Hoy se cumplen cuatro semanas del inicio de la invasión rusa a Ucrania, una guerra que muchos pensaron que ni siquiera se libraría. En plena sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del pasado 23 de febrero, el Kremlin declaró la guerra señalando que su ejército haría una “operación militar especial”, misma que ha puesto en serios aprietos a gobierno y población ucranianos.
Las cuatro semanas han sido suficientes para provocar una guerra devastadora y de proporciones significativas en Europa con implicaciones en todo el globo. Resulta lamentable lo que está sucediendo con Ucrania, cuyo ejército y población civil han defendido valerosamente su territorio, aunque sin evitar bajas y pérdida de terreno ante la invasión. Pero, ¿acaso todo marcha como lo planeó Vladimir Putin, o el presidente ruso tuvo un error de cálculo?
La guerra ha provocado una reacción de Occidente, pero eso ya lo tenía contemplado Putin. La experiencia más reciente de una operación militar rusa fue la de Crimea, península ucraniana que fue anexada a Rusia en 2015 en un movimiento veloz y certero, realizado ante la perplejidad de los varios poderes occidentales. Fue una rotunda victoria para Moscú, que creyó que podía efectuar una acción muy similar con Ucrania hoy en día, no para anexarla, sino para remover su gobierno y colocar uno alineado a los intereses del Kremlin, como el de Bielorrusia.
Pero no lo ha logrado. La invasión a Ucrania no ha sido tan eficiente como se pensó desde la capital rusa. La diferencia entre las fuerzas militares sugería que una victoria de Rusia podía ser conseguida en tan sólo dos semanas, pero esta “operación militar especial” se ha prolongado al doble hasta ahora. ¿Por qué ha sucedido esto? De acuerdo con sus reportes, servicios de inteligencia occidentales han apuntado que el ejército ruso no ha conseguido los objetivos que había planteado Putin al inicio de la guerra a raíz de múltiples factores, como la exitosa resistencia ucraniana y la “falta de moral” de los soldados rusos.
Las guerras cuestan y la de Ucrania le está costando seriamente a Putin y su país. Supuso que su invasión podía correr la misma historia que con Crimea, con un Occidente desorganizado y paralizado por la situación. Pero no fue así. El conflicto ha generado que Occidente se una como en muy pocas ocasiones en la historia para responder ante un hecho ruin. Las sanciones establecidas e impulsadas por los principales poderes occidentales, y alimentadas por varios países del globo, con la finalidad de disuadir al presidente ruso a detener la guerra han sido abismales en cantidad e impacto para Rusia. Desde este momento están socavando y comprimiendo el prestigio y la economía del país, afectando a toda su población, incluso a sus líderes, situación que eventualmente podría desestimular a los oligarcas de mantener su apoyo al Kremlin.
En cuestiones domésticas, Putin asumió que con su discurso nacionalista y dirigido hacia la “desnazificación” del gobierno ucraniano podía hacer que la opinión pública estuviese a su favor. Pero no fue así. Es cierto que ha habido un crecimiento de la empatía mundial hacia Ucrania, pero también del rechazo hacia la guerra, incluso por parte de los mismos civiles –y algunos militares– rusos. El descontento y desacuerdo hacia el conflicto armado por parte de centenas de miles de ciudadanos en Rusia ha tenido como respuesta la represión del gobierno, lo que ha evidenciado una vez más lo autoritario que es el régimen del mandatario.
Por si fuera poco, los países que han apoyado al gobierno ruso para continuar con la guerra forman un grupo de peso limitado en el escenario internacional, salvo por uno. El hecho de que Bielorrusia, Cuba, Corea del Norte, Siria y Venezuela mantengan su respaldo al Kremlin no ayuda en términos prácticos a Rusia, más bien, lo único que hace es evidenciarlos, nuevamente, como países autoritarios. El apoyo que buscaba desesperadamente Putin era el de su aliado Xi Jinping, pero no lo ha conseguido, puesto que Beijing sabe que tenderle la mano a Moscú significaría un obstáculo para su interacción con Occidente, algo que el gigante asiático todavía no puede echar por la borda.
Una guerra que se ha prolongado más de lo que se esperaba, una respuesta coordinada y lapidaria por parte de Occidente, rechazo y protestas desde Rusia por el conflicto armado y abandono de su más cercano aliado: todo apunta a que la guerra con Ucrania fue un error de cálculo de Putin.