La grave escasez de lluvia y la cada vez más agresiva sequía, que bien se puede ejemplificar con casos como los de Nuevo León, Sonora y Baja California, así como las elevadas temperaturas que se han registrado en el norte del país, llegando hasta los 50 grados Celsius, muestran con claridad que el cambio climático ya está en México.
Es cierto que en Europa sus efectos son más severos. Baste destacar las elevadas temperaturas que se han registrado en ciudades como Londres (40 grados) o Madrid, donde murió un trabajador de limpia por el golpe de calor durante su faena laboral.
Sin duda, Querétaro es parte de este “concierto” mundial. En la entidad también se han registrado altas temperaturas, además de que ya se dejan sentir los estragos de la sequía en gran parte de su territorio.
El promedio histórico de temperatura en la capital del estado, que va de 5 a 30 grados Celsius, ha sido varias veces vulnerado, llegando incluso a los 34 y 35 grados, mientras que en la Sierra Gorda, específicamente en Tancoyol y Arroyo Seco, el termómetro ha superado los 40 grados.
Cambio climático ya
Es un hecho que el planeta entero, desde cualquier lugar que se viva o se le observe, está sufriendo olas de calor extremo; la temperatura –de acuerdo con diversos estudios científicos– se ha elevado 1.1 grados Celsius en los últimos 50 años, colocando al ser humano muy cerca de su límite de resistencia calórica.
Este incremento se debe, principalmente, al aumento de las emisiones generadas por los coches, las instalaciones energéticas, las industrias, las casas, la producción de alimentos. Dicho en otros términos, estos aumentos se deben al uso de petróleo, gas y carbón.
Si a esta condición agregamos el crecimiento de las ciudades que genera cada vez más y más kilómetros de cemento y concreto que forman zonas urbanas reflejantes del calor (comúnmente denominadas “islas de calor”), es lógico que la temperatura en urbes como la ciudad de Querétaro inevitablemente vaya al alza.
Urge actuar
Para tratar de frenar esta tendencia es necesario que desde nuestras ciudades y comunidades adoptemos acciones enfocadas a mitigar y a adaptar.
Las primeras deben de estar enfocadas a implementar medidas tendentes a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, con especial énfasis en los combustibles fósiles. Las segundas, a tomar medidas que nos permitan vivir en las mejores condiciones posibles en medio de este calentamiento.
Sin embargo, son los gobiernos los principales responsables de echar a andar políticas públicas con este enfoque.
Un paso fundamental tiene que ver con la movilidad y la apuesta a la reducción del uso del automóvil particular a cambio de incrementar el empleo del transporte público y de la bicicleta, y de la construcción de obra que priorice al peatón.
Claro que para lograr que el ciudadano se baje del auto particular y se suba al transporte público se requiere que este sea eficiente, seguro y eficaz, cosa que en Querétaro aún no sucede.
Más zonas peatonales, construcción de ciclovías seguras, instalación de parquímetros, son medidas otras que tendrán el efecto doble de reducir contaminantes y mejorar la movilidad.
Otro paso en el mismo sentido es la planificación y ejecución de la obra pública, incorporando zonas de sombra, espacios o lugares frescos, así como los denominados “refugios climáticos”; más vegetación en la vía pública, e incluso puntos para consumir agua potable.
En el caso de Querétaro, además de tales medidas, se debería reanalizar la utilidad de las llamadas paradas “tipo Dubai”, cuyo objetivo es precisamente el brindar una zona de sombra, de frescura y descanso a la ciudadanía mientras aguarda el transporte público.
Por supuesto, parte fundamental del combate al cambio climático es la conservación y creación de pulmones verdes. En el caso de Querétaro, se estaría dando un gran paso si se decretara a la zona de Peña Colorada como área natural protegida.
Hay mucho qué hacer y sabemos qué pasos dar. Sólo falta voluntad política.
