El mundo está inmerso en una fiebre por el litio debido a que, hasta ahora, los procesos de elaboración de baterías a partir de este metal son los que mayor nivel de madurez tecnológica han logrado; lo que no descarta la posibilidad de que en cualquier momento surjan otras tecnologías más eficientes, que puedan desplazar a este elemento alcalino del pedestal en el que apresuradamente ha sido colocado.
Incluso el Gobierno de México ha comenzado a hacer cuentas alegres con las supuestas jugosas ganancias que produciría la explotación de los yacimientos de litio con los que se cuenta en nuestro territorio. Han llegado al extremo de fantasear con la idea de convertir a este mineral en el sustituto del petróleo y fundar la pomposamente llamada “Litiomex”, una empresa que emularía a la obsoleta y endeudada Pemex. Más allá del uso político-electorero que la administración federal actual está dándole al litio –por ejemplo, al incluirlo desde ya como “propiedad de la nación” en la iniciativa de reforma en materia energética presentada por el titular del Poder Ejecutivo de México–, la realidad es que, en el caso de que tal material efectivamente siguiera la misma ruta que hace cien años nuestro país le dio al crudo, se estaría cometiendo el mismo error por segunda vez y, como resultado, los mexicanos de las siguientes generaciones quedarían despojados de la posibilidad de verdaderamente aprovecharse de la riqueza de nuestro subsuelo, de forma idéntica a la que pasadas generaciones vieron cómo el oro negro sólo benefició a los gobernantes en turno, pero jamás tales ganancias llegaron a los ciudadanos en general.
Desde que se nacionalizó la industria petrolera, esta se convirtió en un botín para unos cuantos, pero ni siquiera estos pocos beneficiados comprendieron que había que mantener la rentabilidad del negocio, y para ello se necesitaba invertir en el desarrollo tecnológico que preservara la competitividad de Pemex.
Muy probablemente algo similar sucedería con una eventual nacionalización de la industria del litio y la anunciada creación de Litiomex. Dicha empresa “nacional” seguramente comenzaría a implementar los actuales métodos de obtención del metal y llenaría de billetes verdes las arcas de los gobernantes actuales. Con certeza se crearía el “Sindicato Único de Trabajadores de la Industria del Litio de la República Mexicana” y surgirían los poderosos y vitalicios secretarios ejecutivos que a lo largo de los próximos cien años se enriquecerían –y sus familiares– a cambio de mantener abundantes flujos de efectivo y de votos hacia los gobiernos por venir.
Pero a diferencia de lo ocurrido con el petróleo durante su época de bonanza, centrada en gran parte del siglo XX, en la actualidad, y sobre todo en las décadas por venir, el avance tecnológico acelerará vertiginosamente su paso. Las transformaciones serán cada vez más rápidas y difícilmente una compañía estatal podrá permanecer en el mercado mundial si se repitiera el abandono en el que se dejó a la industria petrolera mexicana, que fue incapaz de innovar para crear tecnología propia y de avanzada que le permitiera extraer el crudo más profundo de nuestros mares o refinarlo de manera costeable desde su muy pesada composición.
El ejemplo de este aumento en el ritmo de cambio tecnológico lo estamos viendo ya con el propio litio. Por ahora, las dos fuentes de este elemento que han demostrado ser factibles económicamente son: las pegmatitas –rocas ígneas– y la salmuera –una solución acuosa extremadamente salina–. Hoy en día el 66 % del litio en el mercado mundial se obtiene tras la evaporación de la salmuera en grandes lagos artificiales ubicados en tierras de poco valor e intensos niveles de irradiancia, como los desiertos de Chile, Bolivia o Argentina, y al parecer esa sería la apuesta para Litiomex, cuyos yacimientos se ubican en las zonas desérticas del norte de México. Pero, inclusive antes de que Litiomex cuente con su primer campo de producción de litio, ya algunas empresas, como la estadounidense EnergyX, han probado con éxito nuevos procesos que volverán más eficiente la extracción del litio a partir de la salmuera e incluso permitirían su reciclaje, lo que eventualmente volvería incosteable la explotación de los yacimientos naturales como los mexicanos.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.