Como ya lo hemos comentado en varias entregas anteriores de La Onda Plana, el mundo moderno está transitando hacia una automatización casi total. Ya no son solamente las actividades de manufactura en las que se requiere la incorporación de los microchips, sino también en los propios productos que se derivan de dicha actividad fabril.
Cada vez son más los artículos de uso cotidiano que llevan insertos estos diminutos dispositivos, ya sea para realizar funciones programadas o para comunicarse con su entorno, lo que se denomina el internet de las cosas. También en esta colaboración hemos mencionado que la fabricación a gran escala de los microcircuitos electrónicos es uno de los sectores más geo-concentrados, pues se estima que alrededor del 80 % de los chips de propósito general se hacen en tan sólo tres naciones: Corea del Sur (Samsung), la República Popular de China (Semiconductor Manufacturing International Corporation) y Taiwán (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company).
A consecuencia de esta combinación de la focalizada ubicación de los centros de producción de los chips y su demanda creciente, el riesgo de un desabasto que pueda poner de cabeza a la economía mundial es latente y aumenta día tras día. Ya hemos tenido una prueba de esto en los meses recientes, luego de que los cierres forzados por la pandemia crearan un desabasto temporal; sin embargo, la intensificación en los últimos días de las maniobras militares por parte del ejército chino representa un escenario exponencialmente más delicado y por ello se han encendido las alarmas en todo el mundo. Este era un escenario que desde hace tiempo se sabía posible y por tal motivo Occidente comenzó a tomar acciones que permitieran suplir a los proveedores orientales llegado el caso de un conflicto armado que, lamentablemente, amenaza con surgir demasiado pronto.
A inicios de este mismo año, los Estados Unidos de América decidieron invertir mucho en aumentar aceleradamente sus capacidades instaladas para la manufactura de microchips y que empresas como Intel Corporation pudieran escalar sus actuales producciones, al menos para cubrir la demanda interna de la Unión Americana en una emergencia. Pero, aunque tal infraestructura pudiera ser puesta en marcha pronto –lo que tampoco es viable–, aún queda por resolver el problema de la provisión de los materiales semiconductores y tierras raras, con las que cuenta también nuestro vecino del norte, pero que en el gigante asiático pueden ser explotadas sin cuidado por el daño ambiental derivado de su minería.
Es aquí donde se vuelve especialmente relevante el desarrollo que países como Alemania están teniendo en la sustitución de algunos materiales inorgánicos para la fabricación de dispositivos como los transistores bipolares –capaces de usar como portadores de carga tanto a los electrones como a los huecos–. Esta tecnología, que ha recibido un impulso sin precedentes tras los acontecimientos en curso, se basa en la utilización de películas delgadas de rubreno, que es un hidrocarburo aromático policíclico. Con dicho material orgánico hasta ahora ha sido posible fabricar transistores bipolares que exhiben un desempeño notablemente superior al de sus contrapartes tradicionales, y por ello prometen potenciar las aplicaciones de alta velocidad y alta potencia, lo que podría finalmente llevar a la electrónica flexible a los escenarios de una fabricación a gran escala.
Los prototipos de estos dispositivos han sido capaces de operar a una velocidad de hasta 1.6 gigahercios, lo que es varias veces mayor a las marcas establecidas por sus predecesores, los transistores orgánicos de efecto de campo (OFETs, por Organic Field-Effect Transistors), de 40 megahercios (MHz) en dispositivos no configurados y 160 hercios en configuración horizontal; rapidez capaz de transducir los impulsos eléctricos hasta en 400 MHz por volt, lo que representa una velocidad de transducción cien veces más rápida que la de los OFETs. Por supuesto, la producción a escala de estos transistores orgánicos podría terminar por romper el delicado equilibrio del que pende desde hace décadas la integridad de Taiwán.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
pareciera de otro mundo el no poder tener la iniciativa de generar una industria que sustituya a los orientales. esto es cuando nos encontramos con politicos que se rodean de bufones que solo aplauden cuando el rey modela un nuevo traje invisible.
donde estan los cientificos y esa gente poderosa econimicamente para que no solo en lo digital y cibernetico poder crear , tenemos muchas necesidades urgen ser apoyadas para pr fin salir del tercermundo. medicina, educacion, el campo, la mineria, nuestros mares, ecotecnias en la industria y en lo domestico, la cultura y nuestras artesanias, entre muchos otros. al parecer lo unico que debemos dejar de elegir es a los politicos de tercera y de cuarta, asi como identificar bien a tidis sus apludidores.
felicidades y fuerte abrazo amigo.