Los suelos se desarrollan a partir de un conjunto de factores y procesos formadores. Los factores son el clima, la geología, la topografía, los seres vivos y el tiempo, mientras que los procesos generales formadores del suelo se refieren a la acumulación, transformación, translocación y pérdida de los componentes orgánicos e inorgánicos del perfil del suelo (Krasilnikov, 2011). Además, en la actual época geológica del Antropoceno (Crutzen, 2002), el efecto de la actividad de la humanidad es un factor determinante en la génesis de los suelos, ya que altera y degrada las propiedades y funciones del suelo en general.
En México, según datos del Inegi (2022), se registran 26 tipos de suelos de acuerdo con la clasificación de la World Reference Base (WRB, 2015). Por su abundancia y distribución, dominan los suelos jóvenes poco profundos como: leptosoles, regosoles y vertisoles, que ocupan 51 % del territorio; en tanto que los suelos desarrollados y profundos, como los phaeozem, calsisoles y luvisoles, cubren 30 % de la superficie en nuestro país (Figura 1).
Por otro lado, diferentes autores (Krasilnikov et al., 2013; Prado et al., 2007; Vela-Correa et al., 2007) han señalado que la diversidad de suelos en México se puede atribuir principalmente a factores como su accidentada topografía, su compleja historia geológica, así como a su clima y gradientes de precipitación y temperatura, que a su vez han permitido una enorme diversidad biológica.
Dada la enorme complejidad ambiental del territorio nacional, se hace difícil encontrar patrones de regularidad como los establecidos por la geografía de suelo de la escuela rusa, en la cual uno de sus postulados principales se refiere a que los suelos cambian de acuerdo con la latitud, es decir, de las zonas polares a las tropicales, esto en razón del régimen de humedad y temperatura.
En cambio, para México, Krasilnikov et al. (2013) han sugerido utilizar las leyes geográficas relacionadas con la altitud, ya que en nuestro país el factor dominante está muy relacionado a la orografía de sus tres cadenas montañosas principales: la Sierra Madre Oriental, la Sierra Madre Occidental y la Faja Volcánica Transmexicana (FVT), que originan un “efecto de sombra orográfica” en el interior del país.
Así, en las planicies costeras y en las partes altas del territorio, tenemos un régimen de alta pluviometría que genera ambientes propios de bosques tropicales, con suelos profundos bien desarrollados del tipo de los phaeozems, luvisoles, lixisoles y acrisoles. Estos suelos tienen procesos de acumulación, descomposición de materia orgánica y, sobre todo, de translocación de minerales y organominerales a través del perfil del suelo (García Calderón et al., 2006; Krasilnikov et al., 2011).
Por el contrario, y debido al efecto de sombra orográfica, en la zona de sotavento, tierra adentro, la precipitación es baja, con valores que oscilan entre los 80 mm y 500 mm. En estos ambientes áridos y semiáridos, se desarrollan suelos muy variados, pero en general son poco profundos; dominan los leptosoles, regosoles, calcisoles, gypsisoles y vertisoles.
A su vez, hay otros grupos de suelos, cuya génesis y distribución están estrechamente relacionadas con su historia geológica y, particularmente, con su material parental. Así, a lo largo de la Faja Volcánica Transmexicana (FVT), podemos encontrar a los suelos andosoles, que agrupan a los suelos derivados de cenizas volcánicas, que su vez son producto de la activad tectónica de esta región (Lozano-García, Ortega-Guerrero, 1998; Prado et al., 2007).
Otro grupo de suelos en los que el factor dominante es el material parental lo constituyen aquellos que se forman a partir de rocas sedimentarias evaporitas de carbonato de calcio y que dan origen a los calcisoles (Bautista et al., 2015); los encontramos en las zonas kársticas, principalmente en la región sureste del país, en los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo; así como en zonas focalizadas de Puebla, Veracruz y San Luis Potosí.
Los suelos derivados de yeso (sulfato de calcio), denominados gypsoles, se localizan en zonas áridas y semiáridas de los estados del centro del país, como San Luis Potosí, Durango y Zacatecas (Martínez-Montoya et al., 2010) (Tabla 1).
En la génesis, distribución y conservación, la actividad antrópica ha llegado a ser muy relevante en la formación de los suelos denominados antrosoles. Por ejemplo, al sur de la Cuenca de México, en las aguas someras de los exlagos de Chalco, Xochimilco, Xaltocán y Zumpango, se creó el sistema de chinampas, que fue un sistema de alta producción agrícola durante el dominio de los aztecas. Los suelos de las chinampas fueron construidos con varas de ahuejotes (Salix bonplandiana Kunth) y el lodo del fondo de los lagos (Mercado et al., 2000; Rojas-Rabiela, 1983).
Otro caso de uso y manejo del suelo en México inició durante el neolítico, en las tierras altas de bosques templados de la Mixteca alta, donde por mucho tiempo se utilizó un sistema de conservación del suelo y agua muy eficiente denominado lama-bordo, que consiste en retener los sedimentos y el agua de escorrentía a través de la ladera, por medio de bordos hechos a base de piedras. Con el tiempo, el manejo intensivo de estos suelos, y el abandono de las buenas prácticas del sistema de lama-bordo, provocó un proceso de erosión acelerada en toda la subcuenta del río Yanhuitlán (Solís-Castillo et al., 2018).
Sin lugar a dudas, el conocimiento de la génesis y distribución regional del suelo en nuestro país (Figura 2) es esencial para generar información que permita un mejor uso y manejo, así como la sustentabilidad de este recurso natural no renovable a escala humana (Figura 2).
REFERENCIAS
Bautista, F., O. T. Frausto-Martínez, Y. Aguilar Duarte. 2015. Actualización del mapa de suelos del Estado de Yucatán México: Enfoque geomorfopedológico y WRB. Ecosistemas y Recursos Agropecuarios, 2: 303-315. https://doi.org/10.19136/era.a2n6.110
Crutzen, P.J. 2002. The effects of industrial and agricultural practices on atmospheric chemistry and climate during the anthropocene. Journal of Environmental Science and Health Part A Toxic/Hazardous Substances and Environmental Engineering, 37: 423–424. https://doi.org/10.1081/ESE-120003224
García-Calderón, N.E., A. Ibáñez Huerta, G. Álvarez Arteaga, P.V. Krasilnikov, A. Hernández Jiménez. 2006. Soil diversity and properties in mountainous subtropical areas, in Sierra Sur de Oaxaca, Mexico. Canadian Journal of Soil Science, 86: 61–76. https://doi.org/10.4141/S04-070
INEGI. 2022. Conjunto de datos de Perfiles de suelos. Escala 1:250 000. Serie II (Continuo Nacional). Revisado: 15 de junio de 2020. https://inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=702825266707
Krasilnikov P. 2011. Capítulo 1. Distribución espacial de los suelos y los factores formadores que la determinan. pp: 1-39. (En): Krasilnikov P., F. J. Jiménez-Nava, T. Reyna-Trujillo, N.E. García-Calderón. Geografía de suelos de México. Facultad de Ciencias, UNAM. México. 182 pp. https://doi.org/10.1016/j.geomorph.2011.02.013
Krasilnikov, P.V., M.D.C. Gutiérrez-Castorena, R.J. Ahrens, C.O. Cruz-Gaistardo, S. Sedov & E. Solleiro-Rebolledo. 2013. The Soils of Mexico. World Soils Book Series, Sipringer. 182 p. https://doi.org/10.1007/978-94-007-5660-1
Krasilnikov, P.V., N.E. García-Calderón, A. Ibáñez-Huerta, M. Bazán-Mateos & J.R. Hernández-Santana. 2011. Soilscapes in the dynamic tropical environments: The case of Sierra Madre del Sur. Geomorphology, 135: 262–270. https://doi.org/10.1016/j.geomorph.2011.02.013
Lozano-García, M.S., B. Ortega-Guerrero. 1998. Late Quaternary environmental changes of the central part of the Basin of Mexico; correlation between Texcoco and Chalco basins. Review of Palaeobotany and Palynology, 99: 77-93. https://10.1016/S0034-6667(97)00046-8
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Rojas-Rabiela, T. 1983. La Agricultura Chinampera (2a ed.) Cuadernos Universitarios, Agronomía, Universidad Autónoma Chapingo. 229 p. México.
Solís-Castillo, B., G. Fernández, G. Vázquez-Castro, G. García-Ayala, G. Bocco & M.A. Ortíz. 2018. Paisaje cultural y evidencias estratigráficas del antropoceno en la Mixteca alta, Oaxaca. Boletin de La Sociedad Geológica Mexicana, 70: 147–171. https://doi.org/10.18268/BSGM2018v70n1a9
Vela-Correa, G., B.E. Vázquez-Martínez, M. de L. Rodríguez-Gamiño, I.V. Domínguez-Rubio. 2007. Edafic characterization on sites with natural regeneration of Pinus montezumae Lamb., in the La Malinche volcano, México. Agrociencia, 41: 371-383. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1405-31952007000400371&script=sci_arttext&tlng=en
WRB. 2015. Base referencial mundial del recurso suelo 2014, Actualización 2015. Sistema internacional de clasificación de suelos para la nomenclatura de suelos y la creación de leyendas de mapas de suelos. Informes sobre recursos mundiales de suelos 106. FAO. 218 pp. Roma.
El maestro en ciencias Abel Ibáñez Huerta y la doctora Gabriela Castaño Meneses son investigadores de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México Campus Juriquilla
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