HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Roberto Molina llegó a Querétaro hace 23 años gracias a un programa de repatriación de “cerebros” mexicanos que trabajaban en el extranjero y se convirtió en uno de los investigadores más prolíficos del Centro de Geociencias de la UNAM, Campus Juriquilla, hasta su asesinato el pasado 29 de diciembre, cerca de Celaya, en medio de un asalto.
La comunidad académica y administrativa de la Unidad Nacional Autónoma de México (UNAM) condenó los hechos y exigió dar con los responsables porque el crimen no sólo terminó con la vida de un impulsor de la ciencia de la tierra, sino que dejó en evidencia el contexto de inseguridad para el resto de los investigadores que enfrentan diversos problemas cuando se trasladan para desarrollar sus proyectos.
Los doctores Ramón Zúñiga Dávila Madrid y Harald Böehnel, ambos investigadores del Centro de Geociencias de la UNAM, recuerdan a Roberto Molina como un investigador de gran calidad. Algunos de los académicos recibieron el mensaje de alerta del celular de Molina la mañana que lo asaltaron y asesinaron. Ahora exigen que se castigue a los responsables y se brinde seguridad.
Un investigador prolífico que formó a muchos profesionistas
“El doctor Molina era muy prolífico, con un trabajo de gran calidad y adicional de su trabajo científico tenía un trato respetuoso con los estudiantes, que se apoyaban en él muchas veces, debido a su trato afable y su carisma muy notable, los estudiantes siempre se referían a él como un profesor con el que podían contar incluso cuando tenían problemas personales, era muy humano”, afirma el investigador Ramón Zúñiga Dávila Madrid.
Uno de sus méritos, sostiene Ramón Zúñiga, es que integraba la parte personal con la académica y mantenía un contacto cercano mediante reuniones, fiestas, convivios y pláticas que fomentaban la unidad de la comunidad académica.
Molina fue pionero en diversas observaciones que impulsaron el desarrollo de las ciencias de la tierra, y su trabajo se relacionó con los movimientos de la corteza medidos por medio de las propiedades magnéticas de las rocas, “un trabajo que pocos científicos desarrollan en México”.
Harald Böehnel, investigador del Centro de Geociencias de la UNAM, compartió el laboratorio con Roberto Stanley Molina Garza desde 1998 y lo recuerda como un brillante académico que se ganó el reconocimiento a nivel nacional e internacional, sobre todo porque formó a muchos geocientíficos durante dos décadas.
“Yo llegué en 1997 a Juriquilla, a la Unidad de Investigación de Ciencias en la Tierra, posteriormente Centro de Geociencias, construyeron el edificio y allá teníamos laboratorios con equipamiento. Roberto Molina llegó como un año después, en 1998. Estaba en Albuquerque, Nuevo México, donde trabajó como 8 años en un laboratorio, pero regresó a México porque había un programa de repatriación de mexicanos que se habían ido al extranjero”, señala Böehnel.
Empezaron a trabajar juntos con un par de equipos que consiguieron de la UNAM y ampliaron el espacio con donaciones de diferentes países, principalmente de Alemania. “Trabajó en proyectos activos míos, hicimos trabajo de campo juntos en Baja California y Michoacán, empezó a desarrollar sus propias líneas de investigación relacionadas con la geología, con lo que yo hacía, él en la evolución tectónica de México, la tectónica de placas, desarrolló sus líneas e investigación para estudiar todo México, incluyendo los valles del centro de América y El Caribe y contribuyó a trabajos importantes: por ejemplo, cómo se abrió el Golfo de México cuándo se desintegró la Pangea, hizo contribuciones importantes que hoy muchos reconocen”.
En los últimos años se enfocó en el magnetismo ambiental, el estudio de los minerales para el ambiente y realizó investigación en zonas arqueológicas en Zacatecas, así como proyectos geológicos, cuencas sedimentarias, “estudiando ciertos minerales, cuencas sedimentarias y recurrir a esta reconstrucción de los terrenos tectónicos”.
Su trabajo incluyó la divulgación y eso lo llevó a participar en comités editoriales de revistas nacionales e internacionales, así como en la organización de diplomados y congresos. Böehnel lo recuerda como una persona curiosa, interesada en diferentes tópicos, con apertura a la discusión y a la crítica, además de fiestero, porque le gustaba reunir a sus amigos.
“Conocí muy bien a su familia, porque llegamos más o menos al mismo tiempo, mis hijas eran amigas de sus hijos, iban a nadar juntos y siguen todavía siendo amigos. Nos enteramos muy temprano de esta tragedia. Acompañé mucho a Roberto cuando hace dos años falleció su esposa de cáncer”, sostiene Böehnel.
La despedida de diciembre
Zúñiga y Böehnel vieron a Roberto Molina, por última vez, a finales de diciembre en el Centro de Geociencias y en el convivio de fin de año de la UNAM. Böehnel afirma que en aquella ocasión “platicamos de la ciencia y de la vida. No pude creer que hace pocos días desapareció de repente de nosotros”.
Agrega que “ninguno de los amigos pensó que algo podía pasar a nosotros o a nuestros conocidos. No debería ni poder pasar algo así, pero, así como está el país, creo que la conclusión es que desafortunadamente el doctor Molina estaba en el momento equivocado, en el lugar equivocado y a lo mejor tomó la decisión equivocada de no entregar su carro. No sabemos (bien) porque no hay mucha información de cómo sucedió, pero eso es lo que muchos creemos, pero no mejora nuestros sentimientos que perdimos un amigo querido y valioso de la manera más ridícula”.
Zúñiga lo recuerda como una persona muy alegre, muy optimista, muy afable y agradable. Por eso le sorprendió recibir un mensaje de alerta de su celular, a las 11 de la mañana del 29 de diciembre, sobre lo que sucedía. “Él mandó mensajes de texto, avisando que había alguien que lo seguía, nos llegó el aviso de que estaba en problemas, lo supimos en tiempo muy cercano a lo que posteriormente ocurrió”.
A través de una carta, los investigadores exigieron esclarecer el crimen, como una manera de sentirse más seguros frente a las condiciones que se viven, aunque hay pocas esperanzas de que se tenga éxito en el contexto de inseguridad que vive Guanajuato, “tal vez las autoridades están rebasadas por esos sucesos, a lo mejor también porque no han tomado las medidas necesarias”.
La comunidad universitaria calificó el crimen como brutal y horrible, una pérdida irreparable para la comunidad científica. Para Böehnel es también el recordatorio del riesgo en que se encuentra el desarrollo científico y, sobre todo, la imposibilidad de recuperar a un enamorado de las ciencias de la tierra.
Zúñiga recalca que el asesinato debe investigarse y castigarse, pero también verse como un llamado a poner atención a la violencia y los hechos relacionados con la inseguridad en las carreteras porque “nosotros, los científicos que nos dedicamos a las geociencias estamos muy afectados y corremos un riesgo particular porque tenemos que trasladarnos a varias regiones del país muy frecuentemente y estamos expuestos. Esto ha sido un ejemplo trágico y muy desafortunado de lo que puede ocurrirle a cualquiera”.
“Queremos que lo que le pasó sea un parteaguas en la forma en la que están tomando las autoridades decisiones para tener mayor seguridad en las carreteras. Desafortunadamente tuvimos que llegar a lo más triste que es la pérdida de una vida, no queremos decir que merecemos un trato especial, nada por el estilo, sino que este es un ejemplo drástico de lo que ocurre, ocurrió a las 11 de la mañana, es importante que se tomen medidas inmediatas”, puntualizó Ramón Zúñiga.
Que situación tan terrible. Un abrazo solidario a toda la comunidad universitaria.
Irreparable perdida para la comunidad científica de la UNAM.
Nos arrancaron a un gran ser humano, prolífico científico y amigo. Qué rabia!
Está leyendo su historia de lo del doctor Molina les mando mi más sincero pésame y mi más enérgica protesta por lo que sucedió y Me entusiasmo y ánimo para todos los que quieran resolver poniendo un granito de arena en este caso tiene mucha razón están muy expuestos y no debemos de dejar que la delincuencia de estos estados aumente y qué asesinatos Terribles como el del doctor Molina queden impunes.
Mi ciudad convertida en una mierda por la delincuencia y el Panismo, un cóctel peligroso. Por eso ya no vivo ahí.