Ni México ni Querétaro, por sí mismos, han entendido el grave problema de la falta de oportunidades laborales y de salarios dignos para una parte importante de su población.
Por eso migran; por eso es que se plantean como una opción de subsistencia viajar –principalmente– a Estados Unidos para obtener empleo con buena remuneración o, más específicamente, con pago en dólares, que se multiplica una vez que se envía a su tierra.
En Querétaro, las principales regiones de expulsión de mano de obra hacia Estados Unidos, además de su capital, son la Sierra Gorda y Huimilpan-Amealco.
Historia cotidiana
Es tanto el tiempo que sucede este movimiento humano que en esas regiones existen personas, de las mismas comunidades, que se dedican a transportar a la frontera o al territorio estadounidense a quienes quieren ir a trabajar. De ese tamaño es la trascendencia que para muchas familias tiene el que por generaciones se haya viajado al norte y se siga haciendo. Por eso es que otras familias crearon el “negocio” de llevarlos.
Hace 11 años, en abril de 2011, el entonces presidente municipal de Landa de Matamoros fue citado a declarar a las instalaciones de la entonces Procuraduría General de la República por el caso de varias decenas de migrantes “desaparecidos”.
El 17 de marzo de 2010, un grupo de migrantes de Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo “se perdió” cuando se aproximaban a Ciudad Miguel Alemán, en Tamaulipas. Viajaban en un par de autobuses que, aparentemente, salieron de la Sierra Gorda.
Gabino Landa había dicho que los “polleros” que transportaron a un grupo de migrantes eran personas honorables y trabajadoras, e incluso se supo que uno de los “polleros” era cuñado del referido alcalde, y el otro su compadre.
Después, frente a la justicia, cambió su declaración y dijo no conocer a quienes transportaban a los migrantes.
Los detalles de esta historia –que aún lastima a familias de aquella región– los traigo a cuento porque nos muestra, con crudeza, que la migración y quienes ayudan a que se realice conviven en las mismas comunidades y ciudades.
El lamentable caso de Marcial Trejo Hernández, pinalense fallecido recientemente al interior de un tráiler que transportaba migrantes en Estados Unidos, es parte de esta historia que, como vemos, se ha construido a través de muchos años sin que ningún gobierno –federal o estatal– haya hecho algo para tratar de frenarla.
Entre la demagogia y el silencio
En lo federal, la situación raya en lo absurdo pues, cada vez que tiene oportunidad, el presidente “presume” la gran cantidad de dólares que los paisanos envían mes tras mes a sus familias en México.
Absurdamente cree (o pretende hacer creer) que es un logro de su administración, cuando la realidad nos dice que es la prueba clara de que en su país estos millones de mexicanas y mexicanos que laboran en Estados Unidos no encontraron oportunidades.
En Querétaro no existe política pública o dependencia gubernamental enfocadas a atender este tema. Se ha “normalizado” que decenas o cientos de personas viajen de la entidad a tierras norteñas en busca de trabajo.
Durante la administración gubernamental 2009-2015 fue la última ocasión que tuvo actividad en Querétaro una oficina enfocada a la atención de la migración, de los migrantes y de sus familias. Después, simplemente desapareció, mostrando con esto la “importancia” brindada a este fenómeno social.
En la medida en que las instancias gubernamentales mantengan esta visión seguirá habiendo historias y noticias de infortunios, de migrantes que arriesgan la vida para obtener –qué ironía– una mejor vida.
No planteo la extinción de la migración, que es un fenómeno social muy difícil de detener; planteo que el gobierno interceda para garantizar, en todo caso, que se viaje sin riesgos, que se haga de manera legal, que se brinden condiciones de mejora social a las familias.
Recordemos que el mutismo y la inacción de los gobiernos es la peor de las políticas públicas.