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“Aquí no hay jubilación; aquí, hasta que la muerte te separa”: don Jesús, voceador de la Zaragoza

HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX

FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX

Jesús Sánchez Álvarez come tranquilo en su puesto de periódicos y revistas sobre avenida Zaragoza, enfrente de la escuela en la que alguna vez dio clases. Ser voceador lo alimentó durante toda su vida, desde que era un niño. De familia de voceadores, está orgulloso de su pasado y de su presente, pero extraña al Querétaro de antes, cuando la historia se conocía a través de un periódico y no de una pantalla.

Recuerda cómo los periódicos se vendieron “como pan caliente” con el caso de Claudia Mijangos, “hijo de su mecha, se vendió cantidad”. También se acuerda del accidente de los Gallos Blancos hace 34 años a su regreso de Tamaulipas y cómo los esperaban los queretanos.

Esa noticia, y el seguimiento que los periódicos hicieron de ella, fue de gran ayuda para alcanzar a comprar su terreno y hacerse de una casa. De ese puesto de periódicos y de vocear en las calles mantuvo a sus hijos y a su esposa.

Tiene 74 años, 62 de ellos como voceador, “cuando de verdad se voceaba, porque hay periodiqueros que sólo venden, pero estamos los voceadores de antes, de la calle, los que voceábamos desde muy temprano”.

Los voceadores, recuerda, eran bien diferentes a sentarse en un puesto. “Cuando mataban a un presidente, o había un accidente o mataban a alguien o ganaba el equipo, voceábamos: ya salió el periódico, mataron a fulano y la gente llegaba: dame uno, dame uno. Cuando el accidente de los Gallos Blancos vendíamos pacas de periódico, ganamos muchos centavos, ahí muchos hicimos un colchón, un ahorro, ya comprabas un terreno para hacer tu casa, porque vivíamos en vecindades”.

La pandemia, tiro de gracia

Si los periódicos y revistas ya se vendían mal antes de la pandemia, desde marzo de 2020 a la fecha “se vino todo para abajo”.  Antes los dulces ayudaban un poco, pero sin niños en la escuela, no hay ventas. Todos los días acude a su puesto en Allende y Zaragoza a vender lo que se pueda.

“Ya no hay quien me ayude, si falta algo, ¿quién me lo va a traer? De mis cuatro hijos, se murieron dos, me quedaron dos. Uno era judicial y el otro traía un taxibús. Tengo nietas y nietos, pero van a la escuela, todo ha cambiado, nada más quedo yo de la vieja guardia, ya se acabaron los voceadores”, dice Jesús.

Hijo de un voceador y hermano de voceadores. “Estudiábamos y voceábamos, salíamos corre y corre del portal de Plaza de Armas, ahí hacían el (periódico) Amanecer, íbamos corre, corre, en 5 de mayo, a los cafés, entregábamos a los Vázquez Mellado, a los Ballesteros, a los Alcocer. Todo se fue acabando, ahora todo es internet, antes compraban La Semanal, El Sentimental, TV Notas, TV Novelas, Kalimán, vendíamos montones, de 50 p’arriba. Es triste. En sábado vendía hasta 20 o 30 periódicos, hoy me dan cinco y me sobran uno o dos. De algunos periódicos me traigo uno”.

Las revistas ya tampoco se venden. “Muchos van de gorrones a las plazas donde compran su mandado y a la salida, lo acomodan o lo avientan y se van”. Hoy don Jesús ya no vive de la venta de los periódicos y revistas, porque “aquí no hay jubilación, aquí hasta que la muerte te separa”.

De su familia, ya sólo trabaja él. No se encuentra bien si no está en su puesto, necesita el olor de los periódicos, porque si no, “si te quedas sentado, te consumes y aquí siempre llega alguien y aquí un taco de frijoles, aunque sea, no falta”.

De los periódicos al magisterio y de regreso

Jesús Sánchez estudió para ser maestro de primaria. “Pero no me gustó la comisión, me mandaban hasta la sierra”. Dio clases en la escuela Benito Juárez en la mañana, justo donde tiene ahora su puesto, también dio clases en secundaria federal número 1, la de trabajadores que estaba en la calle de Hidalgo y en otras.

Le gustaba dar clases, cuando era indispensable ir de saco, dar el ejemplo, ser respetuoso. Un día le avisaron que se iría a la sierra y le tocó caminar por el monte. “Nada más aguanté como tres comisiones, no aguanté más. Fueron puras vueltas y vueltas, había que pagar por una plaza”, así que dejó todo eso y regresó al oficio de voceador.

De los periódicos no sólo “salió para comer”, también alimentaron sus ganas de vivir. En su puesto guarda pedacitos de la vida de Querétaro. “Es que la historia se guarda”, dice mientras muestra trozos de noticias que le impactaron o de su participación.

 “Dejé de tomar hace 18 años y siempre me gustó el deporte, salíamos a jugar futbol, allá por Cadereyta, como andaba en las selecciones nos íbamos al CREA, a San Juan, a México, al Azteca, a CU, estábamos jóvenes, nos íbamos con la mochila y los uniformes, nos sentíamos de primera”.

Por eso le dolió el accidente de los Gallos Blancos. “Ahí no hubo cheves, no había excesos”. Se acuerda de los festejos, cuando ganaban y la gente acudía a la caseta a recibirlos. Las campanas sonaban al mismo tiempo de todo el centro.

En cada foto que guarda en sobres, identifica a sus familiares y amigos, pero también los nombres y cargos de las figuras políticas y empresariales de cada época de Querétaro. Los reconocimientos y trofeos de sus equipos y carreras son una parte invaluable de su puesto, junto con un radio viejo, que todavía funciona. 

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Last modified: 17 febrero, 2022
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