… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Juan Ramón Jiménez (El viaje definitivo, fragmento)
Observar aves, desde las corpulentas y majestuosas hasta las pequeñas y ordinarias, constituye un ejercicio ancestral que transita entre una práctica científica y una actividad poética. Antaño, mirar aves, al igual que distinguir las señales del cielo y la tierra, era un medio para interpretar y predecir fenómenos como el clima y para guiar tareas como la agricultura y la caza. Ahora, observar aves puede ser un pasatiempo y una terapia ocupacional.
Admirar aves abre la posibilidad de percibir los guiños, los susurros de la inmensidad infinita del universo que, mediante el prodigio del vuelo, la maravilla del trino y el deslumbrante colorido del plumaje se revela en un pájaro.
Para observar aves no es necesario ir al campo o adentrarse en arboledas intrincadas, es más, ni siquiera es imperativo salir de casa. Hay aves tan adaptables que se han vuelto urbanas y nos permiten apreciarlas desde cualquier ventana.
En los jardines y camellones de las ciudades también es frecuente advertir que en tan sólo en un palmo de terreno conviven diferentes especies. Incluso en los entornos citadinos más concurridos y caóticos, como el de la Ciudad de México, es común presenciar cómo en un solo árbol coinciden gorriones, tordos, pinzones, cenzontles y a veces, dependiendo de la época del año, colibríes y tortolitas.
Algunos tipos de golondrinas (Hirundo rustica) y rapaces pequeñas como el cernícalo (Falco sparverious) son vecinos de tendidos eléctricos y telefónicos desde donde se perchan para reposar, acicalarse o acechar a sus presas.
No deja de ser asombroso cuando un ave grande, inusitada para el cielo poluto de las ciudades, irrumpe en el firmamento ya sea de paso o al desviar un poco sus derroteros habituales. La cercanía de algunas urbes con zonas boscosas o parques grandes abre esa posibilidad y a veces, se aprecian rapaces grandes como aguilillas de Harris (Parabuteo unicinctus) y cola roja (Buteo jamaicensis), así como garzas diurnas (Butorides virescens) y nocturnas (Nycticorax nycticorax) y búhos (Bubo virginianus) recorrer el cielo citadino, en diferentes épocas del año y a distintas horas del día. Hay, sin embargo, otras especies relativamente grandes como las lechuzas (Tyto alba) y las auras (Cathartes aura) que son residentes de las urbes.
A pesar del hostil y extremadamente degradado ambiente urbano, muchas especies de aves se han adaptado para vivir en las ciudades, sobreponiéndose al ruido, la polución atmosférica, la escasez de fuentes naturales de alimento y sitios para anidar, la presencia de depredadores como ratas y gatos domésticos, y la propia intolerancia humana. Este hecho, por sí mismo, constituye un portento de adaptabilidad y un claro ejemplo de cómo la vida, por adverso que sea el contexto, se abre camino para su perpetuación.
Otras más, las que aceptan ser alimentadas por la mano del hombre, a veces se consideran plagas por una desmedida proliferación favorecida por la ausencia de depredadores naturales y porque desplazan a especies nativas (endémicas). Las palomas (Columba livia) y los gorriones (Passer domesticus) son ejemplo de esto y, algunas otras, introducidas en un contexto que no les pertenece, se convierten en invasoras que incluso llegan a representar riesgos para la infraestructura urbana porque construyen sus nidos en luminarias, semáforos, antenas y postes. El perico monje o cotorra argentina (Myiopsitta monachus) y el estornino (Sturnus vulgaris) pertenecen a este grupo, lamentablemente con presencia en todo el país.
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
Ramón López Velarde (Suave Patria. Fragmento)
Hoy en día la observación de las aves continúa siendo una importante actividad científica, reservada para los especialistas (como el maestro Gerardo Aguilar Anzures, destacada pluma de lalupa.mx), quienes se encargan de descubrir los hábitos e importancia que estos animales mantienen dentro de los ecosistemas. De igual modo, y dada la súbita relevancia que ha cobrado para el ciudadano común el contribuir a la preservación del entorno, observar aves se ha convertido en un pasatiempo que paulatinamente gana adeptos en todo el mundo.
CONOCE LA COLUMNA “A OJO DE PÁJARO”, DE GERARDO AGUILAR:
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/a-ojo-de-pajaro/
Desde luego, el mejor sitio para observar aves es aquel donde éstas se reúnen para anidar, comer, beber, pasar la noche o cazar. De igual modo, las aves migratorias, año con año, describen trayectorias que transforman a ciertos lugares, en determinadas épocas, en pasos obligados para sus largos periplos (el Río de Rapaces de Veracruz, por ejemplo).
Todos estos puntos, casi de manera general, están en el bosque, la selva, los litorales, el desierto, los lagos y lagunas, las montañas o, en general, el campo. Sin embargo, en las ciudades y en cualquier área urbana, también es posible ver aves. Si bien no en la cantidad ni en la variedad que podrían observarse en su hábitat, si de manera casi permanente. Es decir, en cualquier día y a cualquier hora.
Juntos, en la tarde tranquila
vuelan notas de Ángelus,
murciélagos y golondrinas.
José Juan Tablada (Vuelos)
Hoy en día, las cámaras fotográficas digitales ―incluso de los teléfonos celulares― facilitan la obtención de registros de la presencia de aves, así como dejar constancia de su paso por determinados lugares. Gracias a la fotografía digital, el intercambio de información y publicación en la red de redes es una práctica cada vez más común que afortunadamente contribuye velozmente al conocimiento de este tipo de fauna, a la divulgación de la importancia que tienen en la biodiversidad del planeta, al estímulo de la afición por observarlas y al interés por protegerlas.
Actualmente existen, en casi todos los países, sitios web dedicados a mostrar la vida de las aves. Tanto instituciones gubernamentales y públicas como organizaciones civiles e incluso, individuos a título personal, mantienen portales consagrados a difundir y discutir la avifauna (Naturalista.mx, es un buen ejemplo de ello).
La caza fotográfica y la observación de las aves representan, asimismo, prácticas para el conocimiento del medio con poco impacto negativo en los ecosistemas, pues los especímenes se recogen de manera virtual, sin atentar contra su vida ni alterar su medio.
La caza fotográfica se practica en solitario o equipo, y nace de un profundo respeto por La naturaleza: es la observación discreta y silenciosa del mundo animal. Observar es, ante todo, ver, y ver es fotografiar […] Esta actividad permitirá aumentar la formación y recuperar el sabor perdido de la vida primitiva; permitirá ver en la naturaleza y, sobre todo, recuperar esa facultad actualmente reservada sólo a los niños: el asombro (Ausloos, Henry. P. 9).
Entre más binoculares y telefotos se empleen en lugar de rifles de postas o municiones, en vez de jaulas y trampas, mayor contribución estaremos haciendo para conservar la naturaleza, pero sobre todo, para enfatizar el hecho de que un ave disecada o enjaulada constituye un atentado para la biodiversidad y un crimen contra la vida silvestre.
Apreciar en toda su magnificencia el vuelo, el colorido o el canto de un ave en su entorno natural, quizá nos ayude a comprender un día que las aves no son artículos de ornato ni mascotas y que sustraerlas de su hábitat para confinarlas en jaulas diminutas o lucirlas disecadas, como trofeo, es una barbarie impropia de cualquier ser humano.
Las fotos de aves que acompañan este texto son de la autoría de Jorge Díaz Ávila
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “DISONANCIAS”, LA COLUMNA DE JORGE DÍAZ ÁVILA, PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/jorge-diaz-avila-disonancias/