Autoría de 11:19 am #Opinión, Luis Tamayo Pérez - Ecosofía

Antonio Sarmiento: el refrigerador como promotor del calentamiento global antropogénico – Luis Tamayo Pérez

Introducción

El sábado pasado, al interior de la conferencia Cambio climático y Lo-cura, organizada por René Nájera (integrante de Espazzio Terapéutico), en la cual presenté la grave situación por la que pasa el Sistema Tierra, así como las consecuencias que acarreará el calentamiento global a la humanidad, el Dr. Antonio Sarmiento Galán, un investigador del Instituto de Matemáticas de la UNAM y uno de los más importantes expertos mexicanos en el tema, realizó una valiosa disquisición sobre los factores que agravan el calentamiento global, entre los cuales se encuentra un invitado inesperado: el refrigerador. En esta ocasión me permito presentar íntegro el texto del Dr. Sarmiento, el cual estoy seguro, estimado lector, será de su interés.

El refrigerador: otro agente promotor del Calentamiento Global Antropogénico – Antonio Sarmiento Galán

La evolución de la tecnología del enfriamiento explica por qué las supuestas soluciones al calentamiento global sólo han logrado que la situación empeore.

En la orilla norte del lago Bantam, en el noroeste de Connecticut, hay una zona pantanosa donde existe una doble fila de pilares de concreto salpicados por líquenes, con una altura de entre 1.2 y 1.5 metros; las filas empiezan a la orilla del agua y se extienden unos 80 metros en el bosque. Cerca de ahí, existe un canal estrecho, con agua y hojas muertas, cruzado en varios lugares por puentes de madera que semejan bases para transporte de mercancía. Más allá del final del canal en el bosque, en un claro rectangular existen dos franjas de concreto, de unos noventa metros de largo y separadas por más de 30 metros y que resultan ser senderos muy útiles para caminar sin hacerlo sobre el suelo fangoso.

Pilares en las ruinas de la planta de hielo del lago Bantam

Todo ello constituye las ruinas de lo que fuese la fábrica de hielo Berkshire, la cuál existió como una operación de recolección en el lago hace más de un siglo.

Cada invierno, había 140 hombres que habitaban en barracas y trabajaban de las 03:00 a las 18:00 horas durante siete días a la semana y grupos de caballos que tiraban de “deslizadores” en forma de trineo con los que cortaban líneas de cuadrícula en el hielo; los hombres seguían las líneas con largas sierras de mano para separar el hielo en bloques de más de 30 centímetros de espesor. Los pilares de concreto soportaban una banda transportadora para desplazar los bloques recién cortados a una inmensa casa de hielo sobre las franjas de concreto, que contenía unas sesenta toneladas de hielo; contaba con vías en cada lado, donde vagones de ferrocarril podían cargarse simultáneamente con hielo.

La operación iniciaba a finales de noviembre y terminaba a mediados de marzo, pero en la actualidad, durante los inviernos, el lago no es más que agua fría sin hielo alguno; el 16 de diciembre del 2021, la temperatura era de 16 oC. Los cambios en el clima terrestre durante las últimas décadas han sido tanto terriblemente rápidos como engañosamente lentos. Sin embargo, de vez en cuando uno nota algo que te noquea: muchas transformaciones inquietantes se ocultan dentro de 1.5 oC, el esperanzador límite que se fijó en el acuerdo de París en diciembre del 2015.

La recolección de hielo en el lago Bantam dejó de funcionar en 1929, probablemente debido a que un incendio destruyó la casa de hielo; aunque, de cualquier forma, el negocio estaba condenado por el aumento de la producción de hielo artificial y la creciente popularidad de un nuevo producto de consumo: el refrigerador casero. Los Kelvinators, General Electric Monitor Tops y otros modelos residenciales tempranos eran rudimentarios y costosos, pero ellos y sus sucesores eventualmente desplazaron a las cámaras de hielo, los deslizadores tirados por caballos y los aserradores sobreexplotados con exceso de trabajo.

La evolución de la tecnología de enfriamiento puede verse como una parábola de nuestra catástrofe climática en desarrollo, en parte porque la tecnología ha contribuido directamente a la crisis, pero principalmente porque su historia sugiere una explicación contraria a la intuición de por qué la lucha contra el calentamiento global ha resultado tan difícil, y por qué las soluciones de algunos de nuestros supuestos están en realidad empeorando nuestros problemas.

En lugares templados, el uso regular del frío para conservar los alimentos se volvió práctico por primera vez en las primeras décadas del siglo XIX, cuando los recolectores de Connecticut y otros lugares comenzaron a empacar hielo de lagos y ríos en aserrín con sal y enviarlo a lugares tan lejanos como India y Australia; la producción artificial a gran escala ha seguido desde entonces.

Hace noventa años, existían armarios de almacenamiento de alimentos revestidos de zinc en el interior, que no se enchufaban a alguna fuente de corriente y que a veces goteaban agua de deshielo en el piso de la cocina.

Los primeros refrigeradores eléctricos eran ruidosos, estaban mal aislados y, en ocasiones, eran peligrosos y costaban más que algunos automóviles nuevos. Sin embargo, a medida que la tecnología mejoró y los precios bajaron, su uso cambió varias industrias. Las hieleras de barrio desaparecieron gradualmente, por supuesto, pero también se transformaron la producción, el envasado, la distribución, la venta al por menor, la compra y el consumo de alimentos. Más o menos en la época en que terminó el negocio del hielo de Bantam Lake, se introdujo la tecnología de congelación rápida, y los diminutos compartimentos congeladores de los primeros refrigeradores domésticos crecieron para dar cabida a los chícharos y las espinacas y también a las bandejas de aluminio que hacían rechinar los dientes a los usuarios cuando tiraban de sus asas para liberar cubitos de hielo para sus cócteles.

Actualmente, los niños se sirven cubitos de hielo presionando un vaso contra una palanca de plástico en la puerta del congelador, algo que abunda en la mayoría de los hogares de clase media en todo el mundo y que, cada vez más, resulta no ser el único refrigerador/congelador por cada casa, las cuales se equipan con un gabinete de almacenamiento de vino con control de temperatura, un cajón de bebidas refrigeradas debajo del mostrador al lado del lavaplatos o un tercer refrigerador en la cochera. Incluso, las habitaciones de motel de mala muerte ahora tienen refrigeradores (siempre funcionando, aunque rara vez se usan). A veces se compra la gasolina en una de las muchas grandes gasolineras modernas, que tienen más espacio refrigerado de exhibición que algunas de las pequeñas tiendas de comestibles en las colonias, las cuales, a su vez, tienen un cuarto refrigerado completo sólo para cerveza.

“Actualmente, los niños se sirven cubitos de hielo presionando un vaso contra una palanca de plástico en la puerta del congelador, algo que abunda en la mayoría de los hogares de clase media en todo el mundo y que, cada vez más, resulta no ser el único refrigerador/congelador por cada casa…”

Los refrigeradores usan compresores, condensadores y serpentines llenos de compuestos volátiles para transferir calor del interior al exterior; esta misma innovación hizo posible el aire acondicionado. En 1955, los acondicionadores de aire en las casas eran raros y más aun en los automóviles; hoy, en casi todos los países del mundo, son casi universales. Nuestros abuelos se mantuvieron semi-cómodos durante los veranos de zonas calurosas en los años treinta y cuarenta del siglo XX, desplazando mecedoras a sus terrazas cubiertas y usando ropa de algodón fruncido[1] para trabajar. Ahora es posible pasar días enteros sin encontrar aire que no haya sido enfriado artificialmente y, una vez que te acostumbras al aire enfriado, su ausencia puede resultar insoportable. En el 2011, un general retirado del ejército norteamericano estimó que el Departamento de Defensa gastaba un poco más de veinte mil millones de dólares al año para proporcionar aire acondicionado a las fuerzas invasoras estadounidenses en Irak y Afganistán.

El uso de la tecnología de refrigeración está creciendo en todo el mundo. Recién iniciado el siglo XXI, Alaska rompió el récord de compra de acondicionadores de aire en Estados Unidos, debido a que sus hogares, construidos inicialmente para no perder energía, se han vuelto insoportablemente calientes en el verano. China ahora representa cerca de la mitad de las compras mundiales de acondicionadores de aire y aproximadamente las tres cuartas partes de la producción mundial; en Dubái, donde la vida durante gran parte del año sería casi imposible sin aire acondicionado, las piscinas de los hoteles están refrigeradas. Según un informe publicado en 2018 por la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), la refrigeración en 2016 representó alrededor del 6% del consumo mundial de energía y la refrigeración de espacios representó alrededor del 8%. En el mismo informe, la IEA predijo que el uso mundial de energía por parte de los acondicionadores de aire se triplicaría para 2050, “lo que requeriría una nueva capacidad de electricidad equivalente a la capacidad de electricidad combinada de los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón en la actualidad”. El uso de energía por parte de los refrigeradores sigue una trayectoria ascendente similar.

Gran parte del reciente crecimiento mundial en la capacidad de enfriamiento ha sido una respuesta adaptativa al calentamiento global. El problema se perpetúa a sí mismo, porque la electricidad con la que funcionan los refrigeradores y los acondicionadores de aire se genera principalmente quemando combustibles fósiles; es lo que se conoce como un ciclo positivo de retroalimentación que sólo agrava la situación. Pero, además, hay otros impactos climáticos. Los hidrofluorocarbonos, que durante décadas han sido los compuestos volátiles que circulan dentro de la mayoría de los nuevos equipos de refrigeración, fueron ampliamente adoptados como refrigerantes porque no tienen el mismo efecto destructivo sobre la capa de ozono de la Tierra que sus predecesores inmediatos, los clorofluorocarbonos. Pero los hidrofluorocarbonos son gases de efecto invernadero con cientos o miles de veces el potencial de calentamiento del bióxido de carbono (CO2). El año pasado, la Agencia de Protección Ambiental adoptó una regla que se estima reducirá gradualmente su producción y uso en los Estados Unidos en un 85% durante los próximos 15 años; desafortunadamente, todavía se fabrican en grandes cantidades. Las fugas son un problema común, y no sólo cuando los refrigeradores y acondicionadores de aire viejos terminan en los tiraderos a cielo abierto.

La estrategia más aceptada para frenar el calentamiento causado por la tecnología de enfriamiento es aumentar la eficiencia energética de los nuevos refrigeradores y acondicionadores de aire. En un informe de 2011, el Departamento de Energía de EE. UU. estimó que sus nuevos estándares de eficiencia para refrigeradores (que entraron en vigor en 2014 y actualmente se están actualizando) “ahorrarían a la nación casi cuatro billones y medio de BTUs[2] en 30 años. Eso es tres veces más que la energía total utilizada actualmente por todos los productos de refrigeración en los hogares de los EE. UU. anualmente. También es la cantidad equivalente de ahorro de energía que podría usarse para alimentar a un tercio de África durante todo un año”. La IEA, en su informe de 2018, argumentó que, a través de “estándares mínimos de rendimiento energético estrictos y otras medidas como el etiquetado, la eficiencia energética promedio de los inventarios de aires acondicionados en todo el mundo podría más que duplicarse entre ahora y el 2050”. La implementación de esos cambios dijo, reduciría significativamente la necesidad de una nueva infraestructura eléctrica, aplanando la curva de la futura demanda de energía.

Esta estrategia suena tanto lógica como factible. Pero la historia sugiere que no tendrá éxito. El enfriamiento artificial se puso de moda inicialmente porque era más eficiente que empaquetar hielo de lago en aserrín con sal y cargarlo en trenes y barcos. Durante las décadas transcurridas desde entonces, la eficiencia de las máquinas de refrigeración ha aumentado de manera constante y espectacular. De hecho, el sorprendente crecimiento en el consumo de energía de las máquinas de enfriamiento ha ido acompañado, desde el principio, por un crecimiento igualmente sorprendente en su eficiencia energética. Algunas de las mayores ganancias comenzaron a mediados de la década de 1970, después del embargo petrolero árabe, pero las mejoras en la eficiencia precedieron a la crisis y continuaron mucho después de que esta hubiera pasado. En 2010, el Foro Económico Mundial estimó que el refrigerador promedio a la venta en ese momento usaba sólo una cuarta parte de la energía que un modelo típico de 1975, pero tenía un 20% más de capacidad de almacenamiento y costaba sólo un 40%. Los refrigeradores y acondicionadores de aire de hoy en día son aún más eficientes.

Si el aumento de la eficiencia energética hace que el consumo total de energía disminuya, como sugieren la IEA y el Departamento de Energía (DOE) de EE. UU., entonces, ¿por qué sigue empeorando nuestro problema de calentamiento? Los defensores de la eficiencia como estrategia climática argumentan que la cantidad de energía que usan nuestras máquinas hoy en día sería mucho mayor si nuestras máquinas fueran tan ineficientes como lo fueron hace diez, veinte o cincuenta años. Pero la falla en ese argumento es fácil de ver. Si los únicos refrigeradores que pudiéramos comprar ahora fueran monitores General Electric de la década de 1930, ningún supermercado tendría una pared entera llena de refrescos fríos y agua potable (en botellas de plástico mínimamente reciclables, que no existirían sin la pantalla refrigerada eficiente que los mantienen fríos). Del mismo modo, si la única forma de volar de una costa a otra fuera pidiendo aventón con los pioneros de la aviación, ningún ser humano (norteamericano o mexicano) viajaría a California para Navidad.

La IEA dice que, si implementamos con éxito lo que llama un “Escenario de enfriamiento eficiente”, al optimizar la eficiencia energética de nuestras máquinas de enfriamiento podríamos ahorrar casi tres billones de dólares para 2050. Sin embargo, si realmente hacemos eso tendremos tres billones para gastar en otra cosa, y en lo que sea que gastemos esa cantidad inevitablemente tendrá sus propias consecuencias sobre la temperatura global promedio. La historia de la civilización es, en muchos sentidos, la historia de las aceleradas mejoras en la eficiencia energética. Extraer mayor valor de insumos más pequeños es cómo algunos se han hecho ricos; también es cómo hemos creado el problema que ahora estamos tratando de abordar con más de lo mismo.

Hacer que las tecnologías útiles sean más eficientes las hace más baratas y, a medida que se vuelven más baratas, las usamos más y encontramos más usos para ellas, al igual que agregar carriles a las carreteras congestionadas hace que la conducción sea más atractiva, no menos. En 2011, los meteorólogos del DOE presumiblemente no anticiparon que las mejoras en la eficiencia energética harían cada vez más económico alimentar y enfriar las granjas de servidores que extraen y administran las criptomonedas. La correlación entre el crecimiento de la eficiencia y el crecimiento del consumo no es accidental.

Debido a que los sistemas de enfriamiento actuales (diciembre 2021) son tan eficientes desde el punto de vista energético, existen en EE. UU. consorcios que incluyen a los estados y a las empresas que convierten/distribuyen electricidad, los cuales cubren parte del costo relacionado con la instalación de dichos sistemas. Este tipo de transacciones resume el principal defecto de la respuesta principal de Estados Unidos al calentamiento global: al aumentar el consumo anual de energía por hacer adiciones de lujo a los hogares, se obtienen créditos “para ayudar a salvar el mundo”.

En otras palabras, dejemos claro que el refrigerador es un dispositivo que sólo sirve para aumentar nuestro consumo, tanto para dispendiar energía como alimentos, es el único aparato que mantenemos funcionando 24 horas al día y ello sólo sirve para que dejemos perecer comida que olvidamos en su interior con la intención de eliminar parte del poco ejercicio físico que aun hacemos la mayoría de los humanos al ir, la mayoría en vehículo privado, al supermercado cada quince días.

En enero de 2022 no había hielo en algún lado del lago Bantam, ni siquiera en los charcos del estacionamiento.

Cuernavaca, Morelos, 2 de febrero de 2022.

[1] Invento de los pobladores en lo que actualmente es India.

[2] Vieja unidad de calor, definida como la cantidad necesaria para elevar 1 °F (0.55 ºC) la temperatura de 1 lb (0.45359237 kg) de agua líquida a una presión constante de una atmósfera.

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Last modified: 4 febrero, 2022
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