La percepción de seguridad-inseguridad se construye en el (la) ciudadano(a) a partir de lo que cotidianamente observa en su entorno; en el lugar en el que se encuentra su casa, su trabajo o en el trayecto entre ambos sitios. En el mercado, en la tiendita o en las calles que recorre.
Así, no dudará en asegurar que su ciudad es insegura si diariamente observa que el alumbrado público no sirve, que la basura se aglomera en la esquina de su calle, que robaron la tiendita de la esquina, que el camión del transporte público “tarda horas” en pasar o que cada fin de semana, en la colonia, hay gente que se alcoholiza y hace escándalo en la vía pública.
La percepción de inseguridad se incrementa o se refuerza si reporta al 9-1-1 y no le responden, le responden muy tarde o la ayuda llega después de mucho tiempo; si muy pocas ocasiones (para no decir que ninguna) observa patrullas policiacas en la zona en la que vive o trabaja.
También se fomenta cuando algunos vehículos se estacionan en lugar prohibido, en lugares destinados a gente con discapacidad o sobre las ciclovías; cuando un automovilista se pasa el semáforo en rojo o para sobre las líneas exclusivas para el paso de peatones.
Sucede cuando caminas por las calles del Centro Histórico o de cualquier colonia de la ciudad y observas verdaderos restaurantes callejeros (con cocina, sillas y meseros) funcionando ¡sobre las banquetas!, y la autoridad nada dice o hace para ordenar; pasa cuando hay negocios que colocan bocinas hacia la calle y a todo volumen sólo para llamar la atención, y la autoridad “ni sus luces”.
Reflejo de la realidad
Resulta lógico que las y los queretanos percibamos mayor inseguridad que antes, si es que observamos o somos testigos de algo o mucho de lo que arriba he descrito (u otras situaciones que aquí no mencioné).
De acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el porcentaje de la población de 18 años y más que se sintió insegura en la ciudad de Querétaro pasó de 48.9 en 2020 a 57.7 en 2021.
En la última encuesta (publicada apenas en julio pasado y referida al segundo trimestre del mismo año) se consigna que en la ciudad de Querétaro esa percepción de inseguridad pasó de 48.1 a 54.4 por ciento de marzo a junio de 2022.
Lo grave es que 60.2 por ciento de las y los queretanos encuestados consideran que la delincuencia seguirá igual de mal o empeorará en los próximos 12 meses.
También se reporta que 96.7 por ciento de la población queretana identificó, por lo menos, un problema no resuelto en la ciudad. O sea que prácticamente todos los entrevistados tuvieron esta visión.
La estadística complementaria la encontramos en otro rubro: sólo 35.6 por ciento de las y los encuestados considera efectivo al gobierno para resolver los problemas que enfrenta la ciudad.
Si traducimos estas dos respuestas a conceptos coloquiales e incluimos el incremento de la percepción de inseguridad, así como la mencionada percepción de problemas no resueltos, es posible referir que la mayoría de la ciudadanía no confía en sus autoridades para resolver los problemas de la urbe.
Tan es así que la gente ve en su entorno que los problemas siguen y, por ende, piensa que en el próximo año las cosas seguirán igual o incluso podrán empeorar.
Prepararse pero también actuar
Entiendo (y conozco) que los gobiernos estatal y municipal han invertido una muy buena cantidad de recursos económicos para mejorar la capacitación de las policías, para armarlas mejor, echar mano de la tecnología para elevar su eficiencia y para coordinarse.
Falta, sin embargo, mayor presencia policial en barrios y colonias, cercanía con la ciudadanía (no solamente en el Centro Histórico), vigilancia, sancionar a quienes violan leyes y reglamentos, ordenar la ciudad, reducir la ilegalidad en todos los ámbitos. Es decir, se necesita más actuación y presencia en calles y colonias; mejor atención ante la denuncia y rapidez para atender llamadas de auxilio.
¿Será mucho pedir?