Casi ningún político o gobernante se resiste a lo seductor que resulta el evaluar la realidad siempre de manera positiva, a pesar de sufrir el peor descalabro.
Caer en este garlito conduce, casi en automático, a evitar señalar responsables o culpables de esta situación o a destacar errores cometidos; induce a no analizar, a no sancionar y, de paso, crea una burbuja en la que solamente caben sus fantasías.
Justamente eso es lo que le está sucediendo al Partido Acción Nacional (PAN) después de las elecciones en seis entidades del país, de las que sólo ganaron dos, es decir, 33 por ciento del total, y en compañía de sus aliados.
Recordemos que, de esta media docena de gubernaturas que estuvieron en juego, cuatro eran encabezadas por el PAN. Hoy se quedan, en los hechos, con una, pues en Durango el candidato de la alianza Va por México es priista.
Este resultado, en el pensamiento de cualquier persona que se precie de honesta, significa una derrota.
A pesar de esta realidad, gobernadores panistas (incluyendo al de Querétaro y al presidente municipal de la capital de esta entidad), diputadas y diputados, dirigentes de ese partido y “aplaudidores” blanquiazules han preferido mantenerse en el autoengaño, en vez de enfrentar la realidad, analizarla y prepararse, realmente, para la contienda presidencial.
Lo mismo pasa en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que perdió –y de manera apabullante– Hidalgo, Quintana Roo y Oaxaca. Y sin embargo, pretenden burlarse de Morena (que ganó cuatro gubernaturas) señalando que no lograron el “seis de seis” que había pronosticado su dirigente nacional.
Ese es su ramplón balance electoral.
Entender la realidad
El hecho real es que Morena sigue incrementando su poder y lo seguirá haciendo, si es que acaso las oposiciones no hacen algo para evitarlo.
El partido del presidente de la república tiene la gran ventaja de haberse apropiado del discurso de la anticorrupción y la austeridad, dos fenómenos sociales que están en el imaginario ciudadano prácticamente de manera permanente.
Las oposiciones no entienden que centrar su estrategia y su furia política en confrontar diariamente al presidente es “escupir al cielo”.
Deben hacer un autoanálisis, mirar hacia adentro, evaluar sus estrategias y responder diversidad de preguntas.
Un ejemplo. En las seis entidades del país en las que hubo elecciones el domingo 5 de junio, la participación electoral disminuyó en comparación con los comicios de 2016. En Oaxaca bajó 20 por ciento, en Quintana Roo la reducción fue de 13.59 por ciento, mientras que en Hidalgo de 12.49 por ciento.
¿Por qué el flujo de votantes disminuyó? La respuesta fácil es porque tenían miedo a la violencia, porque no querían votar por Morena, porque no les interesó…
Y la oposición, ¿qué hizo para ganar a esos electores? Creo que nada, más allá de atacar al presidente mexicano y a su partido. Dicho en otros términos, la oposición no fue opción de voto para la ciudadanía que ya no quiso votar por Morena, así que mejor dejó de concurrir a las urnas.
Por eso es tan importante que PAN, PRI, PRD y hasta Movimiento Ciudadano (MC) hagan un análisis serio de lo sucedido. Comprender la realidad, hacer propuestas al electorado, y salir unidos a los comicios de 2024 podría ayudarles a vislumbrar otro futuro no tan fatal.
Lo malo es que prefieren seguir en el autoengaño y eso, sin dudarlo, los llevará a la derrota electoral.
¿Hay tiro en 2024? Sí, claro que hay tiro, pero muy, muy disparejo.
Lamentable
Hay gobernantes que, mal aconsejados por “asesores” o “agencias”, han optado por salir a bailar o hacer payasadas en las redes sociales. Siguen el ejemplo de Samuel García, el gobernador de Nuevo León, quien captó el voto ciudadano por sus fantochadas y no por su plan de trabajo.
¿En verdad creen que ese es el camino? Nos demuestran que gobiernan para conseguir más votos y no para beneficiar a las y los ciudadanos.