Los primeros días posteriores a la muerte de Colosio fueron de absoluta zozobra con mezcla de interés, preocupación y también morbo. México ya tenía a sus culpables en dos figuras representativas de ese momento: Carlos Salinas de Gortari y/o Manuel Camacho Solís. Este último había manifestado abiertamente su desencanto por no ser elegido como el candidato oficial cuando Salinas nombró a Zedillo.
Manuel Camacho Solís, un hombre de disciplina, hábil negociador, de temple y lucidez para entender los vericuetos del sistema al que pertenecía, fue designado por Salinas de Gortari para fungir como mediador entre el gobierno y el EZLN. En el momento del asesinato de Colosio, Camacho Solís se encontraba en Chiapas.
Voló para estar presente en el sepelio. Los ánimos estaban exaltados y la reacción inmediata se volcó contra Camacho Solís. Los abucheos a su paso en la funeraria fueron insistentes y, aunque luego se supo que fueron orquestados y provinieron de un grupo de priistas que habían acudido al funeral, el daño a su imagen fue innegable.
Dolido, Camacho Solís diría, palabras más, palabras menos, una verdad irrebatible: “¿Cómo lo iba a mandar matar yo si su muerte acaba con mi carrera también?”. Tiempos aciagos para Camacho Solís, un hombre con estatura política y de Estado. Incluso considerado por algunos mejor candidato y mejor presidenciable que el mismo Colosio que, en opinión de muchos más, fue una figura mitificada y usada por el sistema.
No. Con Colosio no se cerraba el capítulo final de ese año. Otro más faltaba por suceder el 28 de septiembre de 1994, a plena luz del día y en el centro de la ciudad. A seis meses del asesinato de Colosio, el escenario de la vida de México se llenó de sangre, nuevamente la situación fue provocada desde el núcleo mismo del poder. ¿Qué estaba en juego que les llevaba a matarse entre ellos mismos? La familia es Salinas de Gortari-Ruiz Massieu, ligada al escándalo de sangre y corrupción, la víctima, José Francisco, quien había estado casado con Adriana Salinas de Gortari, hermana del presidente. La separación de ambos estuvo rodeada de escándalos familiares. Raúl Salinas de Gortari, su cuñado, fue señalado como autor intelectual. Ya en la presidencia de Ernesto Zedillo, en marzo de 1995, fue arrestado por asesinato y enriquecimiento ilícito y llevado a la prisión de Almoloya, un reclusorio de máxima seguridad.
El 14 de junio de 2005, en el gobierno foxista, Raúl Salinas salió libre, después de diez años en la cárcel y absuelto del crimen contra su excuñado y de los delitos de lavado de dinero.
AMLO y la justicia
Obviedad y lugar común decir que México lleva arrastrando un vergonzoso rezago en justicia, materia fundamental para nuestra salud como país. ¿Cómo avanzar cuando el pasado reciente grita su sitio en la historia? ¿Cómo construir sobre las bases de un pretendido olvido del dolor de los familiares de tantas víctimas acumuladas en el país?
Hay actitudes y acciones humanas que vividas en ciertos escenarios, como el de la política, son expresadas en frases tanto facilonas como pobres en su contenido y que, sin embargo –nos guste o no–, representan a la sociedad que somos: “la política así es… cosas de la política”. En ellas se encierra la justificación de actos que debieran movernos a la demanda de una forma más humana de vivir la vida del país y consolidar aparatos de justicia eficaces, que acoten la proclividad a la transgresión. Allí reside el bienestar y salud emocional de toda una sociedad.
A 28 años del asesinato de Colosio el tema está amodorrado. Los expedientes allí están para su consulta. Gracias a instancias promovidas por Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, organización no gubernamental, han sido desclasificados ya. Allí está el caso esperando ser esclarecido para que las cosas ocupen el orden y lugar que tienen en la vida de un México que clama claridad en hechos archivados, mostrando con ello un menosprecio hacia la sociedad y a su legítimo derecho a saber la verdad. No por la boca de un solo hombre y desde la máxima tribuna del poder, sino con el rigor que el caso amerita.
Hay quienes sostienen que la teoría del asesino solitario está fundamentada, que no hay nada más que buscar. Pero son más, muchos más, los que dudan de tal versión. Razones sobran. ¿Quién olvida los montajes absurdos, que llegan incluso a lo patético, en torno a ciertos casos nunca resueltos?
Uno de los que siempre dudó de que Mario Aburto actuara solo y por cuenta propia fue el director de Seguridad Pública Municipal en la Tijuana de entonces, José Federico Benítez López, asesinado el 28 de abril del mismo año, es decir, un mes después de Colosio. Fue acribillado con ráfagas de metralleta cuando regresaba de una investigación con su escolta Ramón Alarid Cárdenas, quien también perdió la vida. Benítez López sostenía que la investigación estuvo plagada de inconsistencias. La misma Diana Laura Riojas de Colosio, fallecida en noviembre de 1994 (ocho meses después de su marido), no creyó en la versión oficial que dio por cerrado el caso.
Con relación a las sospechas y señalamientos que se han hecho sobre Carlos Salinas de Gortari, el político, académico y también exdirigente del PRD Agustín Basave aseguró: “Nunca creí que Carlos Salinas… fuera el asesino intelectual del asesinato, no por consideraciones… simplemente porque pensé que sería el principal perjudicado”.
De los personajes de entonces han fallecido tres de ellos: Diana Laura Riojas de Colosio, víctima de cáncer (noviembre 1994), el padre de Colosio, don Luis Colosio Fernández a los 86 años de edad (2010) y el mismo Manuel Camacho Solís, quien murió en junio de 2015, víctima también de cáncer.
Pero están vivos y activos Ernesto Zedillo Ponce de León, Carlos Salinas de Gortari, Manlio Fabio Beltrones, Jaime Cleofas Martínez Veloz, quien fuera asesor de campaña de Colosio y padre de Estefanía Veloz, joven que ha “abrazado” la bandera feminista como causa y que goza de poca credibilidad. Su padre se afilió a Morena en 2014. Tanto Martínez Veloz como los citados, y otros más, pueden aportar al esclarecimiento de los hechos de 1994 en el caso Colosio. De manera personal, creo que tienen un deber y una gran deuda con la sociedad y el país entero.
Cierro el tema recordando dos frases de don Luis Colosio Fernández, el abuelo del joven Luis Donaldo Colosio Riojas, hijo de Colosio Murrieta y Diana Laura Riojas, convertido hoy en un hombre, padre de familia, abogado y metido ya de lleno en la política. Que las palabras del padre y abuelo de los Luis Donaldo retumben en este México huérfano de justicia y harto ya de una demagogia que persiste en la política.
- “Reclamar justicia no significa demandar un ajuste de cuentas o actos de venganza”.
- “Justicia es el elemento que cohesiona a las sociedades, porque en torno de ella se forja la cultura, se escribe la historia, se identifica a los actores, se repudian los actos que nos avergüenzan y se reconocen los hechos que nos engrandecen. Al exigir justicia se aspira a escribir la historia con verdad”.
Twitter: @VitaVituchis
LEE LAS PRIMERAS DOS ENTREGAS DE ESTA SERIE:
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