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#Video Doña Dominga entreteje su historia y la de Santiago Mexquititlán en el telar de cintura

HISTORIA, FOTOS Y VIDEO: BRAULIO CABRERA/LALUPA.MX

EDICIÓN DE VIDEO: ALEJANDRO MASCARÚA/LALUPA.MX

Agradecemos a Gabriela Catalina Prieto, directora de la Casa Queretana de las Artesanías, el apoyo brindado para realizar este trabajo

El taller Hermelinda en Santiago Mexquititlán, Amealco, es uno de los pocos lugares donde aún se mantiene viva la tradición del telar de cintura, herramienta ancestral con la que se cuentan historias entre hilos.

Doña Dominga Isabel Simón, matriarca de la familia, aprendió la técnica del telar a los 14 años, sólo de ver a su mamá hacerlo. “Yo no sé leer ni escribir, pero los dibujos y las técnicas de las artesanías me las conozco de memoria”, comenta orgullosa en hñahñu, mientras su nuera Hermelinda Maximino traduce al español.

El telar no es cosa fácil, desde su preparación hay que comenzar a primera hora creando de cero la urdimbre de lana, que después se monta en entre los enjulios (extremos del telar) y junto con la trama, que va sujeta al alzador.

Diagrama del telar de cintura (Asociación Apapacho, https://apapashop.org/blogs/news/herramientas-tradicionales-el-telar-de-cintura)

“Cuando trabajo el telar o algún bordado me siento contenta, pero muy concentrada también”, dicen casi a la vez Doña Dominga junto con Hermelinda, y continúan “todo el tiempo hay que pensar lo que una está haciendo, tener clara la cuenta de cuadros y puntos porque si no, se equivoca y hay que deshacerlo y volver a comenzar, no se puede estar platicando”.

La acción del tejido es compleja y cansada, hay que acomodar los hilos con precisión, cruzar el carrete (lanzador) y ceñir con firmeza todo el tejido sujetando el alzador y levantando y echando hacia atrás todo el cuerpo. Una y otra vez.

Además, ya terminado el tejido y habiéndole dado su forma triangular, se borda con adornos. Doña Dominga recuerda que, cuando era pequeña, la tradición de los abuelos era bordar rombos y estrellas sencillos alrededor del cuello.

Eso se ha perdido, pues ahora la gente pide diseños más vistosos, que muchas veces deben encargarse —aumentando su costo— a personas expertas en bordado sobre lana de la comunidad.  

Las artesanas cuentan que, actualmente, ya casi nadie sabe utilizar el telar para fabricar el quexquemetl, un poncho triangular de gala, hecho de lana bordada que visten las mujeres en las fiestas; estiman que en el pueblo a lo mucho una persona por barrio domina la técnica, pero son seis barrios.

Por eso es tan importante para ellas que su familia se involucre, aunque los más jóvenes tengan otros intereses, como dice Hermelinda: “mis hijos trabajan en otras cosas entre semana, pero los fines nos ayudan en el taller y cada uno es bueno con ciertas tareas o partes de las piezas”.

Hacer la artesanía —incluso por partes dependiendo de la habilidad— es una cosa, pero otra es enseñar y aprender el proceso. Algunas personas, como Doña Dominga pueden aprender sólo viendo, pero hay que encontrar maneras de explicar a las nuevas generaciones lo que se hace ya de manera instintiva. Eso toma tiempo y mucha práctica.

“Desde hace poco que estoy aprendiendo a usar el telar, aún me cuesta mucho trabajo y me equivoco; pero a mi cuñada —hija de Dominga— le es mucho más sencillo, aunque a ella le cuesta más bordar”, reconoce Hermelinda entre risas.

Su labor no es cosa fácil, como cuentan, pues un día de trabajo implica estar listas para comenzar a hacer el aseo de la casa y el taller a las 6:00 am, a la vez que se van alistando los materiales (madejas de lana para el telar o telas y moldes para las blusas y muñecas) y se prepara la comida para el medio día.

De ahí, se pueden dedicar a tejer, bordar, confeccionar y cocer las artesanías unas horas, hasta que es toca hacer la cena, que se sirve a las 7:00 pm. Para concluir, terminan de darles los últimos toques a las muñecas o a los bordados hasta las 11:00 pm que se van a la cama, para estar listas para el siguiente día.

Para las artesanas, uno de sus mayores problemas es el de la gente que, desde su desconocimiento, busca regatearles el precio. Por ello, abren las puertas del taller Hermelinda para que cualquiera visite y conozca todos los detalles de lo que está comprando.

“La artesanía es lenta y laboriosa, quienes la compran deberían pensar en lo que involucra y lo que debe ganar la artesana para que costee”, explica Hermelinda. Al comprar estas piezas, la gente debe pensar en los materiales necesarios, en la habilidad y años de práctica, en la vida de la gente que los fabrica y en el valor simbólico y emocional.

Casi al inicio de la entrevista, Doña Dominga confiesa, en una mezcla de ñhañhu y español, que jamás ha salido del municipio de Amealco, y en su expresión puede verse que no le llama mucho la atención. De uno u otro modo, todo lo que ella conoce, está tejido con esos hilos, en esas piezas, ahí. Y eso no tiene precio.

*Si te interesa visitar el taller Hermelinda, te dejamos el teléfono y la ubicación: 442 808 5812

https://goo.gl/maps/XGVsV4sN4DRcfYZV9

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Last modified: 8 julio, 2022
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