Los países emergentes como México casi nunca pueden darse el lujo de despreciar el comercio con las naciones desarrolladas porque, mientras que los apetecibles mercados de los segundos siempre encuentran proveedores sustitutos entre otros productores en el mundo, los primeros difícilmente tienen con quienes sustituir los destinos de sus exportaciones. Esto se debe, principalmente, al hecho de que muchas de estas economías en desarrollo sólo realizan manufactura de productos, pero pocas veces aportan en el ámbito del diseño.
Es por ello que a nuestra endeble y dependiente economía mexicana le vendría muy mal el pausar su comercio con los pocos socios que tiene, además de nuestros dos vecinos norteamericanos. Sobre todo en el contexto de la potencial conflagración internacional que ha iniciado en Europa, ya que, como lo hemos visto, muchos de los mercados a los que accede la industria asentada en nuestro territorio han comenzado a repatriar aquellas cadenas de proveeduría estratégicas y críticas en el escenario latente de un recrudecimiento bélico.
Para mantenernos en el viejo continente, baste recordar lo que ya hemos resaltado en alguna entrega anterior de La Onda Plana aquí en La Lupa, acerca del valor que agrega la tecnología a la economía europea “plus” –los 28 países de la Unión Europea más Islandia, Noruega y Suiza– tan sólo en lo que a la física y disciplinas afines concierne. Para ello se tiene como referencia el informe realizado hace unos años para la European Physical Society –la Sociedad Europea de Física–, EPS, por el Centre for Economics and Business Research –Centro para Investigación en Economía y Negocios–, al que se tituló “The Importance of Physics for the Economies of Europe” –“La importancia de la física para las economías de Europa”–.
En tal estudio, llevado a cabo entre 2011 y 2016, se analizaron 72 subsectores industriales de la lista de 700 que considera la Statistical Classification of Economic Activities in the European Community –Nomenclatura Estadística de Actividades Económicas de la Comunidad Europea– (NACE). Este subconjunto de industrias incluye a las tecnologías físicas y al expertise de los físicos, que resultan esenciales para su existencia. Para brindar una idea del tipo de actividades que se consideran, podemos mencionar las tecnologías de la información y la comunicación, la manufactura avanzada y los servicios profesionales científicos y técnicos.
De manera sucinta, el informe revela que estas actividades industriales tienen un aporte sustancial de valor agregado bruto (VAB), que se transfiere como factor multiplicativo hacia el correspondiente VAB de muchos otros sectores y, por supuesto, dinamiza la generación de empleos altamente calificados y remunerados. En lo concerniente a las industrias basadas en la física, estas representan un ingreso promedio de 16 % en los 31 países estudiados, pero existen naciones como Alemania, Reino Unido, Francia e Italia en los que este porcentaje resulta superior: de 29 %, 14.2 %, 12.9 % y 10.4 %, respectivamente. En el 2018 esto valuó tan sólo al VAB del sector en más de 1.66 millones de millones de dólares estadounidenses (bdde) –porción incluso superior a las de sectores como el financiero, la construcción o las ventas–, mientras que en el mismo año todos los sectores productivos de México sumaron un Producto Interno Bruto de sólo 1.2 bdde; es decir, apenas arriba del 70 % del aporte del VAB en la Unión Europea plus.
También en ese año, las exportaciones de bienes y servicios basados en la física contribuyeron, en promedio, con el 44 % de las exportaciones totales de las 31 economías; lo que deja claro que si a México se le ocurriera hacer una pausa en su comercio con Europa –cuya entrada para nuestro país ha sido España, históricamente–, la Unión Europea pronto podría encontrar algún otro país que le maquilara, pero nuestra economía perdería los vitales millones de euros de los que no puede prescindir en estas épocas de recesión.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.