Autoría de 3:15 pm #Opinión, A Ojo de Pájaro - Gerardo Aguilar • 13 Comments

¡Nada, que EnseNADA tiene TODO! – Gerardo Aguilar Anzures

Parte del proceso para la elaboración de mis crónicas es ir a la carpeta de fotos del episodio que voy a narrar y hacer una selección de las imágenes más significativas, que me sirven para ilustrar el relato. Supe que estaba en problemas cuando la selección inicial de imágenes para la crónica de Ensenada fue de cincuenta y tantas fotos. No era para menos, ya que la cantidad de especies nuevas y de excelentes oportunidades de fotografiar otras hermosas aves ya conocidas fueron constantes durante los cinco días en los que estuvimos pajareando (observando aves) con gran intensidad.

Hicimos este viaje por iniciativa de mi hijo Miguel Ángel (retratado en la foto de portada). Cuando él sugirió Ensenada como nuestro destino me pareció muy bien, porque imaginé muchas aves playeras y acuáticas en general y que algunas de ellas deberían ser nuevas para mí, simplemente por la localización geográfica tan distante de mi hogar en Ciudad de México. Sabiendo que él es un observador y guía experto, la realidad es que no me di a la tarea de revisar detalladamente la localidades que visitaríamos, ni las especies que podríamos encontrar. De tal suerte, fui de sorpresa en sorpresa, ya que la variedad de hábitats y especies que se pueden ver en un rango de distancia cercano a Ensenada fue mucho mayor a lo que yo esperaba.

Playas, acantilados, bosques, matorrales y zonas semidesérticas, cuerpos de agua dulce, zonas altas y frías, incluso sitios dentro de zonas urbanas, son el hogar de una gran variedad de especies de aves, entre las cuáles había una buena cantidad de novedades para mi listado vitalicio de observaciones.

Otra peculiaridad de esta expedición fue que por primera vez Miguel y yo hicimos un viaje pajarero de varios días juntos y sin otra compañía. Esta experiencia fue muy valiosa para ambos en un plano de amistad y de una relación maestro-alumno, en la que a mí me toca el papel de discípulo. Esto fortalece nuestra relación padre-hijo y le añade una perspectiva diferente.

En cuanto a preparativos y logística, conseguimos vuelos baratos a Tijuana (con las incomodidades y restricciones correspondientes), rentamos un auto y como hospedaje conseguimos un departamento en las afueras de Ensenada, estratégicamente ubicado para poder salir fácilmente de la ciudad, hacia los sitios naturales que eran de nuestro interés para observar aves.

La primera noche pernoctamos en un hotel cercano al Aeropuerto de Tijuana y rompiendo el alba salimos hacia Ensenada, recorrido sobre el cual Miguel Ángel había planeado previamente algunas paradas, en las que podríamos encontrar especies interesantes, así que el recorrido entre Tijuana y Ensenada nos tomó alrededor de seis horas, en vez del tiempo normal de menos de 2 horas, pero los resultados nos entusiasmaron mucho, por la cantidad de especies nuevas que encontramos.

Como ejemplo, podemos mencionar el Sendero el Descanso, cerca de Rosarito, donde pudimos ver 28 especies, pero entre ellas había siete nuevos avistamientos (LIFERS): la codorniz, el carpintero, la chara, el rascador y el cuicacoche, todos ellos californianos, además de especies muy representativas de la región, como son la camea y el colibrí cabeza roja (Calypte anna).

En la siguiente imagen se puede ver el cuicacoche californiano (Toxostoma redivivum), que presenta pequeñas diferencias respecto al cuicacoche pico curvo, que se puede encontrar fácilmente en la CDMX, incluso en parques urbanos.

Cuicacoche californiano

Otra especie emblemática es la camea (Chamaea fasciata), un ave que parece un híbrido entre un sastrecillo y un saltapared y que además es tan inquieto como un chipe. En otras palabras, es pequeño, marrón, con ojos muy claros, tiene una larga cola y se requiere de una dosis alta de paciencia y fortuna para lograr una buena imagen, ya que es bastante elusivo y se mimetiza bien en el entorno.

Camea

El colibrí corona roja (Calypte anna) lo pudimos ver en múltiples ocasiones en el viaje, sin embargo, su “primo”, el colibrí corona violeta (Calypte costae), que comparte mucha de su distribución, nos hizo el desdén y no se dejó ver.

Colibrí corona roja

Pero, de todas las especies que vimos en ese sendero, la que yo más deseaba era la codorniz californiana (Callipepla californica). Pudimos verla, efectivamente, pero, como frecuentemente se protege en los matorrales más densos y su plumaje se confunde en ese paisaje, lo único que yo pude presenciar en esa primera ocasión fue el repentino escándalo de muchos pares de alas batiendo furiosamente y vi entre los matorrales el movimiento de sus traseros en plena fuga, para volverse a poner a salvo de las miradas, algunas decenas de metros más adelante.

A pesar de que no pude lograr una buena imagen ese día, “haré trampa” y a continuación te presento a esta bellísima codorniz, que varios días después me permitió muy generosamente retratarla a placer. Estarás de acuerdo en que tenía motivos para desear fervientemente verla. En la foto, un espléndido macho.

Codorniz californiana

Siguiendo hacia el sur, llegamos a la desembocadura del río El Descanso, donde encontramos más especies nuevas para nosotros, como el mergo cresta blanca (Lophodytes cucullatus), cuya hembra te presento a continuación. A mí me recuerda a una dama de alta sociedad de siglos pasados, pues su cresta me parece un antiguo y elegante peinado.

Mergo cresta blanca hembra

El macho también es espectacular, pero el dimorfismo sexual es muy marcado y uno podría pensar que es otra especie. No lo vimos en ese momento, sino días después, en un parque urbano de Ensenada que, de entrada, parecía un lugar perturbado y feo, pero que finalmente nos recompensó con buenos avistamientos, como este.

Mergo cresta blanca macho

Un sitio obligatorio durante una visita a Ensenada es La Bufadora. Entre una cadena de agrestes acantilados contra los que se estrella el Océano Pacífico de una manera espectacular, destaca La Bufadora, que da la impresión de ser un géiser marítimo, sin embargo, el efecto del chorro ascendiente no se debe al contacto del agua con magma incandescente, sino a una chimenea natural abierta en el acantilado, comunicada con cuevas marinas, de manera que la fuerza de las olas genera el potente surtidor de agua de manera periódica. El fenómeno es más intenso con la marea alta, principalmente en la temporada invernal. El sitio es un atractivo turístico, con restaurantes, puestos con bebidas, recuerdos y artesanía. Pudimos observar una buena cantidad de aves acuáticas, entre las que se pueden mencionar varias especies de gaviota, el ostrero americano, el ostrero negro y el pelícano pardo, entre otras.

La Bufadora

Una tarde soleada nos dirigimos a la colonia la Esperanza, al oriente de Ensenada. Realmente el entorno no era muy llamativo: un matorral bajo, en una colina árida, con huellas de perturbación por presencia humana. Sin embargo, ese fue el lugar sugerido para encontrar el cacatonero californiano (Artemisiospiza belli), un bello gorrión que se distribuye sólo en California, EUA, y el estado de Baja California, en México. El paraje vasto y desolado no me daba muy buena espina, pero de repente Miguel Ángel me hizo una seña preventiva, que instantáneamente procesé como “no te muevas y no hables”, y con la mirada me indicó la dirección en la que estaba el pequeño tesoro que estábamos buscando. Afortunadamente, el gorrión no se espantó con nuestra presencia y estuvo saltando entre los arbustos, quedando de vez en cuando al descubierto, lo cual me permitió fotografiarlo sin mayor problema. Después fueron apareciendo algunas otras especies comunes en la región para complementar la pajareada, pero el haber encontrado el LIFER del zacatonero nos hizo experimentar esta sensación de “misión cumplida” que da una salida exitosa.

Zacatonero californiano

Desde el Puerto de Ensenada se puede contratar un tour en bote para salir a mar abierto a buscar especies pelágicas, para lo cual es preciso alejarse de la costa. Para este viaje se nos unió Jonathan Vargas, pajarero local de Ensenada. Siendo sólo tres personas, nos convenía una embarcación pequeña, por cuestión de costos, así que contratamos una lancha de las que se usan para pesca deportiva. Esta “cáscara de nuez” insignificante en el majestuoso Océano Pacífico se movía bastante sobre las olas de mar abierto y a ratos sentí el amago del mareo y de sus posibles penosas consecuencias. Afortunadamente, en esos episodios difíciles, logré dominar la sensación y en general pude disfrutar bastante la experiencia. La oscilación de la lancha también dificultaba encuadrar y enfocar, haciéndome fallar muchas fotos, pero de cualquier forma quedé muy contento con la cosecha de imágenes que logré. El trayecto que hicimos fue en dirección a las Islas Todos Santos, a 19.2 kilómetros de la costa. Estas dos islas y el mar circundante fueron decretadas como Reserva de la Biósfera apenas en 2016. Nuestra intención era encontrar aves pelágicas en el trayecto, además de las especies que pueden verse en los litorales rocosos de las islas.

El primer LIFER entre las especies pelágicas fue el fulmar boreal (Fulmarus glacialis); tuvimos la fortuna de encontrar un pequeño grupo flotando en el mar, a una distancia cercana de nuestra lancha. Me llamó mucho la atención su pico, que da la impresión de estar fracturado. Vimos el morfo oscuro, que es el que te muestro en la foto. El morfo blanco podría confundirse con una gaviota. Casi nunca está en tierra, salvo en las colonias reproductivas. En la Península de Baja California se encuentra en el límite inferior de su distribución, que por el norte llega al Ártico, por lo que resulta adecuado el “glacialis” en su nombre científico.

Fulmar boreal

Más lejos y en vuelo, pudimos ver a la pardela mexicana (Puffinus opysthomelas), otra ave pelágica más pequeña que el fulmar y que desafortunadamente tiene estatus de conservación NT (casi amenazada). Aunque la mejor fotografía que logré es de escasa calidad (foto de registro), la incluyo por ser un avistamiento valioso.

Pardela mexicana

Los avistamientos que logramos ya en los litorales de las islas fueron muy gratificantes, puesto que además de una gran cantidad de gaviotas, pelícanos y otras especies comunes pudimos ver tres especies de cormorán (orejón, de Brandt y pelágico), así como el hermoso ostrero negro (Haemantopus bachmani), que te presento en la siguiente imagen que me gusta mucho, porque nos muestra el ave a través del poderoso oleaje y la sólida roca contra la que se estrella el mar.

Ostrero negro

Ya de regreso a tierra firme, prácticamente pasando el rompeolas de Ensenada, tuvimos una buena oportunidad de ver y fotografiar a la negreta nuca blanca (Melanitta perspicillata), que es un pato grande al que le gusta estar en la zona de la marea, pescando mejillones y otros invertebrados acuáticos. El aspecto físico del macho adulto es muy “peculiar”, rayando más bien en lo cómico o caricaturesco, como podrás constatar en la imagen siguiente.

Negreta nuca blanca

Ese mismo día por la tarde fuimos a un lugar llamado Estero Maneadero, donde pudimos observar una buena cantidad de aves acuáticas, entre las que destacaba el mergo copetón (Mergo serrator), cuyo LIFER habíamos registrado el día anterior, pero en Maneadero fue posible verlo y fotografiarlo mejor. Los mergos en general, y esta especie en particular, definitivamente los tenía en la mira desde el principio y fue una gran emoción el poder verlo.

Mergo copetón

Sin embargo, el LIFER más codiciado de la tarde fue el rascón costero del Pacífico (Rallus obsoletus), que es una especie amenazada, muy valiosa de ver. Yo digo que algunas aves son “hijas de la mala vida”, porque les gusta estar en ambientes desagradables. En el caso del rascón, lo vimos en la parte más fea del estero, que tiene un lodo muy espeso y el paisaje no es nada grato. Lo encontramos merodeando entre las rejas de plástico que utilizan los pescadores para transportar cangrejos. Parte del reto para fotografiar esta especie fue lograr que el fondo fuera lo más agradable posible.

Rascón costero del Pacífico

En nuestro último día antes del retorno a la CDMX tomamos la carretera a San Felipe, enclavado en el Mar de Cortés, para llegar a la Sierra de Juárez y adentrarnos en el Parque Nacional Constitución de 1857. La Sierra Juárez y la de San Pedro Mártir son dos áreas sumamente importantes en la conservación de especies relevantes de Baja California.

A medida que íbamos hacia el oriente, el terreno empezó a hacerse más agreste, con montañas pedregosas que lucían impresionantes en la luz dorada del amanecer, ya que salimos muy temprano de Ensenada para cubrir las casi dos horas de camino y llegar todavía a buena hora para empezar a pajarear. Ya dentro de la Sierra de Juárez, los paisajes recordaban los bosques californianos y los parques nacionales que pueden verse en documentales de National Geographic. Además de disfrutar de las especies avistadas, pueden verse parajes idílicos, como la Laguna de Hansen, rodeada de coníferas y árboles caducifolios, los cuales lucían los hermosos tonos ocres y naranjas del otoño.

Una de las primeras especies que encontramos fue el gorrión rascador (Passerelia lliaca), que fue fácil ver, pero no fotografiar pues, como su nombre indica, anda a ras de suelo, ocultándose fácilmente, y había todavía poca luz de día. Es un poco curioso ver su mapa de distribución, puesto que, salvo por Baja California, esta especie parecería reconocer la frontera internacional, ya que prácticamente no ingresa a México, aunque en nuestro país hay menos observadores haciendo registros.

Gorrión rascador

Otra ave interesante que encontramos en el Parque Nacional fue la chara piñonera (Gymnorhinus cyanocephalus), que en la fotografía siguiente hace honor a su nombre. Desafortunadamente, este bello córvido se encuentra catalogado como “vulnerable” en la lista roja de la UICN (Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza).

Chara piñonera

De regreso hacia Ensenada, llegábamos a la última tarde del último día del viaje y la luz del sol empezaba a tomar el tono dorado del atardecer, así que ya no quedaba mucho tiempo, pero aún así teníamos la expectativa de encontrar un par de especies más: el aguililla real (Buteo regalis) y el gorrión de Brewer (Spizella breweri), para cerrar con broche de oro nuestra muy exitosa expedición.

No podríamos haber tenido mejor suerte, ya que ambas especies parecían estar esperándonos: Una vez que entramos al camino donde los avistamientos eran probables, encontramos al gorrión de Brewer en el primer matorral que parecía un hábitat propicio para él, justo a la orilla del camino.

Gorrión de Brewer

No bien habíamos tomado las fotos y estabilizado la adrenalina después del hallazgo del gorrión, cuando pudimos ver al aguililla real, perchada un poco lejos, pero inconfundible a la vista con los binoculares. Nos fuimos acercando en el auto, pero ella parecía querer conservar su distancia, volando hacia una percha más lejana en cada ocasión. Las imágenes conseguidas desde esa distancia no tenían buena calidad, sin embargo, servían como fotos de registro. Pensaba en eso, cuando de repente el aguililla se desprendió de su percha y voló en nuestra dirección. Con el corazón a galope, alcé la cámara y apunté, sabiendo que tendría sólo una oportunidad para hacer las tomas en vuelo a una distancia inmejorable. Para mi fortuna, logré varias imágenes, que forman parte de mis favoritas entre las más de 3,000 fotografías que tomé en los cinco días de viaje.

Aguililla real

El sitio donde encontramos estos dos últimos LIFERS se encuentra en la zona de viñedos y cavas, en una desviación de la Carretera de San Felipe. Al encontrarme ahí en ese momento, caí en la cuenta de que me hubiera gustado mucho visitar una cava, degustar el vino y seguramente acompañarlo con algunos canapés o entremeses. En el trayecto de regreso a Ensenada también pensé en la experiencia de ir a Rosarito, a disfrutar de una deliciosa langosta a la orilla del mar. Entonces me prometí a mí mismo regresar en otra ocasión a esta entrañable Ensenada, que lo tiene todo, y complementar la experiencia de la observación de aves con este tipo de actividades, que también son muy gratificantes y que por centrarme 100% en el pajareo muchas veces me pierdo. Lo anotaré en mi lista de “cosas aprendidas”.

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Last modified: 23 febrero, 2022
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