Las fricciones debido a Ucrania entre, por una parte, Estados Unidos de América (EUA), la Unión Europea (UE) y Reino Unido (RU) y, por otra, Rusia, han capturado la atención no sólo del viejo continente, sino de todo el globo. Cada noticia nueva que tenemos de la situación nos lleva a preguntarnos qué tanto faltará para el estallido de la guerra. ¿Será cuestión de tiempo o las tensiones descenderán?
En los pasados años se han librado varios enfrentamientos armados y guerras en Europa, como las dos guerras de Chechenia o el conflicto de Nagorno-Karabaj. No obstante, ninguno de estos eventos tuvo el mismo impacto regional que las guerras yugoslavas desarrolladas de 1991 a 2001 (aunque hay opiniones que sugieren la independencia de Montenegro en 2006 como la fecha final de esta serie de conflictos).
Considerando lo anterior, sería desde hace décadas que Europa no había llegado a una situación sumamente delicada que pudiera llevarla a una guerra de mayores proporciones y con un impacto regional más severo. Pero esa situación se está experimentando hoy en día con el problema de Ucrania y las tenazas de Rusia y occidente.
Desde hace tiempo, el Kremlin ha buscado desestabilizar a su exrepública soviética para absorberla, como lo hizo en 2014 con la península de Crimea. Sin embargo, la reacción de EUA, la UE y RU ha sido más rápida y apremiante ahora, puesto que los tres agentes identifican lo importante que es Ucrania para la estabilidad de Europa del Este, ya que, si Rusia la lograra acaparar, amasaría más poder e influencia en la región, además de colindar con el conglomerado de 27 naciones europeas.
Las fuerzas occidentales han ayudado a Ucrania en cuestiones de asesoría, soporte militar y respaldo estatal, de ahí que la decisión de Moscú haya sido enviar tropas rusas desde el año pasado a su frontera ucraniana como forma de disuasión y presión para expulsar a los occidentales. La intención de Vladimir Putin es doblegar a Washington, Bruselas y Londres para que acepten bloquear cualquier solicitud de ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por parte de las exrepúblicas soviéticas, entre ellas Ucrania, por “motivos relacionados a la seguridad nacional de Rusia”.
Sin duda, lo que busca el Kremlin es evitar mayor injerencia de la OTAN en Europa del Este para que sea la misma Rusia la que influya y controle poco a poco a los Estados que conformaban la Unión Soviética, como en cierta medida lo ha hecho con Bielorrusia y Kazajstán, entre otros. La esperanza de Europa para evitar que trascendiera el conflicto y que se dirigiera a un escenario bélico era el conjunto de pláticas que han sostenido los presidentes estadounidense y ruso. No obstante, no han rendido fruto para llegar a un acuerdo, puesto que las propuestas principales de ambas partes parecen inamovibles, lo que no resulta compatible con los intereses de ambos gobiernos.
Ante los desalentadores resultados de las reuniones y la creciente desesperanza occidental, Ucrania ha comenzado a recibir más apoyo bélico, sobre todo británico y estadounidense, para protegerse de cualquier hostigamiento ruso. De la misma manera, más países de la UE se han sumado a la protección del territorio ucraniano, como ha sido el caso de Alemania y Polonia; y otros han desplegado sus fuerzas militares en su frontera más cercana a Rusia, como Suecia y Finlandia, para protegerse ante cualquier situación que se salga de control.
Hay optimistas que estiman que la diplomacia avanzará en los siguientes días a raíz de la necesidad de evitar la guerra por parte de Washington, Bruselas, Londres y Moscú. Ojalá que así sea, aunque las negociaciones tarden y por ahora se pause esta serie de tensiones. Pero todo parece indicar que en Europa se está gestando el comienzo de enfrentamientos bélicos, de limitada proporción al menos. Quizá sean un mal necesario para detener el conflicto. En todo caso, el gran ganador, sin exponerse demasiado, sería China.
Niels Rosas Valdez
Escritor, historiador e internacionalista
@NielsRosasV (Twitter)
niels.rosas@gmail.com
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