Autoría de 10:54 am #Opinión, Braulio Cabrera - El sonido de la H • 3 Comments

La cerveza y los indios tristes – Braulio Cabrera

Hace 12 noches, bailaba en Kokoro Audio Café al ritmo del tenebroso set que el dueto de techno Black Cats había preparado para la noche.

Mientras le daba un sorbo a mi cerveza, cerré los ojos entre luces neón y un amigo se acercó a mí y me dijo al oído:

“Bienvenido a Berlín…”.

Cuando volví a abrir los ojos, ahí estaba –en Berlín, Alemania– 14 días después, disfrutando de una cerveza Faxe (10 % alcohol, 1 L). En este par de semanas, me he dado a la tarea de probar (a veces más de una vez) todas las cervezas que pueda. Esta columna trata de lo que aprendí mientras tanto.

Aquí sólo tienen cervezas en seis presentaciones: 355 ml, 501 ml y 1.5 L en vidrio; en aluminio hay de 750 ml, 1 L o barriles. Las más comunes son las de medio litro, que a simple vista parecieran aterradoramente grandes… pero apenas son tres o cuatro sorbos más que una cerveza regular.

Estas cervezas grandotas rondan los 22 pesos mexicanos (.90 euros) y son las opciones más populares entre los berlineses. También son las que más se importan a México, se les puede ver en los anaqueles del Walmart.

Aun cuando Berlín es una ciudad de fiesta y bebida, existen diferencias sustanciales que son visibles en el diseño de los empaques, su acomodo en las tiendas y la cultura de consumo. Creo que a partir de estas diferencias podemos destilar rasgos característicos de la identidad etílica de lxs alemanxs, pero también de lxs mexicanxs.

Por ejemplo, el incentivo hacia la venta individual: en Alemania, las cervezas se venden mayormente por separado (lo que hace más sencillo campechanear marcas, tipos, tamaños) en vez de en paquetes de 3, 6 o 12. Los pocos six son frecuentemente amagados y deshechos.

En una dinámica de consumo casual, la gente no suele llevarse más de tres piezas en promedio. Cuando se trata de una fiesta y de varias personas, en ocasiones hay promociones de cajas de 20, pero son las menos. Pareciera que aquí sí se evita el exceso.

También, en Alemania es legal beber en vía pública. A todas horas, cualquier día de la semana, encuentras gente transitando con su cerveza en mano, o afuera de una tienda bebiendo, o en un parque sentados. Con esto vuelvo a la cuestión del volumen en las diferentes presentaciones, porque aunque nada les impide beber como les parezca más disfrutable, en estos espacios la tendencia hacia el abuso es mínima.

Finalmente, un rasgo menos definido pero aún notorio es la variedad en el tipo de cervezas; de marcas y sabores hay varias decenas, pero las cervezas más comerciales son las tipo pilsner o hells (claras), en un segundo lugar las que están mezcladas con limonada y, por último, las obscuras. A diferencia de lugares como México, donde la cerveza obscura comparte la mitad del mercado con la clara, aquí parece no tener ese nivel de popularidad.

Observando una y otra vez estas características del consumo alcohólico en Alemania, me atrevo a sospechar que les gusta más beber que embriagarse. Por lo menos, no pareciera ser el punto, el mercado –retroalimentado por la cultura de consumo– no lo incentiva.

Ahora bien, así pareciera ser acá, pero este análisis sólo existe debido a que la cultura mexicana sí impulsa el exceso, el escape, la economización del consumo: si seis sale más barato que tres, o una promo de caguamas es más barata que seis, cómpralas y bébelas.

Estos rasgos de nuestro retrato identitario pueden ser rastreados hasta mitos fundacionales de la cultura mexicana, como es el del indio triste. Después de haber pertenecido a una civilización que repudiaba el abuso del alcohol, el indio triste vagó borracho por las calles de la Ciudad de México, ahogando y llorando sus pérdidas.

¿Qué tanto de eso no se ha encarnado en nosotrxs y en nuestra manera de beber? ¿Cuánto de nosotrxs podemos ver en los anaqueles donde compramos?

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Last modified: 15 abril, 2022
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