La realidad del calentamiento global, que la humanidad hemos causado aceleradamente, es algo aceptado de manera generalizada por la población del todo el mundo y, sin embargo, muchos países siguen sin comprender la gravedad de esta deriva climática; no asumen sus responsabilidades para detenerla a tiempo, a fin de que pueda revertirse en un segundo momento.
Según el más reciente informe publicado a inicios de este mes por al Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC por Intergovernmental Panel on Climate Change), se nos está agotando el tiempo para que alcancemos a detener las emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) –principalmente el dióxido de carbono (CO2)– de manera que podamos evitar el incremento de la temperatura media global que supere el grado y medio Celsius (1.5 ⁰C), límite más allá del que se presagian catástrofes de toda índole: desastres naturales, oleadas migratorias, sequías extremas, deshielo acelerado de los casquetes polares, aumento del nivel medio del mar, etc., cuya sucesión podría darse en cascada y con una nula posibilidad de control por parte de los humanos.
Y es que, según el IPCC, para que hubiésemos contado con un cincuenta por ciento de probabilidad de mantener el calentamiento global por debajo del 1.5 ⁰C para el 2100, debimos evitar que más de 500 mil millones de toneladas de CO2 se emitieran para 2020; al ritmo actual de contaminación ambiental, esa cantidad significaba dejar de producir GEIs por toda una década. Como no hicimos lo anterior, ahora el esfuerzo tendrá que ser mucho mayor y exige que las emisiones de GEIs dejen de crecer antes del 2025 y comiencen a bajar consistentemente hasta alcanzar en el 2030 una reducción del 43 % respecto a los niveles de 2019; un compromiso que no parecería aceptable para muchos gobiernos, entre ellos el de México.
Ante esta reticencia propia de trogloditas, el escenario que parece ser más factible es que la temperatura media global aumentará más allá de 1.5 ⁰C en los próximos años y, quizá hasta entonces, cuando todas esas calamidades se vuelvan realidad, nuestros desafortunados descendientes tendrán que luchar durante la segunda parte del presente siglo para recuperar el planeta. Entonces habrán de librar una batalla épica con medidas infinitamente más severas que las que hoy en día tendríamos que implementar sin cortapisas ni retardo, como reducir para el 2050 el uso del carbón, petróleo y gas al 5 %, 40 % y 55 %, respectivamente, en relación a los volúmenes de estos combustibles fósiles quemados en 2019.
Por fortuna, la tecnología ofrece ahora muchas posibilidades para mitigar el consumo de los combustibles fósiles. Por citar sólo un ejemplo, durante la primera década del actual milenio el costo de la generación de energía eléctrica por medio de celdas fotovoltaicas descendió 85 % y el de la eólica en 55 %, además de que la adquisición de vehículos eléctricos aumentó cien veces en el mismo periodo. Es por esto que el IPCC ha puesto a disposición de los gobiernos del mundo entero un amplio menú de acciones a adoptar para contribuir a detener el calentamiento global. Entre las recomendaciones del conjunto de científicos se encuentra la adopción de fuentes energéticas limpias, como la solar, la eólica, la nuclear o las basadas en el hidrógeno; otras son el cese inmediato de la explotación forestal y el uso de combustibles fósiles, privilegiar el transporte público sobre el privado, además de construir de forma ecológica edificios públicos y particulares.
En México pronto podría votarse la iniciativa de reforma constitucional en materia energética presentada por el primer mandatario, misma que fue analizada por expertos en diversas materias, entre ellas la ambiental, durante las numerosas sesiones de parlamento abierto, así como en los Foros Nacionales de Transición Energética de las regiones centro y norte. La evidencia científica aportada en ellos convenció a los legisladores de oposición de que dicha propuesta haría que México le diera la espalda al mundo entero en su lucha contra el cambio climático, pero inexplicablemente los diputados verde-ecologistas insisten en aprobarla.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.