En enero pasado el gobierno de México concretó la compra de la refinería de hidrocarburos ubicada en Deer Park, Texas, en los Estados Unidos de América; al adquirir el restante 50.1% de las acciones que, hasta entonces, mantenía para sí la petrolera británica Shell. Según el comunicado oficial emitido por la Presidencia de la República, nuestro país pagó 600 millones de dólares estadounidenses (mdde) por estas acciones, aunque en mayo del año 2021 se había anunciado que las acciones faltantes sumaban la cantidad de 596 mdde. Sin embargo, la realidad es que la cifra que terminará erogando la hacienda pública de México podría alcanzar más del doble de estos 600 mdde, pues no se debe olvidar que Deer Park tiene pasivos que deben cubrirse por el comprador antes de hacerse con su propiedad.
Según algunas firmas de análisis de mercado del sector petrolero, se ha estimado que la cifra definitiva seguramente alcanzará los mil 600 mdde. Aún con este pago de deuda, los mil 600 mdde que representaría la compra de Deer Park quedarían muy por debajo de los 8 mil 900 mdde que presupuestó la administración federal, luego del ajuste anunciado en octubre del 2020, para la construcción de la refinería de Dos Bocas, y resultaría todavía mucho menor si se consideran las estimaciones independientes, inclusive las más conservadoras, que aseguran que tales instalaciones consumirán al menos 12 mil 500 mdde hasta su conclusión.
El día de la compra, el primer mandatario repitió que Deer Park tiene la capacidad para procesar 320 mil barriles de petróleo por día (mbpd) que, curiosamente es un volumen casi idéntico a los 340 mbpd que se espera pueda refinar Dos Bocas cuando entre en funcionamiento; es decir, el gobierno de México estará gastando 12 mil 500 mdde para tener la misma capacidad de refinación que podrá adicionar con tan sólo haber pagado mil 600 mdde por una refinería que ya está operando.
Dicho de otra forma, la construcción de Dos Bocas consumirá del orden de 6.8 veces más dinero del erario mexicano que la compra de Deer Park, pero podrá refinar apenas un seis por ciento más que la refinería en Texas, con la reserva adicional de que Deer Park ya funciona, mientras que la que está en desarrollo en nuestro territorio aún no se sabe cuándo quedará terminada y si podrá entonces operar al máximo de su capacidad.
Todavía hay más, pues todo indica que la compra de Deer Park no fue una decisión libre de las autoridades mexicanas, sino que más bien fue condicionada por el gobierno de nuestro vecino. Y es que posteriormente se supo que en el contrato final de compra-venta quedó establecido que, por los próximos quince años, Petróleos Mexicanos (Pemex) deberá adquirir de Shell la cantidad de 200 mbpd de crudo estadounidense y extranjero para que sean refinados en Deer Park y sobre cuyos productos refinados tendría prioridad el país del norte; es decir, aunque en ese escenario la venta de la producción de la refinería recién adquirida estaría asegurada, por ello mismo México no podría beneficiarse de la capacidad de procesamiento del hidrocarburo para cubrir la demanda de nuestro mercado nacional, sino que tendría que adquirir los productos refinados de terceros, en tanto no tenga la posibilidad de atenderla con las plantas con las que ya contamos en nuestro territorio.
Pero eso no es todo. Si bien nuestro principal socio comercial ha asegurado que lleva mano en la compra de los refinados de Deer Park por la década y media futura, no está obligado a hacerlo; lo que significa que, si en algún momento tiene cubiertas sus necesidades, podría optar por no recibir el producto de la nueva refinería de Pemex. Por ejemplo, el segundo caso podría comenzar a suceder en unos 10 años, cuando los compromisos ya establecidos en la Unión Americana comiencen a impedir la circulación de vehículos de combustión interna. Entonces Deer Park seguiría obligada a comprar el combustible fósil, pero tendría que encontrar comprador para sus derivados. Quizá eso no sería un problema, pues es muy probable que para 2032 en México aún no dominarán los vehículos eléctricos.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.