HISTORIAS: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX
FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX
Querétaro tiene algo muy especial, todo el que llega lo sabe. No son sus atardeceres, su garbanza o el buen clima, va más allá: es una tierra de oportunidades para quienes buscan trabajo, seguridad, familia o, simplemente, un nuevo comienzo.
El Hogar de Transición “Cambiando Vidas” es, quizás, el mejor ejemplo de ello. Ahí, habitan temporalmente alrededor de 16 hombres y mujeres (pudiendo ser hasta 60) que se encuentran en diferentes etapas de un programa de rehabilitación y reinserción laboral.
Entre ellos, Francisco González, Yoatzin Robles y Emmanuel Alvara ―todos llegados de otras partes del país― coinciden en que es un proyecto único en México, porque les dio una segunda oportunidad cuando no tenían nada.
Las historias de vida, y experiencias en el Hogar de Transición, que comparten en entrevista con lalupa.mx, son la mejor prueba de ese gran cambio.
Francisco González Piña, 57 años
“Hace más de 20 años, mi hermana me dijo que me viniera a Querétaro con ella porque me veía en los vicios tras haber pedido a mi madre. Cuando llegué, me sentí a gusto, y rápido conseguí trabajo y hasta conocí a la que sería la mamá de mi hijo”, recuerda Francisco, también conocido como “Piña”.
González había estudiado los primeros dos años de la licenciatura en derecho, por lo que pudo entrar a trabajar a un despacho jurídico como auxiliar, mejorando la calidad de vida para él y su familia.
“Después de muchos años me divorcié, mi mujer me engañaba. Yo no pude hacer nada para quedarme con mi hijo y jamás me dejó verlo. Tuve que irme a vivir por mi cuenta, a un pequeño cuarto; no tenía mucho, pero todo era mío y me lo había ganado trabajando…”, continúa.
Piña relata que, en 2021, un par de hombres lo asaltaron cerca de su casa, lo hirieron gravemente y luego lo aventaron al río. Tras recuperarse, su casero le negó la entrada a su casa ―argumentando que le debía dinero― y se quedó con todas sus cosas.
“Estuve en la calle un tiempo, sin poder hacer nada. De nuevo regresé a la bebida. Una vez, escuché que entre Tecnológico y Universidad nos daban lonche y fui por el mío. Me invitaron a pasar y, tras platicar con el licenciado Marco Rosales (director del Hogar), acabé quedándome porque me hizo sentir bienvenido”, confiesa.
Lo primero que tuvo que hacer al ingresar, porque así lo marca el reglamento, fue dejar de beber. Lo logró con el acompañamiento de los programas de rehabilitación y atención psicológica.
“Tengo a mi psicóloga, es muy linda dama, lo digo así porque es joven pero muy buena. Con ella me desahogo, de todo lo que he vivido y es lo que me ha ayudado para salir adelante…”, cuenta.
Los servicios, talleres y estadía son completamente gratuitos para los beneficiarios, sólo se les pide que colaboren en las labores domésticas. Francisco disfruta de las tareas y las ve igual a lo que se debe hacer cuando se vive en familia.
“Desde septiembre he trabajo como guardia de seguridad en las torres grandotas de Centro Sur. Me gusta trabajar, se siente bien servir a los demás. Ahora, ambiciono en un tiempo volver a tener mi espacio, mis cosas, eso es lo más importante para mí”, concluye.
Yoatzin Robles Hernández, 29 años
En 2020, tras el paro de actividades de la planta de Nissan donde trabajaba, Yoatzin Robles decidió vender todas sus cosas, tomar a su perro e irse a Querétaro a buscar trabajo, junto con una amiga.
“Renté en una casa compartida mientras encontraba dónde trabajar, pero todo era muy caro y el poco dinero que traía se me iba acabando. Cuando por fin conseguí algo, me enfermé de Covid y me descansaron; de pronto nada más me alcanzaba para comprar un poco de pan y jamón… Se supone que yo venía a triunfar aquí”, recuerda.
Yoatzin comenzó a escribir a las vacantes en la industria, pues tiene experiencia en logística, transporte y sabe manejar un montacargas, pero cuando llegaba a las entrevistas, la rechazaban por ser una mujer trans.
“Me citaban y cuando me veían, decían que mejor no. No les importaba mi experiencia, me juzgaban por mi aspecto. Comencé a pensar que los queretanos son muy homofóbicos”
Conforme la necesidad aumentó, Yoatzin debió mudarse, compartiendo con muchas personas la misma casa. Algunos de los compañeros la acosaban, hostigaban y denigraban.
“Una noche, un par de hombres que vivían en la casa, ebrios, me obligaron a agarrar mis cosas a la mitad de la madrugada e irme. Tuve que recurrir a mi única amiga, pero después de unos días me comenzó a tratar mal y mejor agarré mis cosas, mi perro, y me fui…”, cuenta.
Yoatzin relata que pasó 4 días en la calle, sin comer bien y con frío, teniendo que “dormir” en un parque donde sabía que había wifi gratuito, su única forma de mantenerse comunicada.
“Yo no conozco por aquí, no me sé mover, no tengo amigos. Tuve que dejarle mi perro a una pareja que lo vio y les gustó, me dijeron que podía recuperarlo cuando estuviera mejor. Acabé acercándome al albergue del centro para comer y dormir; veía a los indigentes y me negaba a estar así. Cuando entré, quería llorar, no tenía hambre, no tenía ganas de ir al baño, ni podía dormir”, confiesa.
En el Albergue Yimpathi, uno de los funcionarios le comentó de un sitio, el Hogar de Transición, donde podían recibirla y ayudarla, porque, además, había perdido su INE, lo que le hacía casi imposible ir a buscar trabajo.
“Cuando llegué al Hogar, pasé a platicar con el licenciado Marco, él es alguien que te hace sentir una gran paz. Me quedé. Como no tenía mis documentos, era difícil conseguir trabajo, pero comencé a laborar como guardia de seguridad”, cuenta.
Fue hasta que decidió pedir ayuda ―en buena parte gracias al apoyo psicológico que ha recibido― que, aprovechando el servicio de trámites que ofrece Cambiando Vidas, la acompañaron por su identificación, que le dieron rápidamente, ya sin problemas.
“Ahora ya tengo todos mis documentos, aun así me cuesta mucho conseguir trabajo debido a cómo me ven, pero al menos me siento más tranquila y puedo comenzar a planear cosas para quedarme aquí; ya tengo más amigos”, dice para concluir.
Emmanuel Alvara, 41 años
Emmanuel llegó a Querétaro a principios de 2021, vino desde Monterrey buscando trabajo. A pesar de su experiencia laborando en cocinas de muchas partes del país, no le ha resultado sencillo.
“Ahora trabajo de guardia, por las noches. En el Hogar, me encargo de la cocina junto con otra señora; nosotros dos preparamos la comida para los demás compañeros”, cuenta.
De las tres comidas que ayuda a hacer cada día, la cena es la más apresurada debido a que entra a trabajar antes. Desde temprano se pone de acuerdo con su compañera, y dejan todo listo para antes de que él tenga que irse.
“No he podido asistir a muchas de las actividades y talleres que ofrecen, porque siempre estoy ocupado cocinando, los veo desde lejos o en las vueltas que doy. Pero, la que recuerdo particularmente es una donde nos enseñaron a realizar huertos de traspatio, para cultivar nuestro alimento, me gustó mucho”, comenta.
“Aquí me he sentido perfecto, es un hogar, la gente que entra se vuelve familia de un modo u otro. Trabajamos en una dinámica de cadena, donde tenemos que apoyar en su proceso al compañero que viene detrás de nosotros… Yo he estado en muchas ciudades diferentes, he vivido varias veces en la calle… de todos, Querétaro es el único lugar que tiene un programa así, no es un albergue, es un sitio donde le dan a la gente una segunda oportunidad”, concluye Emmanuel.
Un sitio para descansar, sanar y mejorar
Ante el aumento en el número de personas en situación de calle, debido al Covid 19 y a la difícil coyuntura económica, el objetivo del Centro de Servicios Temporal para Situación de Calle, primero, y del Hogar de Transición Cambiando Vidas, ahora, es crear un espacio seguro de vivienda temporal, donde también se brinde atención a personas sin techo: servicios médicos, pruebas clínicas, consultas psicológicas, apoyo con trámites, incluso, talleres y bolsa de trabajo para su reinserción laboral.
Hoy, después de semanas, meses, incluso años de dificultades, noches sin descanso y experiencias terribles, Emmanuel, Francisco y Yoatzin son casos de éxito de un programa que no se conforma con dar techo y comida, sino que busca crear un sitio acogedor, familiar, para descansar, sanar y mejorar, un hogar.
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Efectivamente es un lugar que te cambia la vida y va más allá de un grupo de A.A.
Las historias que acabo de leer, suenan absolutamente creíbles y el programa “Cambiando vidas” del que no sabía nada, me parece un gran proyecto. ¡Bravo!
Excelente programa del gobierno municipal y excelente reseña de estos casos que han encontrado una opción de regreso a una vida productiva e integrada. 👍👍👍👍👏👏👏👏💪💪💪💪💪