Autoría de 1:16 pm #Opinión, Rodrigo Montera - Poema de Gol

El futbol, mejor que el infinito – Rodrigo Montera

Primer tiempo: Jugar con las manos

Los rectángulos pueblan el mundo.

En la actualidad, desconfiamos de aquello que no tenga la forma de un teléfono.

Un triángulo o un círculo nos parecen arcaicos, poco elegantes.

Lo rectangular es moderno, simple, vistoso.

Las manos anhelan tocar y deslizarse sobre esas superficies (en apariencia) infinitas.

Hoy todo se conoce por las manos. Sin embargo, estas expresan cada vez menos. Informan, pero no sienten. Son analfabetas de un lenguaje que dominan a la perfección.

Imbuidas en el rectángulo (en la red), delatan qué les interesa, atrae o aburre. Las manos notifican, pero son incapaces de crear.

Juegan un juego sin objetivo: no puede haberlo en una cancha de la que se desconocen sus límites.

La continuidad del juego, eso sí, ofrece estabilidad. Sabemos que siempre podemos entrar en él.

El juego no descansa.

Sólo se inestabiliza cuando un jugador suelta su dispositivo. En ese momento el infinito sufre una interferencia. Y el jugador se siente extraviado, aturdido.

El infinito de la red se basa en la dependencia: las manos juegan a esclavizarse.

Lo contrario que los pies sobre el césped.

Segundo tiempo: El fin del futbol

En el mundo del futbol sólo hay un rectángulo, el campo de juego.

Y, a diferencia de los rectángulos electrónicos, a la cancha no se le asocia al infinito, al contrario, cada uno de sus extremos implica un fin. Del otro lado de la línea de cal, el juego deja de existir.

Un campo de soccer es una isla, litoral entre la ilusión y el abandono.

El futbol rinde culto a lo circular, es decir, al movimiento.

Si en un partido el balón permaneciera quieto, el juego mataría de aburrimiento. Mientras que los rectángulos, cuanto más inmovilizan, mejor juegan su partida.

Lo esférico es vida; lo rectangular, tumba.

El balón demanda la expresividad y destreza del jugador. Cada jugada precisa de una sintaxis corporal distinta.

Para jugar futbol se requiere ser creativo y preciso por igual, y en eso consiste la libertad futbolística.

Tiempo de compensación: La crucial diferencia

Un buen jugador no quiere el balón para conservarlo, sino para desprenderse de él.

La red, en cambio, sólo juega con nosotros si no soltamos el dispositivo.

Ante los usos y costumbres de la sociedad actual, el futbol envejece rápidamente. Quienes lo juegan atesoran y salvaguardan una reliquia: la de expresarse liberándose del objeto más preciado.

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Last modified: 24 enero, 2022
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