Ni fue un “triunfo histórico” del presidente de México ni tampoco una derrota aplastante de quienes se agrupan en el concepto de “la cuarta transformación”. Lo sucedido el domingo pasado fue el peor golpe que ha recibido la democracia mexicana.
La lógica de los políticos
El ejercicio de consulta ciudadana realizado el domingo pasado nos demostró que en la medida en que los políticos partidistas y quienes detentan el poder se empecinan en “montar” un tema en la agenda del país, sin que este asunto sea de las principales preocupaciones de la ciudadanía, se acercan a la indiferencia ciudadana.
La gran mayoría de la población no acudió a las urnas porque no le importó este ejercicio “democrático”, pues hay preocupaciones más importantes que atender, como la seguridad, la inflación, el desempleo o la religiosidad por encima de participar en una consulta.
Debido a eso, es falso lo que dice la oposición a Morena y a la cuarta transformación: que la mayoría de la ciudadanía decidió abstenerse como muestra del rechazo a dicho ejercicio y, en particular, al presidente del país.
También es falsa la visión contraria, que dice que la ciudadanía se volcó a las urnas para apoyar al presidente y que si se hubieran instalado más casillas más votantes habrían acudido. Mentira.
Las casillas tuvieron una afluencia más baja que en las elecciones. Si fuera verdad esa afirmación, los centros de votación se hubieran visto saturados, las boletas agotadas y quizá hasta pudieron registrarse manifestaciones.
Como el tema, reitero, fue impuesto a las electoras y electores mexicanos por el presidente, su partido y sus aliados, y reforzado por la oposición, es decir, no fue un asunto surgido como demanda social sino producto de un interés político-electoral, los resultados son evaluados por cada bloque en función de sus consecuencias político-electorales, y no por una expresión de democracia.
De esta suerte, dos bloques partidistas se enfrascaron en una disputa que involucró solamente a ellos mismos y a quienes simpatizan ideológicamente con uno o con otro, pero no “prendió” entre las y los ciudadanos restantes, que son la inmensa mayoría. Por eso es que esa gran proporción mayoritaria no acudió a las urnas.
La expresión electoral
Con los resultados hasta ahora obtenidos en la consulta revocatoria, los morenistas, el presidente y sus aliados saben que para ganar la elección presidencial de 2024 y mantener la mayoría en el Poder Legislativo requieren “recuperar” la gruesa capa de ciudadanos de clase media aspiracionista que le dio el triunfo en 2018, pero que ahora duda en volver a otorgar el voto a la misma opción.
Este sector de la sociedad representa, más o menos, unos 15 millones de electores. Esa es la meta para ellos… igual que para el bloque opositor, formado por el PAN, el PRI, el PRD y, a veces, por Movimiento Ciudadano.
Estos últimos también deberán luchar por “recuperar” a la clase media golpeada, vilipendiada y lastimada económicamente.
Tareas por venir
El reto de los primeros es convencer de que, a pesar de la larga lista de errores cometidos por el actual gobierno federal, vale la pena seguir el mismo rumbo. Para el otro bloque, su principal meta es lograr convencer de que sí son opción de gobierno, a pesar de su negro pasado.
Lo malo es que los gobernantes y sus partidos se niegan a la autocrítica y solapan los errores, tranzas y triquiñuelas que cometen. Lo erróneo de las oposiciones es que ni han revisado y juzgado su pasado ni presentan un plan creíble y alternativo de gobierno. Lo peor es que ambos bloques continúan en una disputa por sus intereses específicos que, hasta ahora, ha hecho que dejen de lado a las y los mexicanos.
Por eso es que la revocación de mandato no fue un ejemplo de democracia sino la lucha por el poder en México.
Pero si se insiste en sesudos análisis para determinar vencedores o vencidos, me parece que quien cargó con la derrota fue, otra vez, nuestra democracia.