El mar y el suave rugir de sus olas antes de estallar contra las vallas de contención se funden con los suaves acordes de música clásica. Enamorados comiéndose a besos los sueños futuros en la apacible tarde frente al malecón. Imágenes nítidas de un firmamento con nubes, paseando orondas en su territorio y sobre edificios que resisten la corrosión del salitre. Vehículos circulando por los bordes de la isla y la inesperada figura de un hombre surgiendo de sus aguas, mientras pasa por sus brazos un manojo de ramas.
Son personajes caribeños de esa Cuba en la que un día, sin saber cómo pero sí cuándo, el niño de ocho años de edad que era Eliseo “Lichi” Alberto registró un parteaguas en la vida de quienes, como él, presenciaron la entrada de un ejército de hombres barbudos, portando boinas y uniformes verde olivo; montados y amontonados en autos y camionetas mientras sus gritos de vítores retumbaban por las calles de la isla de los hoy ancianos que vivieron ese pasaje de la historia, y languidecen de nostalgia por las ausencias de familiares que han salido de allí, y por las nuevas generaciones de jóvenes que piden fin al control represivo que el gobierno sigue manteniendo contra ellos.
Con estas imágenes que describo en el primer párrafo inicia uno de los trabajos documentales más íntimos, profundos y excepcionales sobre Cuba, realizado por Jorge Dalton. En poco más de hora y media que dura la filmación de su entrañable encuentro con el novelista cubano Eliseo “Lichi” Alberto, el autor recoge la imagen y la voz del escritor, quien relata el episodio del arribo del régimen que hoy sobrevive y que provocara la salida de la isla del dictador Fulgencio Batista. Ahí están las imágenes del hostigamiento a todo aquello que fuera objeto de sospecha: a los homosexuales, a los cantos de libertad que recorrían el mundo y que los jóvenes de la isla reproducían como un acto natural de identificación con ellos, pero que en Cuba eran objeto de represión por la “amenaza” que veían en esas expresiones.
Han pasado 62 años de aquel 31 de diciembre de 1959, cuando Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro Ruz arribaron a la isla, y Eliseo Alberto narra a Dalton aquel momento y el proceso de la conformación de un nuevo régimen castrista que terminó reproduciendo lo que condenó, provocando el descontento de quienes hacen todo lo posible por salir de ese lugar y claman el cambio de un régimen que insiste en mantener su narrativa caduca y tramposa a costa de fuerza y represión hacia toda disidencia.
“Nadie ha querido más a Cuba que yo”
Fue su único pecado mortal confesado, dice Jorge Dalton sobre Eliseo Alberto de Diego García Marruz, “Lichi”, el gran escritor, periodista y poeta cubano, autor de la novela Caracol Beach, acreedora al Premio Internacional Alfaguara de Novela 1998. “Lichi”, como le decían sus cercanos, era hijo del inolvidable poeta y ensayista Eliseo Diego, también cubano y perteneciente a una generación de intelectuales de primer nivel, que incluye los nombres de José Lezama Lima, Gastón Baquero, Cintio Vitier, Julián Obón, Octavio Smith, Agustín Pi, Fina y Bella García Marruz, entre otros más, que presenciaron la irrupción a la isla del que sería uno de los regímenes más largos en la historia de Cuba.
En su magnífico trabajo titulado En un rincón del alma, Jorge Dalton, salvadoreño e hijo del activista, intelectual y poeta Roque Dalton, ofrece esta filmación excepcional sobre un antes y un después de Cuba, narrada por Eliseo “Lichi” Alberto, exiliado en México desde 1990 y muerto aquí en 2011, a los 59 años de edad, un año después de que Dalton lo visitara y el escritor le pidiera grabar la conversación que está en el documental. “Dadas las circunstancias, grabé este encuentro con una cámara de formato casero el 1 de enero de 2010”, explica Dalton.
El documental logra su fuerza narrativa a través de las imágenes de Eliseo Alberto y su voz que, aun afectada por el tabaquismo, transmite la emoción de quien ha guardado nítida memoria de la historia de su país y de los suyos. Es un documento invaluable por la honestidad del poeta que decidió abrir los recuerdos de la infancia y el desarrollo de su natal y siempre añorada Cuba.
Inicia su relato el escritor:
La historia es una gata que siempre cae de pie. Amigos y enemigos de la Revolución cubana, compañeros y gusanos, escorias y camaradas, compatriotas de la isla y del exilio, han reflexionado sobre estos años agotadores desde las torres de la razón o los barandales del corazón en medio de una muralla de ideas, donde el culto a la personalidad de los patriarcas de izquierda y de derechas, la intransigencia de los dogmáticos y las simulaciones de ditirámbicos tributarios vinieron a ensordecer el diálogo en las dos orillas del conflicto.
La soberbia suele ser mala consejera, pero la humildad también. A medio camino entre la inteligencia y la vehemencia regia y afable está, o puede estar, la emoción, ese sentimiento de ánimos turbados que sorprende al hombre cada vez que se sabe participando en las aventuras, venturas y desventuras de la historia. Bien por mandato de la conciencia, bien por decreto de una bayoneta apuntalada en los omóplatos. Una crónica de las emociones en la espiral de las últimas décadas del siglo XX cubano podría ayudar a entender no sólo el nacimiento, auge y crisis de una gente que sedujo a unos y maldijo a otros, sino además explicarnos a muchos cómo, cuándo y por qué fuimos perdiendo la razón y la pasión. La razón dicta, la pasión ciega; sólo la emoción conmueve. Porque la emoción es a fin de cuentas la única razón de la pasión.
“Un gran triste”
Así se refirió el autor de este documental a su amigo Eliseo Alberto, el escritor, quien, sabiendo que su estado de salud no le permitiría mucho tiempo de vida, narra con emotividad pero absoluta lucidez sus vivencias desde aquel 6 de enero de 1959, en que en la casona Villa Victoria, en el pueblo de Arroyo Naranjo, él y sus hermanos esperando a los Santos Reyes vieron en cambio a unos hombres barbudos que asistieron a su madre, aquejada de una súbita hipoglucemia que ignoraban tuviera.
De allí en adelante cae en cascada doliente la voz del gran “Lichi”, narrando lo que vendría después de la huida de Fulgencio Batista, quien iniciara bien su mandato para transformarse luego en el dictador. Entraron después Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro, el que terminó también en dictador y condenando todo registro anterior del lugar para perpetuarse en el poder con promesas de cambio y beneficios que nunca llegaron a los habitantes de la isla. En el documental están las imágenes de Fidel, el gran ilusionista de tramposa narrativa, de discursos apasionados, diatribas comunistas vehementes, en español y en ruso. El de las promesas en el aire y sobre el mar de la isla, cuyas aguas se han tragado a cientos (miles quizá es lo correcto) de cuerpos de isleños que se han aventurado a la incierta búsqueda de un horizonte donde ellos sean responsables de su destino. Fidel, el de YO y su posesivo Mi, frente a los otros que terminaron convertidos en objetos de uso y manipulación para erigirse dueño de una verdad habitada por el eterno enemigo: Estados Unidos. El Fidel que impuso su propio régimen de partido único; el controlador y eliminador de toda voz disidente a su verdad. El Supremo. El Todo. El narciso engolosinado con el eco de su voz, cuyo legado se perpetúa en quienes han arrogado el derecho de continuar con ese control que él ejerciera sobre los gobernados.
Demoliendo lo que había, dinamitando lo que había
Recuerda Eliseo Alberto la instauración del régimen castrista en la isla: Inicia así la destrucción de todo lo de antes y lo que vino después: lo que estaba llegando ese día y fue entonces no estaba muy claro ni siquiera para los líderes de esa revolución o rebelión. Una fuerza que en Cuba, a ciencia cierta, no tenía una tradición real. Estaba llegando el sistema socialista. Eso llegó de la única manera que ha llegado el socialismo en todas partes: Negando hasta el extremo cualquier reconocimiento al sistema político anterior.
Narra el escritor la insistencia de un discurso donde ellos –los del nuevo régimen– son los salvadores. Falsas narrativas que niegan una historia anterior. Y, si acaso la aceptan, es para descalificarla. Nada servía antes, todo lo anterior estaba podrido. Solamente a la llegada de la revolución nacen o renacen.
“Una simplificación horrorosa de nuestra realidad, de nuestra idiosincrasia, de nuestra historia que dura hasta hoy y que vendieron al mundo. Que Cuba era un enorme prostíbulo de América y que todas las cubanas eran putas y que en todas las casas había un casino de juego y que La Habana era la capital del pecado y de lo negativo. Los intelectuales nunca fueron convocados al diseño de la nación. Ignorados por el nuevo sistema, todos vivos y viendo a la isla en manos de una clase que llegaba de fuera, no a sumar, no dispuesta al disenso. La cerrazón de un grupo”, agrega Eliseo Alberto, destacando la valiente resistencia de José Lezama Lima y su liderazgo moral frente al grupo literario de la Cuba Republicana y cuya literatura, impenetrable, no era comprendida por el régimen castrista, dando por ello lugar a la sospecha. Viene luego la creación e imposición en la isla de la nueva narrativa de una sola voz: la de Fidel. La única.
Eliseo Alberto falleció en esta ciudad de México el 31 de julio de 2011, a los 59 años de edad. La conversación filmada se transformó en un documental que salió a la luz en 2015 y que es imperativo ver. No solamente por los atributos mencionados ya, sino porque constituye un testimonio entrañable, único, de gran estética narrativa, visual e histórica sobre esos aires que hoy rondan el cielo de América Latina.
Excelente texto. Me motivo a reeler Informe contra mi mismo. Conocí a Lichi a través de Rubén Cortés, un amigo mutuo también cubano. Lo entrevisté un par de ocasiones y también dos veces nos fuimos a echar nuestros mojitos a La Bodegita del Medio de la colonia Florida. Abrazo.
Agradezco tus palabras José Antonio Gurrea. Muy interesante lo que comentas sobre tu encuentro con el gran “Lichi”. Considera la publicación de un libro con tus entrevistas realizadas a los diversos personajes de la cultura. Tienes varios y muy interesantes. La que hicieras a José Luis Cuevas es de las mejores que le han hecho.
¡Saludos!