Michelle Bachelet, alta comisionada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Derechos Humanos, se encuentra actualmente en China en una visita oficial de varios días que, desde el primero, se ha vuelto una pesadilla para el régimen de Xi Jinping. ¿Cuál es el escenario y qué implicaciones hay al respecto?
La razón por la que Bachelet ha visitado China es simple: verificar la situación que experimentan los uigures y el trato que reciben por parte del gobierno chino. Desde hace años, las denuncias contra el Estado por su trato hacia esta minoría étnica se han apilado masivamente, no sin encontrar atención y eco en la comunidad internacional. Tal escenario ha sido insostenible para la administración de Xi, quien no ha tenido más remedio que aceptar una visita de la alta comisionada para atender tales denuncias.
Es importante recordar que los uigures son uno de los varios grupos étnicos de los pueblos túrquicos esparcidos por Asia Central, desde China hasta Turquía, aunque también hay poblaciones en ciertas partes del oeste y noreste de Rusia. Entre las características que distinguen a los uigures del grueso de la población china, se encuentra la cultura y la religión.
Mientras que una cantidad significativa de chinos practica el budismo, el taoísmo o la religión tradicional china, – o bien, es atea –, un porcentaje mínimo de la población, alrededor de 1.5%, es musulmana. Es en este segmento poblacional en el que se insertan los uigures, cuya cifra en China se acerca a los 13 millones, es decir, 1% de la población total del país asiático.
De esta manera es fácil de comprender la fracción mínima que representan para la población del gigante asiático. Por ello son un grupo étnico minoritario que, en principio, debería ser protegido por la sociedad y autoridades del país de los ríos azul y amarillo. Sin embargo, los uigures han sido perseguidos, hostigados, aprisionados, torturados y asesinados por el Estado chino de acuerdo con innumerables reportes de víctimas, periodistas y agencias de inteligencia.
De ahí que la visita de Bachelet para tratar este tema con Xi cobra importancia. Después de charlas y recorridos, la alta comisionada y el líder chino ofrecieron unas declaraciones. En el caso del mandatario señaló que no hay un país ideal para la protección de los derechos humanos y no hay necesidad para un maestro que ordene a los demás países cómo protegerlos. Resulta un pronunciamiento interesante, sobre todo considerando que China se encuentra en el ojo del huracán por los campos de concentración que mantiene para los uigures, en los que se presenta un genocidio silencioso y cultural.
Por otra parte, también llama la atención lo que parecen ser declaraciones distorsionadas de la expresidenta chilena. El acceso de los medios de comunicación occidentales a estas reuniones entre Bachelet y Xi ha sido restringido, pero, de acuerdo con agencias chinas de noticias, que son controladas por el Estado, la alta comisionada había manifestado su admiración por los esfuerzos chinos de erradicación de la pobreza, protección de los derechos humanos y el aumento del desarrollo social.
A todas luces, pareciera una declaración inusual, considerando la evidencia existente. En tal contexto, The Guardian ha informado haber contactado al equipo de Bachelet para verificar tales palabras, a lo que se señaló que en realidad los comentarios fueron diferentes. Desde luego, esta visita iba a poner en entredicho lo que tanto interna, como externamente el Estado chino informa del trato hacia los uigures.
De ahí que el gobierno de Xi pueda haber recurrido a este tipo de estrategias para limitar el conocimiento del resultado de las charlas y recorridos de reconocimiento de Bachelet y su equipo de trabajo en esta visita a China. Sería catastrófico para el país asiático que hubiese evidencia contundente de sus violaciones a los derechos humanos, puesto que sería un punto de partida para presión por parte de Occidente.
