Corea del Sur es, hoy, una de las más grandes influencias culturales del mundo, de México, y de Querétaro. Creo que su éxito radica en que ha avanzado con sutileza, pero velozmente, ampliando su alcance a aspectos cada vez menos evidentes.
Por ejemplo, actualmente uno de los memes en tendencia nacional es el de Chinguamiga: una influencer coreana radicada en México, que frecuentemente sube contenido hablando de las diferencias que nota entre ambos países. Sólo en esta semana, sus videos en YouTube han ganado más de 48 millones de vistas y 86 mil suscriptores, logrando rebasar los 6 millones en audiencia cautiva.
Igualmente, cómo olvidar cuando el año pasado la mercancía (original y pirata) de El juego del calamar inundó las tiendas, mercados y hasta cruceros de las ciudades en todo el país, incluso poniendo a chicos y grandes a replicar algunos de los concursos de la serie y siendo el disfraz más popular de las festividades de octubre.
El K-pop y los K-dramas ya eran, por sí mismos, un fenómeno inmenso en México, atrayendo a millones de mexicanxs, entre quienes se encontraba mi abuelita, que adoraba ver series coreanas porque le gustaba que “a lo mucho llegaran a agarrarse de la mano o darse un beso”, como solía decir.
Ante el potencial tecnológico, económico y cultural que ha ganado Corea en las últimas décadas, algunos lugares y sociedades son los que más se han visto impactados y modificados por la llegada de nuevas formas de vivir, comer, rezar y trabajar.
Querétaro es una de las ciudades donde esta presencia debe visualizarse con mayor atención, porque trasciende la influencia cultural y abarca también ámbitos comerciales e industriales.
A la fecha, existen al menos tres cafeterías coreanas en la ciudad: Nevaflora Snow, Ara & Maru y Gangman Café, que está por abrir su nueva ubicación; restaurantes coreanos hay más de cinco, la mayoría se encuentran en el área de Jurica y Juriquilla; yo he sabido por lo menos de dos iglesias cristianas con comunidades mayormente coreanas.
No olvidar que el año pasado, en cuanto se liberó el confinamiento de la pandemia, uno de los primeros eventos fue la sexta edición del Festival de Corea, que anteriormente se había realizado en ciudades con comunidades coreanas consolidadas como las de Monterrey, Mérida o CDMX.
Esta considerable cantidad de comercios, servicios y actividades no sólo responden a la demanda local, sino a la creciente comunidad coreana que se ha asentado en algunas zonas de la capital, debido a la instalación de industria y servicios de origen coreano en los parques industriales.
Tan sólo esta semana, mientras Chinguamiga alcanzaba su apogeo, se anunció la ampliación de la planta queretana de Samsung, mediante una inversión de 500 millones de pesos, enfatizando que este lazo cultural, comercial e industrial sólo se fortalecerá en los siguientes años.
Decidí escribir la columna sobre este tema a manera de conmemoración: mi primer trabajo de la universidad fue sobre la comunidad coreana en Querétaro, cuando comenzaba a ser visible su crecimiento. Ahora, cuatro años y veinte columnas después, sigo defendiendo las oportunidades de síntesis cultural, lo que podemos aprender y asimilar unxs de otrxs, y lo enriquecida que se vería la identidad queretana al inundarse con la ola coreana.