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Martín: una explosión por pirotecnia terminó con sus sueños

HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX

Maricela y su mamá tuvieron pesadillas días antes del accidente del 29 de diciembre. Soñaban que algo le pasaría a alguien cercano a la familia, pero no pensaron que sería a Martín. Alrededor de las 10 de la mañana de ese día explotó el taller de pirotecnia donde trabajaba en ocasiones. Estaba ubicado en el Barrio de La Loma, en San Ildefonso, Amealco. Él murió el 31 diciembre, antes de la media noche, dejando en la orfandad a una bebé y otro más que está en camino.

Al accidente se sumó otro apenas empezó el año, en un puesto de pirotecnia en la plaza principal de la comunidad de Santiago Mexquititlán. Si se revisa la historia de esas dos comunidades amealcenses, las explosiones de pirotecnia son comunes en la zona. La nula supervisión y el apego al uso de “cuetones” en las fiestas patronales facilitan los talleres clandestinos en la región.

Alrededor de las 10 de la mañana del 29 de diciembre explotó el taller de pirotecnia donde trabajaba Martín

Martiniano, papá de Martín, no olvida ese miércoles 29 de diciembre. Martín era su cuarto hijo y estudió hasta la secundaria. A sus 19 años, tenía una hija, Cielo, que está por cumplir tres años y viene otro bebé en camino. La familia no podía creer cuando le dijeron que el 85 por ciento de su cuerpo estaba quemado. Eran quemaduras de tercer grado. “Nomás nos dijeron que estaba mal, estaba grave, no hablaba”.

“Cuando oí el tronido de lejos me fui a ver a mi hijo, a dónde estaba y cuando llegué lo estaban sacando de una cobija. Eran como las 10 o 10:20, por ahí. Él tenía 19 años. Él laboraba en ese pequeño taller como ayudante, porque nosotros no nos dedicamos a eso. Tenía quemaduras por todo el cuerpo, de la cintura para arriba, toda la cara, decían que lo iban a trasladar a la Ciudad de México, pero no llegó”.

Martín trabajaba un día o dos a la semana en ese taller de pirotecnia, “nomás en ratos, no todo el tiempo”, porque le pagaban como 250 o 300 pesos por día. El resto del tiempo trabajaba como chalán de albañil. El patrón del taller se hizo cargo de los gastos médicos y funerarios.

El día del accidente Martiniano, alfarero de barro, acompañó a Martín al hospital de San Juan del Río y esperaba la posibilidad de que lo trasladaran en algún lugar especializado. En su comunidad, dice, casi todos se dedican a la alfarería de barro y sólo la familia para la que trabajaba Martín elaboraba pirotecnia.

“Estamos tristes. Nunca había pasado un accidente así en mi familia. Martín tenía su familia y era un muchacho responsable, no tenía ningún vicio. Mi nuera está triste, pero ¿qué nos queda? Ella también trabaja, hace su luchita para ganarse un dinero por ahí”, cuenta Martiniano.

“Una fiesta que no tiene cuetes, no es fiesta”

Los accidentes por pirotecnia no son raros en San Ildefonso Tultepec y Santiago Mexquititlán donde se acostumbra trabajar con pólvora porque la pirotecnia es muy importante en las fiestas patronales. “Aquí una fiesta que no tiene cuetes, no es fiesta, es muy significativo de toda la vida y mientras más truenen pues es mejor”, cuenta la cronista municipal de Amealco, Virginia Chaparro Sánchez.

Entre 1962 y 1963, cuando se preparaba el castillo para la fiesta patronal de Santiago hubo un accidente muy similar al de diciembre pasado. “Los afectados fueron tres o cuatro personas, pero aquí hay un dato verídico: preparaban el castillo en la sacristía del templo de Santiago cuando se dio el accidente y mi tía, María Fernanda Chaparro González, era enfermera en el centro de salud del centro de Santiago. El médico le dio instrucciones para curarlos”.

Virginia Chaparro Sánchez, cronista de Amealco

La enfermera acudía a la casa en el Barrio Tercero a curarlos, pero cinco días después ya no la dejaron que los curara porque en las quemaduras les pusieron chile. “Hicieron una salsa de chile guajillo y pasilla y se las pusieron en las quemaduras. Las heridas dejaron de supurar, se les quitó el ardor y la comezón y aguantaban estar tapados con una cobija”.

Así como cambió la manera de atender a los heridos, también cambió la manera de elaborar los cuetes. “Yo tenía un vecino, Marcelo Gabriel, lo conocíamos como Marcelo el cuetero y tenía otro procedimiento para hacer los cuetes, era muy cuidadoso. Los elaboraba cerca de su casa, en una milpa, en un terreno baldío donde no había nada que se prendiera y ahí molía la pólvora en una olla de barro dándole vueltas y le ponía adentro unas piedras para que molieran la pólvora”.

Tras la explosión, llegó el Ejército a decomisar el material explosivo que quedó

Tampoco usaba papelitos de colores para envolver la pólvora como ahora, sino carrizos donde le daba forma al castillo para la fiesta patronal. A Marcelo nunca le pasó un accidente y sus cuetes tronaban mucho.

Entre 2006 y 2009 hubo otros accidentes en San Ildefonso. En uno de ellos hubo diez heridos, aunque sus quemaduras no fueron tan graves. Por esas fechas, Virginia Chaparro recuerda a otro niño de Donicá que se quemó cuando traía varios cuetes en su pantalón. Otro niño maldoso le metió otro cuetito prendido y el niño tuvo quemaduras muy graves, así que lo canalizaron al desaparecido Hospital del Niño Quemado.

La vivienda donde trabajaba Martín sufrió graves daños

El mismo 31 de diciembre de 2021 hubo otro accidente en Santiago Mexquititlán, cuando una chispa de un cohete cayó sobre un puesto de pirotecnia. “Agarró a una mujer de 25 años en medio del puesto y con quemaduras muy graves, las otras tres no tuvieron quemaduras tan graves”.

La cronista lamenta que nadie ponga orden en el manejo de la pirotecnia en esa zona, porque “no hay ninguna supervisión, nadie sabe, nadie revisa en qué casa se hacen cuetes ni cómo. Los encargados de mandar a hacer los cuetes son los cargueros y nadie sabe ni quién, ni cómo, ni qué técnicas y contratan a cualquier muchacho que tiene necesidad y los meten a hacer cuetes sin saber nada. Si hubiera supervisiones en esto, no habría tantos accidentes”.

Elementos de Protección Civil llegan al lugar del accidente

“Me dijeron: márcale a tu papá porque lo vimos en la patrulla”.

Maricela Pascual Bartolo es dos años mayor que Martín. Trabaja en la limpieza de casas y cuando limpiaba los trapos en una de ellas escuchó el sonido de la explosión, pero no identificó el sitio. “Se escucharon tres truenos, el segundo o el tercero fue el más fuerte y luego vimos salir el humo. Sólo pensé que ojalá todos estuvieran bien, pero pensé que era otro lugar”.

“Se escucharon tres truenos, y luego vimos salir el humo”

Diez minutos después la mamá de una amiga fue por ella a la casa. “llegando al centro de San Ildefonso me preguntaron que si había escuchado el trueno, dije que sí, por atrás en el panteón, pero me dijeron que no. Me preguntaron: ¿tu hermano Martín fue a trabajar? Yo dije, creo que sí, pero era un miércoles y un día antes él fue a descargar block, así que pensé que andaba en eso. Me dijeron: márcale a tu papá, porque lo vimos en la patrulla, me dieron a entender que Martín estaba ahí, que no me pusiera mal”.

Su papá le confirmó que iba rumbo al hospital con su hermano. Como iban en la patrulla, Maricela confió en que no era grave, porque no esperaron la ambulancia. Después se enteró que la patrulla aceleró el traslado y encontró a los paramédicos en el camino, cerca de El Roble.

Martín posa con su familia, un año antes de la tragedia

Lo estabilizaron en Amealco y lo llevaron a San Juan del Río. Les explicaron que tal vez lo trasladarían a la Ciudad de México en helicóptero, pero advirtieron que “estaba muy grave, que no sabían si iba a aguantar, que nos preparáramos para todo, que no había muchas esperanzas y nosotros sólo queríamos que Martín estuviera bien”.

Antes del accidente, Maricela y su mamá tuvieron pesadillas algunas noches, las sintieron como un presagio de que a alguien le pasaría algo. No pensaron que sería a Martín.

“Sus ojos estaban pegados, pero le salían lágrimas”.

El día de la explosión también resultó herido Miguel, un amigo de Martín. A Miguel sí lo pudieron trasladar a la ciudad de Querétaro, después de estabilizarlo porque el 40 por ciento de su cuerpo presentaba quemaduras y siempre estuvo consciente, además que se encuentra estable.

Después de la explosión, Miguel, un amigo, entró a la vivienda a tratar de ayudar a Martín

Miguel, en el hospital, pedía que salvaran a Martín. Él intentó ayudarlo durante el accidente, por eso se quemó y salió herido. “Él estaba afuera y cuando sonó la explosión corrió a ayudar a Martín, que estaba en el suelo, tirado y no pudo hacer mucho, pero él quiso hacer algo bueno, quiso ayudar, pero Martín ya tenía muchos daños”.

Para Martín las cosas se complicaron. Después de lavarle las quemaduras, un médico les informó “que no había mucho qué hacer, que si lo trasladaban posiblemente fallecería en el camino” y su piel se hinchó.

Otra foto familiar

“Ni siquiera sabían si iba a amanecer y si sobrevivía, iba a estar muy mal para siempre, todo su rostro se quemó, sus manos. Sí escuchaba, pero no podía hablar porque estaba intubado. Mi cuñada dice que sí se movía, que trataba de moverse, le ponía audios de mi sobrina Cielo, así se llama, le hablaba de ella y del bebé y Martín reaccionaba. Sus ojos estaban pegados, nos decían que se le habían quemado, pero mi cuñada asegura que le salían lágrimas a Martín”.

Maricela no se pudo despedir de Martín, prefirió que entraran sus padres y su cuñada, sobre todo porque confiaban en que saldría del hospital y harían una comida para festejarlo. Esperaba verlo en el hospital el sábado siguiente, pero él ya no llegó a ese día.

Dos días antes de la tragedia, Martín estaba muy feliz, le animaba el año nuevo

Su papá le llamó alrededor de las 9 de la noche del 31 de diciembre para decirle que Martín estaba muy mal y los médicos no le daban mucho tiempo. Les pidió ir a despedirse. “Fuimos todos, seis hermanos, mi mamá y mi cuñada. Dijeron que sólo dos podían entrar. Entraron mi mamá y mi cuñada. Nosotros esperamos, iban a ser las 11:30 de la noche. Nuestro único deseo de año nuevo era que Martín se recuperara, planeamos muchas cosas. A las 11:59 de la noche, mi hermano Beto me llamó para decirme que Martín falleció”.

“Me pregunto si Martín se fue tranquilo”.

Maricela se ponía feliz con los planes de Martín. Siempre fue muy trabajador, “desde pequeño, como a los 13 años se fue a trabajar, entre los 14 y los 15 inició trabajando en la casa de la familia Blas, se iba en vacaciones a trabajar, a ayudarles en la elaboración de cuetes, también a cosechar, arrancar hierbas en las milpas, siempre estaba ocupado, era una persona muy feliz”.   

No trabajaba todo el tiempo ahí, sólo algunos días y por temporadas; también era chalán de albañil en el municipio de Querétaro, aunque desde hace un año empezó a criar borregos porque quería poner un negocio de barbacoa, con su consomé y ya planeaba que el 31 matarían un borrego para practicar.

Martín empezó a criar borregos porque quería poner un negocio de barbacoa

Después del accidente, los patrones de Martín estuvieron muy mal y le dieron todo el apoyo a la familia. Querían a Martín y decían “si hubiésemos sabido que iba a pasar esto, no le hubiéramos llamado para ayudarnos”. Él también los quería. Los consideraba su segunda familia y era muy amigo de Alfredo, el hijo de sus patrones.

La familia de los patrones, según cuentan los vecinos, perdió a dos hermanos hace algunos años por una explosión y ahora tienen a otro hermano en el hospital. Maricela reconoce que “tampoco tienen tanto, son familia humilde como nosotros y lo poco o mucho que nos dieron fue de corazón y ahora van a ayudar a mi cuñada con la bebé y con el que viene en camino”.

Para Maricela la gran pregunta es si Martín se fue tranquilo. Porque dos días antes él estaba muy feliz por sus planes, porque no peleaba con nadie, le animaba el año nuevo porque quería partir la piñata con su hija. “No sé si se fue muy triste o muy preocupado, porque no va a conocer a su otro bebé, aquí no podemos creer que ya no está, que ya no lo vamos a ver nunca más”.

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Last modified: 13 enero, 2022
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