A inicios de diciembre pasado, concretamente en la entrega de La Onda Plana del día 8 que titulé “No es por ahí”, opiné que no creía que fuera una buena idea, ni la ruta correcta, el confrontar a nuestro principal socio comercial —casi único— y tractor económico con el asunto del otorgamiento de créditos fiscales por hasta 12 mil 500 dólares estadounidenses para los vehículos eléctricos ensamblados en Estados Unidos de América que cumplan con los criterios de contenido doméstico mínimo, y de otros 500 dólares estadounidenses adicionales para las baterías manufacturadas en el territorio de nuestro vecino del norte.
En ese momento sugerí que México debería concentrarse mejor en invertir en la preparación de talento calificado, que pudiera proveerle al sector automotor asentado en nuestro territorio con un insumo que le permita atraer líneas de producción de esta nueva tecnología. Entonces lo demás vendría por añadidura. En contraposición, referí que la valentonada de México al impulsar junto a Canadá un panel de controversias en el marco del Tratado de Comercio Libre entre México, Canadá y los EUA, el T-MEC, podría abrir una caja de Pandora. Y debido a que nuestra planta productiva no cuenta con un sólido sustento técnico, la andanada de demandas que los estadounidenses echarían a andar en contra de México podría resultar imparable e insuperable por parte de nuestra debilitada economía.
A poco más de un mes, lamentablemente mis preocupaciones han comenzado a materializarse. En los días recientes, los EUA han iniciado tres acciones en contra de nuestro país, las tres dirigidas al sector primario y enmarcadas en los temas ambiental y de seguridad. Una fue la suspensión de importación del aguacate mexicano, la segunda fue la prohibición de que embarcaciones mexicanas atraquen en el alto Golfo de México y la tercera el panel para proteger a la vaquita marina.
Desde mi punto de vista, el que los EUA encuentren los espacios para aplicar este tipo de medidas proteccionistas se debe a la incapacidad de nuestro país para realizar la tarea que nos toca; refiero como ejemplo los tres casos mencionados: garantizar la seguridad de los inspectores en las zonas de cultivo del aguacate, incorporar nuevas tecnologías para la pesca selectiva de especies permitidas y protegidas, y cumplir los compromisos contraídos para salvaguardar a las especies endémicas en peligro de extinción; y así difícilmente se pueden encontrar argumentos o evidencia técnica que permitan salir avante en este tipo de disputas.
El asunto es que la situación puede ponerse mucho peor para México en los meses por venir. Sobre todo, si se insiste en mantener políticas de manos caídas en temas como el combate a la inseguridad, o en impulsar marcos arcaicos para sectores estratégicos para Norteamérica, como la reforma del sector eléctrico propuesta por el presidente López. En tal escenario muy probablemente seguirán más acciones legales, ahora dirigidas al sector secundario. Pero quizá estas vengan precedidas por la reubicación de procesos clave para la economía estadounidense, de manera que cuando se prohíba la importación de manufacturados mexicanos las compañías norteamericanas no resulten afectadas en sus cadenas de suministro; de igual forma a como ejecutaron ahora la medida para el caso del aguacate, cuya importación se prohibió una vez que se aseguraron la provisión de este oro verde para acompañar las botanas del domingo de Super Tazón.
Obviamente es deseable que México pronto recupere la seriedad en su relación comercial con Canadá y los EUA, que desista de iniciativas tan perjudiciales para la región norteamericana como la de la reforma eléctrica o la de la desaparición de los organismos autónomos, se trate del Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal de Competencia Económica, la Comisión Reguladora de Energía o cualquier otro; y en lugar de ello mejor concentre sus esfuerzos en acelerar el fortalecimiento técnico de nuestra planta productiva. Entre otras acciones, podría, por ejemplo, revitalizar el Sistema Metrológico Nacional, comenzando por rescatar al Laboratorio Primario del marasmo en el que lleva sumido ya algunas décadas.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.