La declaración de la presidenta del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), difundida este lunes por los medios locales en Querétaro, es el reflejo fiel de lo que hoy está pasando el otrora partido hegemónico.
La referida lideresa dio cuenta de la “esperanza” que tiene el PRI de poder forjar una alianza electoral con el Partido Acción Nacional (PAN) para los comicios locales de 2024, en los que se disputan 25 diputaciones y 18 gobiernos municipales.
Por supuesto que su ilusión también ha de ser aliarse en el ámbito federal, en el que estarán en juego las seis diputaciones por mayoría correspondientes al estado de Querétaro, así como los tres puestos al Senado de la República.
La intención de pactar con el blanquiazul tiene que ver, muy posiblemente, con la visión de que al tricolor, por sí mismo, le será sumamente complicado obtener algún triunfo en cualquiera de las posiciones que se disputen.
En acuerdo con el PAN podría lograr alguna diputación y, ¿por qué no? una o más alcaldías.
¿Por qué creo que esto sucede en dicho partido? Porque considero que al PRI le queda una muy pobre militancia y una peor influencia entre la ciudadanía.
Baste referir que este fin de semana la concurrencia de militantes a emitir su voto para elegir dirigencias locales fue mínima. En el proceso de la capital queretana se emitieron 302 votos y en Pinal de Amoles sumaron 119.
Estos números nos dicen que el PRI se encuentra en condiciones muy difíciles.
La fatalidad numérica
Aunque no es la principal causa, menciono que el nacimiento y desarrollo del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) constituyó el peor enemigo del tricolor.
Morena se convirtió en refugio de decenas y quizá de cientos de militantes del tricolor que no encontraron en él quién o quiénes los “arroparan” para, al menos, tener la esperanza de pelear una candidatura o un cargo en el servicio público.
La fuga de militantes ha sido enorme; decenas de expriistas hoy son morenistas y algunos de ellos hasta con cargos de elección popular y puestos en la administración pública. El PRI les falló.
Al igual que su militancia, los números electorales también han ido a la baja en el tricolor. Pongo de ejemplo el caso del municipio de Querétaro.
De 2012 a 2021 el PRI pasó de 163 mil 613 votos (obtenidos en alianza con el Partido Verde Ecologista y Nueva Alianza en 2012) a 58 mil 708 sufragios en los comicios de 2021. Una pérdida aproximada de 66 por ciento.
En contraparte, tanto el PAN como Morena se fortalecieron. En el mismo lapso de tiempo, el blanquiazul pasó de 147 mil 962 votos a 183 mil 547, en tanto que Morena fue de cero votos (no existía en 2012) a 104 mil 141 en 2021.
El panismo lo ha logrado gracias a la aprobación mayoritaria de las y los queretano de su ejercicio gubernamental. Morena, por su parte, ha crecido gracias a la imagen del presidente de México y a la capacidad que ha tenido de absorber militancia de otros partidos políticos.
El PRI gobierna los municipios de Amealco de Bonfil y Colón, además de tener tres diputados locales, todos por la vía plurinominal.
Las derrotas del PRI que me parecen más significativas fueron: en San Joaquín –municipio que siempre había sido gobernado por un alcalde del tricolor–; en las elecciones de 2021 su candidata solamente obtuvo 50 votos (1.17 por ciento del total). En Peñamiller la abanderada del tricolor acumuló 71 votos (0.64 por ciento), y en Corregidora, en donde el candidato sumó 5 mil 336 sufragios (6.47 por ciento).
Cuesta arriba
Revertir estos resultados no será nada fácil si consideramos que el PRI se ha negado a realizar una autocrítica, se ha negado a reconocer errores y se ha negado a rediseñar su ejercicio partidista.
Tiene un año y medio para tratar de recuperar la preferencia electoral de los queretanos.
Quizá por eso es que están pensando que para ganar alguna diputación o alcaldía será más fácil hacerlo aliados al PAN que participando solos… claro, falta que el blanquiazul acepte.
