La situación global actual es, posiblemente, la más crítica a la que se ha enfrentado la humanidad en toda su historia y es el resultado del desarrollo económico basado en el carbón que, a lo largo de casi 300 años, ha emitido a la atmósfera, la tierra y las aguas; desechos que, a su vez, constituyen la causa y origen de nuevos problemas.
La Organización de las Naciones Unidas, ONU, a través de su Programa para el Medio Ambiente, PNUMA, publicó en febrero del año 2021 el reporte titulado Hacer las paces con la naturaleza (ONU, 2021), mediante el cual alerta de la triple emergencia medioambiental que nos acecha: cambio climático, contaminación y pérdida masiva de la biodiversidad. Esta emergencia se ha agravado por la aparición de la pandemia de Covid-19 y la amenaza de un conflicto armado global derivado de la invasión rusa en Ucrania.
Mucho ha cambiado el mercado y el ambiente desde que los conceptos de empresa (1776) y ecología (1869) fueron acuñados por Adam Smith y Ernst Haeckel, respectivamente. No obstante, la incesante quema de combustibles fósiles para satisfacer la demanda de un mercado en continua expansión se mantiene y representa la causa principal del inminente colapso ambiental ante el que, como humanidad, nos encontramos.
La COP26 –Vigésimo Sexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático–, prevista para noviembre del 2020 y que se pospuso para el año siguiente justamente por la pandemia, logró un amplio consenso a fin de poner en marcha acciones, urgentes e inmediatas, para tratar de contener y revertir los evidentes e innegables efectos de este fenómeno de alcances universales y consecuencias apocalípticas.
Los principales acuerdos se refirieron a: reconocimiento de la emergencia climática, intensificación de las acciones, abandono de los combustibles fósiles, financiación para la acción climática, incremento del apoyo a la adaptación, compleción de las normas de aplicación del Acuerdo de París (2015) y atención a las pérdidas y daños.
El punto de inflexión en el que, como sociedad, nos hallamos, exige tomar conciencia y asumir compromisos para atender las causas que nos han puesto al borde del colapso. Los escenarios mediatos no son alentadores y los esfuerzos emprendidos por los actores sociales –individuos, asociaciones, instituciones y gobiernos– insuficientes.
A su vez, representa un contexto propicio para retomar las ideas de cinco grandes pensadores contemporáneos que, preocupados por este panorama, han abordado el tema en algunas de sus obras:
El 18 de junio del año 2015, el Papa Francisco expidió su carta encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la Casa Común, mediante la cual llamó a los líderes mundiales a tomar medidas para salvar el planeta de su ruina medioambiental, exhortándolos a escuchar “el grito de la tierra y de los pobres”. Destaca de este pronunciamiento de un líder religioso la crítica que hace al estilo de vida de los países ricos inmersos en una “cultura de consumo desechable”, y que atribuye a la disparidad de la riqueza la causa principal del deterioro del planeta.
Para el ecólogo estadounidense Lester Brown, modificar el síndrome de negación es el primer imperativo para combatir el cambio climático. Una vez aceptada la responsabilidad de la humanidad en la destrucción del ambiente resulta impostergable reducir el consumo de recursos, disminuir las brechas sociales, redistribuir la tierra y la riqueza, transitar del consumo de combustibles fósiles a energías limpias, orientar la dinámica demográfica hacia familias pequeñas y, tal vez lo más importante, replantearnos la idea de “progreso” e impulsar un cambio en el orden económico.
En este sentido, el economista austriaco Christian Felber propone escapar de la dicotomía capitalismo–comunismo para desarrollar un modelo económico del futuro que, sustentado en la acción de compartir, la cooperación, el aprecio, la solidaridad y la codeterminación, permita establecer un sistema socialmente equitativo, económicamente viable y ecológicamente sostenible. La economía del bien común, de su autoría, exige dejar de considerar al entorno como un “objeto” susceptible de explotación por las grandes corporaciones para concebirlo en cambio como “un ser vivo con valor propio”.
Por su parte, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman pondera la función del consumidor en el cambio necesario hacia un mercado en el que toda la producción sea más compatible con el ambiente. Mediante dos grandes conceptos: inteligencia ecológica y transparencia radical, supone iniciar una revolución verde. Así, el consumidor será más consciente de su papel ante el entorno y evitará adquirir productos dañinos para el ambiente. A su vez, la empresa deberá notificar en el etiquetado de cada uno de sus productos el costo oculto –la huella de carbono– invertido en su fabricación, es decir, cuántos contaminantes, cuántos combustibles fósiles y cuántos desechos representa la elaboración de determinado artículo.
En tanto, la tarea que el psicólogo croata Mihály Csíkszentmihályi considera crucial no sólo para evitar una catástrofe ambiental sino para reducir las posibilidades de crear un “monstruoso aborto evolutivo” es implementar un nuevo programa educativo que haga consciente a cada niño, a partir de párvulos, de que la vida en el universo es interdependiente. Hoy en día, afirma, educamos a los niños para que ocupen un lugar en una cultura que, en realidad, ya no existe.
En esta lucha contra el cambio climático toda propuesta y acción cuentan, por lo que a nivel individual adoptar un consumo más responsable y sustentado, emprender pequeñas tareas como cambiar las luminarias de nuestro hogar por unas de bajo consumo, tratar de reducir el gasto de agua, reciclar y disponer adecuadamente nuestros desechos, evitar el desperdicio de recursos (alimentos, agua, electricidad, gasolina, etc.), optar por energías limpias en el hogar (calentadores solares de agua, celdas fotovoltaicas para generar electricidad) no sólo constituyen aportaciones valiosas, sino que representan imperativos en un contexto que no admite dilaciones ante la inminencia del colapso.