contemporary Security Studies, Chapter 10: Securitization, OUP Oxford. ISBN: 019969477X, 9780199694778

Gobierno de Tailandia (2018) INTERNATIONAL RELIGIOUS FREEDOM REPORT, recuperado en: https://www.state.gov/wp-content/uploads/2019/05/THAILAND-2018-INTERNATIONAL-RELIGIOUS-FREEDOM-REPORT.pdf

Hansen L. (2000) The Little Mermaid’s Silent Security Dilemma and the Absence of Gender in the Copenhagen School , Millennium: Journal of International Studies, 2000. ISSN 0305-8298. Vol. 29, No. 2, pp. 285-306

Kelley, K. (2015) Patriarchy, Empire, and Ping Pong Shows: The Political Economy of Sex Tourism in Thailand, Cultural Studies Capstone Papers. Paper 11, recuperado en: https://digitalcommons.colum.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1010&context=cultural_studies

Kinney E. (2013) Chapter Title: Securitizing Sex, Bodies, and Borders: The Resonance of Human Security Frames in Thailand’s “War against Human Trafficking”, Gender, Violence, and Human Security, NYU Press, recuperado en:  https://www.jstor.org/stable/j.ctt9qfk5d.7

Miller, M. (2004). Sexuality, Violence against Women, and Human Rights: Women Make Demands and Ladies Get Protection. Health and Human Rights 7(4):17–47.

Thitsa, K. (1980) Providence and prostitution: Image and reality for women in Buddhist Thailand, London: CHANGE International Reports.


[1] Gobierno de Tailandia (2018) International Religious Freedom Report, consultado en: https://www.state.gov/wp-content/uploads/2019/05/THAILAND-2018-INTERNATIONAL-RELIGIOUS-FREEDOM-REPORT.pdf

[2] AVERT Global Information and Education on HIV and AIDS (sf), HIV AND AIDS IN THAILAND, consultado en: https://www.avert.org/professionals/hiv-around-world/asia-pacific/thailand

[3] Traducción propia al español.

[4] Esto debido a que el procedimiento que implementó el ejército tailandés era el siguiente: captura-rescate/arresto-detención-deportación.

[5] Basado en datos del Banco Mundial del 2018, consultado en: https://data.worldbank.org/indicator/SP.POP.TOTL.FE.ZS

[6] Traducción propia al español.

[7] Para leer más acerca de este tema se recomienda: Kelley, K. (2015) “Patriarchy, Empire, and Ping Pong Shows: The Political Economy of Sex Tourism in Thailand” Cultural Studies Capstone Papers. Paper 11

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Last modified: 7 enero, 2022
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