El 25 de septiembre de 2015 los líderes de los países integrantes de las Naciones Unidas acordaron 17 objetivos para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos, como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. ¿Cómo vamos en el cumplimiento de estos objetivos? La pandemia ha hecho evidente nuestra vulnerabilidad en términos de salud, economía y medio ambiente; estamos lejos de cumplir los objetivos de desarrollo sostenible.
El pasado agosto, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó el Sexto Informe de Evaluación, en el cual se asegura que el cambio climático es inducido por la actividad humana y existe evidencia de que ya afecta todas las regiones del mundo. Ha causado pérdida de biodiversidad, aumento de temperatura, contaminación y mala calidad de aire y agua; en términos sociales, profundiza la desigualdad étnica, cultural y económica, ya que la población más afectada son las personas en estado de vulnerabilidad, provocando migraciones climáticas, explotación, inseguridad, exclusión y aislamiento; y los efectos económicos incluyen la pérdida de la resiliencia y la construcción social del riesgo, afectando ciudades y sus infraestructuras y medios de producción.
Las ciudades concentran la mayor parte de la población y representan entre el 60 y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono. Esto significa una oportunidad para la adaptación y mitigación del cambio climático: si actuamos en las ciudades (que son 3% de la superficie del planeta, según ONU Hábitat), podemos mejorar las condiciones ambientales, sociales y económicas globales.
Las soluciones basadas en naturaleza son tácticas que se pueden implementar como redes intraurbanas de espacios multifuncionales que sustentan actividades y procesos ecológicos y sociales; permiten la continuidad de la biodiversidad, la conexión espacial y el movimiento de personas, fauna, viento y agua, convirtiéndose en espacios públicos de recreación e integración social. La arborización de esta red mitiga el efecto de isla de calor y el secuestro de carbono y mejora la calidad del aire. Como resultado, aumenta la habitabilidad urbana, la resiliencia, el crecimiento económico y el capital natural.
Por otro lado, se requiere una alternativa al modelo económico dominante que aumenta las desigualdades, fomenta el desperdicio, capitaliza la escasez de recursos y amenaza el medio ambiente y la salud humana. En 2008, el Programa para el Medio Ambiente de la ONU lanzó la Iniciativa de Economía Verde (GEI), un programa de investigación global para motivar a los legisladores a apoyar las inversiones ambientales. La economía verde prioriza la energía limpia, eliminar el hambre y fomentar la igualdad de género para mejorar el bienestar humano, generar equidad social y reducir los riesgos ambientales y la escasez ecológica. Actualmente existen diversos fondos público-privados para financiar los cambios estructurales masivos que se requieren, un ejemplo es Urban Shift, un fondo de 146 millones de dólares en financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) y mil 700 millones de dólares en cofinanciamiento para transformar ciudades en espacios verdes y habitables.
Es urgente tomar acción inmediata, contundente y transversal para la construcción de la resiliencia y la regeneración del medio ambiente. Para lograrlo se requieren de profesionales que creen prototipos y proyectos demostrativos de este marco físico, coherente con la naturaleza y los sistemas vivos, que sostenga una economía saludable y estabilidad comunitaria, así como el desarrollo de modelos de negocio conscientes para hacer factibles estos proyectos. En los siguientes años, todos seremos actores claves para construir colaborativamente la ciudad del futuro.
Para conocer más de las soluciones basadas en naturaleza: https://cordis.europa.eu/article/id/421771-nbs-benefits-and-opportunities-wild-et-al-2020/es
Para conocer más de la economía verde:
https://www.unep.org/es/explora-los-temas/economia-verde