Mi historia de hace 35 años ha cambiado.
El VIH ha dejado de ser una sentencia de muerte,
convirtiéndose en una afortunada oportunidad
de vida, concediéndome lo positivo de ser positivo.
Querido Diario:
A pesar de todo lo que tengo que leer, que ver, que escribir, que arreglar en mi casa, hay momentos en que me congelo y me pongo a pensar un poco más allá.
En esas cosas que los hombres tenemos que pensar cuando vamos a llegar a los 65 años, tirándole a los 70: café sin azúcar, y si se puede, tampoco café; adiós a la Coca, y si la tomo ¡sin hielos!; dejar sin sabor a mi comida mexicana: ¡todo sin chile!; nada de irritantes, ni carnes rojas, ni tortillas, ni pan, mucha agua, más fruta, legumbres, verduras y cero gota de aceite.
Adoro prepararme al comer ostiones, una micheladita jarocha, que no sé porqué le decimos cubana, porque cuando fui a Cuba y pedí una, y nomás le pusieron limón y sal, les expliqué todo lo que en México le ponemos a lo que llamamos michelada cubana. Nomás se carcajearon de mí, porque me explicaron que la salsa inglesa, la salsa Maggi, la pimienta, la salsa Valentina, o salsita Tabasco y el chile piquín o el Miguelito, que usamos para escarchar los vasos, ellos nomás conocen todo eso de oídas, porque en su isla no hay, y si llegara a haber no tendrían dinero para comprarlas.
Chale, ya se me antojó hacerme una con mucho hielo, pero no, porque vamos a hablar de esas cosas que los hombres que vamos pa´ los 65 tenemos que hablar. Y no me refiero a la próstata y a los testículos. No. Me refiero a algo que sí me da mucho, mucho temor: El Tal Jaime Ese.
Me compartieron por Whats, un reportaje que escribió en lalupa.mx, una excelente periodista que se llama Patricia López Nuñez.
Querido Diario, nomás pa´ que veas que no exagero, te voy a leer en voz alta un cachito de la historia esa, que hizo que el insomnio me esté acompañando desde hace tiempo:
“Ella está ahí, pero ya no es Laura, reacciona ante ciertos estímulos, pero ya no es mi mamá, ya no se mueve sola, vamos a tener que ponerle sondas y sueros porque olvida masticar, ya no habla, no se expresa, tiene muchos años con pañales, no está en estado catatónico, pero sólo mira, de repente se ríe y ya. Este proceso es sumamente doloroso, es la enfermedad de las mil muertes, diario vez la experiencia de que se muere tu ser querido”.
De hecho así se llama el artículo.
También entrevistan a Sofía Díaz Miranda, que es investigadora del Instituto de Neourobiología de la UNAM, campus Juriquilla, y ella lo explica así, checa: “Se altera la memoria, el pensamiento, la conducta, la orientación y el juicio y desemboca en problemas de la vida cotidiana que llevan a la pérdida de la independencia y la necesidad de asistencia y eso implica una carga económica pesada porque el Alzheimer va causando muerte neuronal de manera lenta y progresiva e irreparable…”
El Tal Jaime Ese va causando la muerte neuronal de manera lenta y progresiva e irreparable… Lo dice una científica.
Pero lo que a mi en verdad me aterra, es cuando asegura que “se pierde la independencia y se necesita asistencia”.
Esa es la parte que en verdad me deja sin dormir y llena mi habitación de oscuros fantasmas con los rostros de mis amigos que murieron jóvenes por Sida, a quienes El Tal Jaime Ese ya no les dio.
Y una cosa me lleva a la otra, porque entonces recuerdo a aquellos que por haber sido diagnosticados con VIH, cuando no había medicamentos, y sí mucho odio en contra de quienes vivíamos con el virus, optaron por quitarse la vida. Gracias a Dios, a ellos tampoco los va a ir a visitar El Tal Jaime Ese.
Amo a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros, y ¡no quiero causarles dolor, ni lástima, ni problemas en ningún momento de mi vida!
No decidí cuando nací, pero merezco tener el derecho de decidir el día, la hora y la manera en que quiero dejar de sufrir.
Me niego totalmente a morir a contramano entorpeciendo el sábado, como dice Fito Páez. ¡Ni el sábado, ni ningún día de la semana!
Merezco que cuando me recuerden no sea con olor a pañal sucio, con mi cara hecha toda una mueca, o sin mis dientes postizos que levantan tan bien mis mejillas y me ayudan a verme rozagante.
Que me recuerden enojado, riendo, comiendo, somñoliento, de berrinche si quieres, ¡pero nunca enfermo!, ¡nunca sin que pueda reconocer sus caras, ni recordar sus nombres!
Ya te he dicho que lucharé por conservar la dignidad en mi muerte, y con ello impedir que la gente que me quiere, llegue en un momento a pensar lo que Vladimir, el hijo de la señora Laura, llegó a comentarle a la periodista:
“Es mucho dolor, cuando se muere la gente pues pasa, pero aquí no ves para cuándo y llega un momento en el que deseas que despierte muerta…”
El Tal Jaime Ese, conocido en las altas esferas científicas como Alzheimer, se las va a tener que ver legalmente con mi abogado, cuando se legalice ese último regalo de amor y dignidad, que se le puede brindar a una persona enferma y a sus seres queridos: la eutanasia.
Desalzheimerciadamente… Josué
Conoce más
Aquí puedes leer todas las entregas de “Bitácora de Vihda”, la columna de Josué Quino, para lalupa.mx
https://lalupa.mx/category/archivos-de-la-lupa/bitacora-de-vihda-josue-quino/
Que gran verdad.
Quiero estar conciente el último día de mi vida.
Me agrado el texto y reflexión
Lo positivo de ser positivo.