La situación en Ucrania es quizá el tema que con más preocupación se ha seguido en los meses pasados y particularmente en las últimas semanas. Por ahora, los movimientos de Rusia y la coalición occidental liderada por Estados Unidos de América (EUA) en torno al país de Europa del Este se han pausado. No obstante, ha habido nuevos desarrollos que nos permiten visualizar un panorama diferente. ¿Cuáles han sido y qué impacto generan en el escenario europeo?
En las pasadas entregas de Procesos del Poder en La Lupa se ha cubierto la situación actual que atañe a Ucrania. En una de ellas se mencionó la trascendencia para las negociaciones entre Washington y Moscú que tendría el gaseoducto ruso Nord Stream 2 para disuadir al Kremlin de ordenar la invasión al suelo ucraniano y detonar una guerra con occidente.
Se mencionó que para Washington, Bruselas y Londres era imprescindible que Berlín pudiera integrarse directamente en el barco de la coalición occidental, con el objetivo de elevar las probabilidades de que el canciller alemán aceptara incluir el bloqueo en el uso del Nord Stream 2 dentro de las varias sanciones económicas que, en conjunto, un puño de países de occidente impondría a Rusia si Moscú decidiera invadir Ucrania. Esto, por fortuna, se ha conseguido en los pasados días, aunque sin tanto orgullo del líder teutón.
Olaf Scholz sostuvo una visita de Estado en Washington con su similar estadounidense Joe Biden. Sin duda, la reunión fue fructífera para ambos mandatarios, sobre todo para el objetivo de gestionar una mayor alianza occidental con respecto a la amenaza de invasión rusa en Ucrania. Se tenía la esperanza de que esta reunión pudiera sentar las bases de un acuerdo para el bloqueo del gaseoducto Nord Stream 2 si el Kremlin iniciaba movimientos hostiles hacia la exrepública soviética ucraniana.
En este contexto, cuando al presidente de EUA se le preguntó acerca del Nord Stream 2, señaló, sin miramientos, que si Rusia invadía Ucrania el gaseoducto será integrado en la serie de sanciones que occidente activaría contra Moscú. Esta respuesta ofrece mayor tranquilidad para Europa principalmente, puesto que cerrar este gaseoducto a los rusos significa una pérdida inmensa de dinero que las arcas del Estado dejaría de recibir.
A pesar de lo trascendental que resulta este entendimiento para fungir como medida disuasoria contra el Kremlin y de la convicción de Biden de poder hacer lo que sea para que el Nord Stream 2 sea parte de las sanciones contra Moscú, el entusiasmo de Scholz no es el mismo que el de su contraparte estadounidense.
El canciller alemán sabe, al igual que el inquilino de la Casa Blanca, que este acuerdo es crítico para mejorar las condiciones de Europa frente a las intenciones de Rusia con Ucrania. Desde luego que no es una decisión fácil para Alemania, puesto que depende en gran medida del gas ruso, como, de hecho, sucede con otros países europeos.
La decisión, quizá tibia, de Scholz ha sido vigorizada por Biden. Fue él quien, durante la conferencia de prensa de la visita oficial del canciller alemán, la manifestó como una advertencia más cimentada contra Moscú. El mensaje es la respuesta a la declaración conjunta generada entre Vladimir Putin y Xi Jinping en los pasados días, cuando el mandatario ruso asistió a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en China.
Ambas declaraciones, la de Putin junto con Xi y la de Scholz junto con Biden, llegaron en momentos precisos para moldear el destino de lo que probablemente sea la parte final de las negociaciones entre EUA y Rusia. Por ello, si bien no fue del total agrado del canciller alemán, su decisión quizá haya salvado a Ucrania, la Unión Europea y a Europa en general.